jueves, 22 de diciembre de 2011

Poema de Navidad

[ NAVIDAD ]

Necesitamos un camino embarrado
Una carretera embarrada
Y una Navidad sin luna ni luces
Dejarnos barba y llamar la mujer a la propia mujer
Hablar con los mapaches y beber a solas (más o menos como ahora)
Actos de los hombres en el centro de la naturaleza
Justo al lado de las pequeñas montañas

Pero nos estamos deteriorando
Cuando la Navidad es una vecina insolente
Y usamos la lavadora para despertar a la chusma
No se recordarán muchas más cosas de estos años

Que la vida sigue es tan cierto como inane
Y a la vez brillante. Y siempre lo único

Mira a esos contables volviendo a sus alquileres
Nocturnos y cultos y faltos de valor
Mueren como este invierno: tras haber matado
Lo poco que de vida quedaba en ellos

Que la vida sigue es tan triste como necesario
Nuestra resistencia a entender nos mantendrá vivos

Libres volverán a vestir sus camisas de cuadros
Reunirán sus libros en bolsas de lona
Emprenderán el camino que benditamente les ensuciará
Abandonarán la vida que es siempre menos
Y encontrarán el invierno y el valor
La Navidad que nunca habremos de celebrar

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Conexiones

Conexiones fue un programa documental de la BBC cuya primera emisión tuvo lugar en 1978. Estaba creado y presentado por James Burke, un historiador de la ciencia que siempre sonreía. Como era de esperar el programa trataba precisamente de conectar diferentes sucesos y descubrimientos a lo largo de la humanidad, con la intención de demostrar cómo no había conocimiento aislado sino una clara interrelación entre todo el saber y sus manifestaciones. En España no tuvimos oportunidad de ver Conexiones hasta que llegaron las TV por cable y satélite y con ellas el Discovery Channel. De todos modos, si por algo destacó la serie en su periplo español fue por el doblaje mexicano del profesor Burke y su incomparable y muy amanerado conexxxxioonessss!!!!

Así pues, conectando, me dio por pensar en John Byrum. Cuando era joven decidí que quería ser un cinéfilo, y a ello me puse. Por desgracia, no eran muchos los medios de los que uno disponía en Sevilla y por entonces para ver las películas que me interesaban. Estaban los ciclos de madrugada en TVE (cintas y cintas VHS donde se apiñaba de todo, del nuevo cine alemán a olvidadas películas armenias) y poco más. Me convertí entonces en un cinéfilo que leía más cine que verlo. Uno de mis libros preferidos fue una historia del cine americano, en concreto el tercer volumen, escrito por Jose Luis Guarner que por aquella época hacía crítica en TVE con un aspecto enfermizo y una voz entre temblorosa e irónica. Murió no mucho después. Escribía de películas que yo ya conocía, de otras de las que siempre se hablaba, y también de una de la que nunca había oído ni una mención: Inserts. Y lo hacía de una manera más que laudatoria. Como venía a decir, Inserts abría un camino que se cerró con ella misma.

También en aquella época dejé de seguir a la Familia en sus actividades. Dejé de hacerlo porque todos los adolescentes lo hacen, en algún u otro momento. Y además porque la Familia se había convertido en algo irrespirable y dañino. La Familia se marchaba a pasar el fin de semana a la casa de campo y yo me quedaba en Sevilla, solo, para salir con los amigos o para quedarme en casa y hacer lo que me diera la gana. Ese instante, el de la Familia marchándose el viernes, era inigualable. Una de esas noches de viernes volví a tropezar con el nombre de Byrum.

Murray el trascendental


 A finales de los 70 principios de los 80, Byrum regaló un ejemplar de uno de sus libros preferidos a una amiga guionista tras dar a luz. El libro era El Filo de la Navaja, una antigua novela de perfeccionamiento espiritual escrita por Somerset Maugham. Sin embargo, no fue su amiga quien leyó la novela sino su marido, un actor y humorista llamado Bill Murray. Murray quedó fascinado con el libro, uno de esos libros en los que pasa de todo, y llamó a Byrum convencido de que debían hacer algo con ello. E hicieron una película. Y fue un fracaso. Nadie creyó en el proyecto desde el principio y Murray tuvo que comprometerse en otra película que le importaba un pimiento para encontrar financiación para El Filo de la Navaja. Y esa otra película fue un éxito mayúsculo y se llamó de manera descriptiva y apropiada Los Cazafantasmas. Podría decirse que en cierto modo el éxito de una propició el fracaso de la otra. La gente no se acostumbró al hecho de ver a su cazafantasmas favorito dando discursos sobre la necesidad de encontrar el camino en nuestro interior. Bill Murray, no acabó de encajar el asunto y se retirço durante 4 años a París, se matriculó en filosofía en la Sorbonne y se olvidó del cine (temporalmente gracias a Dios). De todos modos, a mi, aquella noche de viernes la película me pareció un sublime ejemplo de aquello que Truffaut (que moría poco después del estreno de la película) llamara un grand filme malade, una gran película malograda, un extraño artefacto difícil de valorar pero que me aportaba algo que precisaba en aquel momento: un objeto de culto personal. Fue tal el impacto que hasta se me olvidó ver la peli guarra del Canal Sur (otra de las delicias de quedarme solo el finde).

Tiempo después vi la versión que de El Filo de la Navaja hizo Edmund Goulding con Tyrone Power y Gene Tierney. Una película esplendida. Propia del talento subestimado de Goulding (ved si no Nightmare Alley, por ejemplo). Que convertía a la pelicula de Byrum en algo aún más grotesco (y atractivo). Uno de los momentos espectaculares en esta antigua versión es la aparición del propio Somerset Maugham (como personaje) interpretado por el siempre genial Herbert Marshall. Aparece en un barco, un trasatlántico, y el hecho resulta curioso e inquietante.

En uno de sus cuentos más celebrados (Los Milagros no se recuperan) el gran escritor argentino Bioy Casares cuenta una anécdota que realmente le sucedió. Estando de viaje en un trasatlantico (el Queen Mary, si no me equivoco) reconoció entre el pasaje a Somerset Maugham del que admiraba y mucho sus libros de viajes. Superando su natural timidez se fue a su encuentro para decirle lo habitual en estos casos (verá, es que yo le admiro mucho y...) cuando se dio cuenta de algo excepcional. Había dos Somerset Maugham. Dos personas iguales uno a cada lado de la cubierta. Este hecho le confundió tanto que perdió la ocasión de hablar con su ídolo (nos preguntamos si uno de los Maughma sería Herbert Marshall). Lo que es menos conocido es que en el mismo barco y unas horas antes Jack Kerouac (el autor de On the road) y algunos amigos suyos beatniks se dedicaron a jugar con el ascensor del barco cabreando de este modo a Somerset Maugham que esperaba para cogerlo. Un barco muy literario, y más aún si añadimos que en ese mismo viaje estaba Truman Capote borracho o mareado (aún no se sabe). Lo que me llama más la atención ahora es sin embargo la presencia de Kerouac.

Kerouac el marinero
Entre su debut Inserts y su primer fracaso El Filo de la Navaja, Byrum rodó otra muy interesante película llamada Heart Beat y que va, precisamente, sobre la Beat Generation (curioso que en España la titularan Generación Perdida dando lugar a una absurda confusión de generaciones literarias americanas). Tenemos a un improbable Kerouac interpretado por John Heard (ahora muy gordo) y un delirante Neal Cassady por un aún más delirante y borracho Nick Nolte (la escena final con Nolte en plena época hippy es mítica). Fue uno de los pocos éxitos de Byrum y aún así no es lo que se dice conocida.

 Quizá uno de los problemas en la carrera errática de Byrum fue la mala salud que le acompañó durante años. Cansancio, mareos, depresión, fatiga crónica... cuyo origen nadie parecía capaz de diagnosticar. Hasta que se descubrió que sufría la enfermedad de Lyme, o lo que es lo mismo, una infección causada por la picadura de una garrapata. Lo mismo que le sucedió a mi madre.

Estábamos en Huelva entonces. Todavía recuerdo las extrañas quejas de mi madre durante aquellos días. Le dolía la cabeza, tenía fiebre, sentía una extraña picazón en la coronilla de la que hacía culpable a la peluquera y el moldeador (muy de los 80). Cuando los dolores de cabeza se hicieron más intensos fue mi padre quien dio con la tecla gracias a su intuición de hombre de campo. Eso es un Rezno, dijo. Cómo??? Una garrapata como la llaman en mi pueblo! (después buscamos rezno en el diccionario y realmente existe). Esa misma noche mi padre arrancó la garrapata hecha una bolita llena de sangre de la cabeza moldeada de mi madre. La teoría ganadora fue que la vecina había aireado la manta del perro ventana abajo justo cuando mi madre se asomaba a fumar como hacía todas las tardes. Una pena para Byrum no haber conocido a mi padre.

Sí, este es Burke. Conexxxxiooonesssss!!!!


Byrum, Murray, Maugham, Goulding, Marshall, Bioy, Kerouac, Papá... El  profesor Burke vuelve a escena y con sonrisa beatífica dice: CONEXXXXXIOOONESSSSSS!!!

martes, 30 de agosto de 2011

Sexo, suburbios y cintas de colores (es 4 de Julio)

No existe auténtica revolución hasta que la clase media se apodera de ella. Las élites siempre fueron revolucionarias pero por propia definición su alcance es siempre limitado y contenible en un salón. Mientras que el lumpen vive (o mejor dicho vivía) en su propia y continua revuelta (de tripas).

Desde una óptica sexual, las clases más altas vivieron unas libertades vedadas a las clases medias que a su vez experimentaban unas restricciones que a su vez añoraban las demasiado promiscuas clases bajas. Así pues, entre el jeu de salon y las recomendaciones higiénicas, la inmensa clase media buscaba lugar para poder disfrutar de una libertad sexual estructurada y sancionada por las leyes. Una clase media que a su vez censuraba la inconsciencia moral de las alturas y el barro carnal del arroyo. Porque como me esfuerzo en decir sin demasiado éxito hasta ahora, todo, absolutamente todo, aun en direcciones opuestas, ocurre en las clases medias.

Los USA vivieron antes que ninguna otra economía el desarrollo de una clase media masiva y poderosa que decidió agolparse en los suburbios y generar un propio sistema de valores. Una extraña mezcla de liberalismo y puritanismo, energía, sensualidad, alegría, hipocresía y restricción que colmó de neurosis y paranoia una nación nacida sobre la idea de la oportunidad y la competencia (conceptos propios de la sociedad abierta que pretende evitarlas por principio). Una buena forma de observar todo esto nos lo ofrece la literatura suburbial americana: Cheever, Yates, Connell. Los tres hicieron literatura de suburbio. Cheever y su intento aproximado en casi todo (sintaxis e intenciones) para tratar de captar algo en esencia indefinible (la propia esencia de la vida americana de clase media). Sus frustraciones personales son las de sus personajes y buena parte de las mismas son de carácter sexual. En Yates se habla directamente de desesperación, sin concesión alguna a la alegría o el optimismo. Lo sexual como algo siempre incompleto, donde resulta imposible casar la realidad interior con su trasunto público (sobre todo en la mujer). Connell y su minimalismo de doble vertiente, o cómo hacer convivir viñetas de tira cómica padre-de-familia-pipa-en-boca-alecciona-a-sus-hijos-a-ser-buenos-ciudadanos-mediante-irónica-reconvención y sordidas páginas de incesto, infidelidad, racismo y homofobia.

Lo que parece claro es que durante años se produjo en los USA una distancia insalvable entre lo real y lo representado, con su inevitable consecuencia: la rebelión de las clases medias. Contaba Gay Talese en su investigación sobre el cambio de usos sexuales en los USA durante el SXX que dicho cambio no acabó siendo comandado por las élites intelectuales, ni siquiera por las autodenominadas bohemias, sino por la acción conjunta de, por un lado, una serie de pioneros más próximos al chalán de feria y el vendedor de crecepelos y, por otro, el empuje arrollador de la burguesía por disfrutar de auténtica libertad en materia sexual. Es el caso de Hugh Hefner y Playboy, los desconocidos editores de clásicos de la literatura erótica (como aquel que publicaba novelillas subidas de tono por autores tan improbables como Carmencita de las Lunas), o los primeros en abrir salones de masajes eróticos. Solo cuando la clase media decidió que tenía derecho dentro de su libertad a decidir qué era obsceno y qué no, el concepto moderno de sexualidad quedo establecido. Pensar que en cuestión de apenas 10 años la venta de revistas con desnudos pasó de ser delito a ser un uso social da una muestra clara del alcance del cambio y la rapidez del mismo.

No obstante, ese mismo alcance, en retrospectiva, puede verse como una claudicación si lo comparamos con los ambiciosos objetivos iniciales. Durante los 60 la idea de Revolución Sexual pretendió ir más allá y socavar la propia base de la organización social, desde la pareja a la familia, hasta al modo en el que los ciudadanos se organizan convicencialmente. En cierto modo se trataba de un ajuste de cuentas histórico con el suburbio y sus miserias. Las comunas se extendieron en algunos estados de los USA. No me refiero a las ya conocidas comunas hippies, de las cuales la mayoría no pasaban de ser un amontonamiento de jóvenes sin vocación de pervivencia, sino auténticos intentos de crear sociedades comunales basadas en el amor libre, la sexualidad desinhibida y la conculcación de los modelos sociales aprendidos dentro de una regulación y un orden que hicieran posible la convivencia. Un intento burgués, pues, de superar la neurosis de origen socio-sexual que acabó, como sabemos, fracasando.

Se tiende a achacar el comienzo de la involución en temas sexuales en los USA a la aparición del SIDA. Sin embargo el SIDA fue más bien un golpe de efecto (que dió ocasión a algunos de invocar el poder divino de castigo) que una auténtica causa. La razón fue más próxima al agotamiento de un modelo basado en la absoluta sinceridad. La anulación del engaño y la ocultación (en una comunidad nudista y libre sexualmente esto es imposible) convierte cada relación social en sexual y a su vez en oportunidad de psicoanálisis comunal. Así pues, se pasó de la dictadura de la hipocresía del suburbio a esa otra (mucho más exigente) de la verdad ante todo de la comuna. Como dijo una vez la nunca demasiado bien ponderada Ana Rosa Quintana: a finales de los 70-primeros 80 una se suponía que tenía que acostarse con el primero que te lo pedía para no ser una reprimida. Quien ocultaba su sexo era un traidor en potencia.

Hoy en día vivimos en el habitual estertor barroco de un proceso no demasiado claro. Rodeados de estímulos sexuales, presos de cierta orientación sexual de carácter feminista y en pleno desarrollo de una moral homoerótica general. El concepto judeo-cristiano de culpa respecto al sexo es utilizado como un reclamo más y las ideas de sexo comunitario tienen un único sentido homosexual y escasamente filosófico. Mientras, en los suburbios y sus equivalentes europeos, la hipocresía sexual ha desaparecido no tanto por causa de la revolución de las costumbres como por el debilitamiento de los lazos vecinales. Ya solo podremos escandalizarnos a nosotros mismos, porque no habrá nadie viéndonos (al menos nadie que conozcamos).

lunes, 11 de abril de 2011

Providence y el Chino

1. Una tortilla de alcachofas

Apenas termino de comer el pisto cuando me llaman de la oficina para firmar los pagos. De algún modo se nos ha pasado y decido sacrificarme y dejar a Stanley terminar su cena. Rafaé sale de la cocina con la tortilla de alcachofas. Me tengo que ir Rafaé. Pónmela en un bocadillo y que me la lleven los muchachos. Adios.

Un inmenso bocadillo de tortilla de alcachofas hecha con huevos escasamente cuajados. Pienso en la noche por venir y en los previsibles ataques de acidez dispépsica. Algo así como lo ocurrido este sábado.

2. Un chino en mi salón

Debajo está David Warner
Será la cena. Es el calor. La alergia. Me hago viejo. Mis nervios. El vino. La ausencia de vino. El ajetreo de todo el día. Es el ruido de los juerguistas. Es mi proverbial insomnio. Es sábado por la noche y no puedo dormir. Me levanto de la cama y en un arrebato me llevo con sigilo la almohada al salón y me tiro en el sofá. Tampoco puedo dormir. No puedo dormir. Y encima esos chinos a los que veo por la ventana, al otro lado del patio, poniéndose a arreglar las persianas a las 4 de la mañana. Pero no tengo patio ni ventana. Estoy durmiendo entonces. Y soñando. Y tengo frío. Me quiero levantar y no puedo. Hago un esfuerzo y despierto y voy a la cama y me tumbo junto a la Mona. Y despierto. Y estoy en el salón, sobre el sofá. Y al otro lado del patio los chinos han compuesto ya una persiana de tablillas de madera. Y hace frío. Y de repente uno de los chinos, un chino viejo, salta casi sin querer y entra en mi salón, por la ventana. Chino, no puedes meterte así en mi casa. Y asustado me levanto para decirle algo y entonces sí despierto. Finalmente. Y sigo sobre el sofá. Asustado y enfriado vuelvo al dormitorio y me acurruco junto a la Mona y lejos del chino.

3. Providence

Ese mediodía y sin generar demasiado interés a mi alrededor compro la película Providence en DVD. En uno de mis más celebrados versos se dice: La reinterpretación precisa de Providence, que viene a ser como reconocer que llegará el momento en el que queramos ser o no tengamos otro remedio que ser como Sir John Gielgud en su noche eterna de alcohol y dolor de tripas. Este dolor insoportable que me atraviesa las tripas y me llega hasta el culoooooo!!! Así dice el gran Gielgud entre copa y copa de Chablis mientras deja que sus sueños y sus insomnios se entrecrucen para crear una realidad novelada y paralela a la verdadera de su familia, donde los odios y enconos acumulados a lo largo de los años den lugar a nuevos roles en cada uno de los personajes (Bogarde, Warner, Burstyn...) o permitan la aparición de improbables secundarios: el futbolista que entrena vestido de futbolista en cualquier lugar o el hombre lobo anciano. Al final de la película se hará de día y un cansado (y aliviado Gielgud) recibirá a su famila real, encantadora y civilizada, en su mansión gótico-victoriana para comer y celebrar su cumpleaños, preanunciando (al menos yo lo veo así) una nueva noche de locura y muerte (a boire, a boire, se grita en la versión francesa), el paso lógico de la cordura a la creación.

Y todo esto como resultado de querer hacer una película sobre Lovecraft. Y echamos en falta esa película que nunca fue si bien también nos alegramos de que no fuera Resnais, siempre tan corto de talento, el que se dedicara a mezclar Providence y Arkham. Sí, algo más de desmadre en esta película de por si desmadrada se habría agradecido. Bogarde y el tándem Mercer-Warner (que ya hicieron monerías en Morgan, un caso clínico) lo merecían.

Decía Gielgud que esta era su única actuación cinematográfica al nivel de las teatrales. Y sobre él se debiera haber insistido y haber avanzado en el proceso de la creación como tal, sin perderse en las elementales referencias psicoanalítico-expresionistas que tanto le gustan a Resnais (siempre abusando del montaje y la música del chim-pón).

Aún así Providence acaba por ser una de las pocas películas que conciben de manera adulta el mundo de la literatura dentro del cine. La memoria y la ficción y la mentira como habitaciones intercambiables y fáciles de confundir. El sueño y la realidad. No es por tanto extraño esperar que un chino viejo salte a nuestro salón cualquiera de estas noches mientras dormimos o creemos dormir.

Chablis para dormir y soñar

viernes, 1 de abril de 2011

Un Sueño

Una semana de enfermedad y poemas que termina. El viernes por la tarde como momento de redención por tanto tiempo perdido. Entrar y salir de un supermercado sin echar un solo vistazo al frente, procurando ser intocado por la masa y su mirada borrega. La decadencia física, la certeza de la decadencia física, como tabú. No poder pronunciar dos simples palabras: estoy enfermo. Sobreponer el ánimo a las convenciones y a las propias convenciones del ánimo. Juguetear con monedas y buscar rapidamente mi gel de manos higienizante. Tocarse menos la nariz. Bastaría con hacernos de izquierdas y ser felices. Demasiado tiempo sin oir un silencio verdadero.


Heribert vs Freud

  [ UN SUEÑO ]

Sobrevolamos una ciudad oscurecida que llamamos Madrid
La reconoces sin demasiadas dudas y yo te sigo la corriente
Dios sabe dónde estaremos y quiénes están con nosotros
Unos asientos más allá creo ver a Heribert Barrera

Antes había visitado tu casa en condición de amigo leal
Me habías comentado que tenías dos pretendientes
Un ingeniero opositor con una tienda de medidas exactas
Y un inversor bien vestido que amenazaba con arruinar tu familia

Las mismas galerías, la gran terraza, el desorden de siempre
Habremos jugado (lo recuerdo, no sé cuándo) siendo más jóvenes
Como personajes de Bioy, en el cuarto de la plancha, pálidos
La certeza de pasteles siempre dispuestos en platos de cerámica

Pero ahora desde el cielo solo vemos un Madrid aterrador y oscuro
Como si algún desastre hubiese apagado cualquier luz
Tan solo se mantiene, ya a lo lejos, el intermitente resplandor de un luminoso
Hostal Goya. Hostal Goya. Hostal Goya

No me importa demasiado. Heribert Barrera nos habla en inglés
Y yo me siento al fin cercano a ti, sin distancias ni vergüenzas
No puedo recordar habernos besado pero sé que ha sucedido
This is the fact, dice Heribert torpe y bondadosamente

El sonido de coches y obligaciones acaba con todo: otro día
Es la luz de Barcelona en triste contraste
La nostalgia de un tiempo oscuro, enfermo, improbable

lunes, 28 de marzo de 2011

Dos Poemas



Dos poemas escritos este lunes. El visionado de El Espejo (Tarkovski) y la revisión de una carpeta con papeles de otro tiempo como inspiración nada disimulada.

    [ DOMINGO-LUNES ]

Imágenes sobre tierras húmedas y graneros que arden
No casan bien con aquella lejanía infantil
(competimos pisando margaritas)
Vestidos siempre iguales
Un tiempo de austeridad y migas

Los balones de caucho derrapando sobre el silencio
O los días de lluvia recluida y televisiva
Cuando la noche llega las puertas y ventanas se cierran
Y jugamos a ser la fortaleza que siempre creímos ser

Pero ahora la imagen de alguien cayendo a la húmeda hierba
Cambiando la perspectiva de todos estos años
Apenas ayuda a recuperar un simple pensamiento de entonces
Una consecuencia que pueda compartir con mis hermanos

Nos fuimos deteriorando
Como todos aquellos árboles que mi padre plantó
Disminuidos ante tanto viento y sequedad
Solo aquel que vivía del desagüe, de nuestra propia mierda
Creció por encima de las circunstancias y el tiempo

Y aquí, en esta ciudad de falsa luz
La primavera son cambios de hora y excursiones con amigos
(competimos haciendo tortillas de patatas)
Esperando la enfermedad siempre por llegar
Sin tiempo ni ganas para hablar de derrotas o dolores

Una vieja guirnalda cuelga del árbol junto a mi ventana
No recordaré muchas más cosas de estos años


     [  PAPELES VIEJOS ]


Durante cuánto tiempo repetiste la misma divisa?
“Ha llegado el momento de ser conocido en las calles”
Qué lejos de la auténtica inspiradora: Muy terrible todo
Entonces Apollinaire era como un hermano durmiente
En alguna edición barata y mal traducida

La juventud como una opción moral
Otro de los adagios que llevaron a ninguna parte
Salimos de allí como de todos los demás sitios
Inadvertidamente, en grupo, de manera educada

Revisar viejos papeles no ayuda
Un relato sobre el estadio de Morumbí
Algunas cartas enviadas a mi mismo y no respondidas
El esquema de un libro sobre los ingenieros aeroespaciales soviéticos
Y aforismos, muchos, aplicables tan solo al que suscribe

Ahora mi vida es una vida de reuniones y teleconferencias
Nunca imaginé un presente así
Donde defiendo de manera convincente propuestas disparatadas
Y expongo temas de los que no quiero saber demasiado

Y sé que no habrá nada más. Que este es mi presente continuo
Echar un vistazo a esta carpeta es un viaje al futuro no realizado
Al típico pasado de los chavales sevillanos del centro
Con sus inquietudes, sus limitaciones, su educación intachable
Su gusto por jugar a Machados y Cernudas
O Romeros Murube en primaveras floridas

Siempre nos queda la opción de quemar estos papeles viejos
Y ser, al fin, algo más libres y algo más estúpidos

viernes, 25 de marzo de 2011

Mis Cioranes


Supongo que los tiempos que me tocó vivir en mi Sevilla juvenil y pre-adulta (contando que no comencé a ser adulto hasta los 27 años) fueron tiempos reveladores, llenos de circunstancias que, vista la juventud con la que alterno laboralmente a diario, podría considerar como excepcionales. Éramos un grupo de amigos, conocidos, asimilados y saludados, que nos interesábamos por los libros, la filosofia, la música, el fútbol, la cerveza, el ron, la poesía, las mujeres malas, las buenas, la amistad, los viajes al extranjero, las estadías en el extranjero, los malos estudiantes, las señoras que venían de otros países, los amaneceres, las noches junto al río, los filósofos asistémicos como Cioran y las películas francesas. Hubo de todo, claro, incluso momentos de desesperación adolescente teniéndolos ya vestidos. Pero hasta en esos momentos siempre encontraba uno algún madero de dudoda consistencia al que agarrarse, y uno de esos maderos fue Cioran.
Dos transeuntes de la calle del Amor (Pérez Galdós), Pepe y Pedro Paranoia, debatiendo cada noche sobre el sentido de la vida. Y una sola respuesta: Cioran.
vaya careto
Yo, afeitado y mucho más delgado. Tengo poco dinero y he de sopesar con cuidado los libros que compro. Vuelvo a casa con la dorada edición de Tusquets de En las Cimas de la Desesperación. En la portada la pavorosa imagen de alguien realmente desperado. Daniel y yo lo leemos y coincidimos en que es uno de los libros más divertidos que conocemos. Cioran ayuda a vivir. Lo escribió en Rumanía, en rumano, es su primer libro y le empuja a ello el no poder dormir, el insomnio incontrolado y agotador que le lleva a ese límite en el que todo parece derrumbarse. Y a pesar de todo, allí está Cioran, con su invencible buen humor entre tanto pensamiento depresivo.
Acumulando cioranes y razones varias para salir por la ventana, Cioran nos muestra que es precisamente la idea del suicidio la principal aliada del hombre y su supervivencia. Sabemos que en cualquier momento podemos acabar con todo, y la simple idea de la muerte en momentos atribulados y desazonantes le deja a uno con la sensación de haber triunfado incluso sobre la desesperación. El suicidio como nuestro mejor amigo.
Cioran es joven e insomne. No puede dormir y da paseos interminables por las calles de Sibiu (soy incapaz de imaginarme la pinta de Rumanía en los años 30). Una tarde, desesperado y en casa, hablando con su madre le dice: no puedo soportarlo más! Y su madre, harta, trsite, cansada de verle así le contesta: Si lo hubiera sabido habría abortado! Y entonces se obra el milagro. Cioran siente un alivio inmediato al comprender lo accidental de su presencia en este mundo. Se quita un peso de encima y ve la vida de un color diferente.
Del inconveniente de haber nacido, Silogismos de la Amargura, Breviario de Podredumbre... Nadie puede discutirle a Cioran su habilidad para los nombres. Ni su instinto de supervivencia. Durante 10 años vivirá de una beca para hacer una tesis que abandonó a los pocos meses (en su lugar se dedicó a viajar por Francia en bicicleta, lo que le ayudó a dormir mejor). Hasta los 40 años estuvo matriculado en la Sorbonne para poder comer en el comedor de estudiantes. Y a pesar de todo ello, rechazó todos los premios concedidos (dineros incluidos). Cioran en bicicleta hablando con los campesinos. También hizo cicloturismo por España, su país preferido.
Junto a Ionesco y Eliade forma la trinidad intelectual rumana del siglo XX. Puede que fuera mejor amigo de Ionesco, a quien veía con frecuencia en París, y también se le consideró amigo de Eliade, a quien ya conoció en sus tiempos rumanos. Sin embargo, oyendo a Cioran uno piensa que no fueron tan amigos, y que una corriente de rencores subterfugios les fue carcomiendo durante los años. A medida que morían salían a la luz cartas, artículos, declaraciones de alguno de ellos denunciando, criticando o simplemente menospreciando a alguno de los otros. Curioso que Ionesco y Cioran hablaran en francés entre ellos. Cioran, cercano a la cuarentena, abandona su lengua materna mientras traduce al rumano a Mallarmé. Se pregunta: pero para qué traduzco yo algo al rumano si el rumano lo hablan 4 gatos y a nadie en el mundo le importa? Decide entonces escribir en francés. Y descubre que es escribiendo en otra lengua el mejor modo de anteponer el estilo a la pasión, al arrebato. Ninguna literatura ha antepuesto tanto el estilo como la francesa. El francés le da claridez expositiva a Cioran y le permite o le empuja casi al aforismo a la forma breve y a cierto estilo entre desdeñoso e irónico. De En las cimas de la Desperación a Breviario de Podredumbre hay una gran distancia. Aunque yo me quedo con las cimas rumanas.
Durante más de 50 años Cioran vivió con la misma mujer. Simone Boue, una profesora de instituto. Vivieron en un minúsculo apartamento en el barrio Latino. De manera austera, haciendo turismo en bicicleta, aceptando las invitaciones a cócteles literarios para beber gratis. A veces juego a ser Cioran, pero me dura poco. Sobre todo cuando llego cada mañana a la oficina y entro en este mundo donde todo es importante, donde todo tiene un sentido y donde existen valores facilmente registrables en un folleto desplegable.

viernes, 18 de marzo de 2011

Poemas de Viernes

Primero un poema ya clásico de EE Cummings en el que el hombre es la flor y la mujer asume un papel más activo de lo normal en la poesía amorosa. Woody Allen hizo que el gran Michael Caine intentara conquistar a una dubitativa Barbara Hershey en Hanna y sus Hermanas usando este poema. En especial la última estrofa.

somewhere i have never travelled


somewhere i have never travelled, gladly beyond
any experience, your eyes have their silence:
in your most frail gesture are things which enclose me,
or which i cannot touch because they are too near

your slightest look easily will unclose me
though i have closed myself as fingers,
you open always petal by petal myself as Spring opens
(touching skilfully, misteriously) her first rose

or if your wish be to close me, i and
my life will shut very beautifully, suddenly,
as when the heart of this flower imagines
the snow carefully everywhere descending;

nothing we are to perceive in this world equals
the power of your intense fragility: whose texture
compels me with the colour of its countries,
rendering death and forever with each breathing

(i do not know what it is about you that closes
and opens; only something in me understands
the voice of your eyes is deeper than all roses)
nobody, not even the rain, has such small hands
Y ahora uno de mi propia cosecha para que aprecieis la diferencia entre un poeta y un poeto, que es lo que yo soy.
 
[ ABASTOS ]
 
Un bar que sirve tostadas con sabor a pescado crudo
En el mismo pasillo de los encurtidos
Aceitunas que nadie compra, maduran y comienzan a hablar
En el puesto de El Canalla, El Canalla
Rodeado de mujeres anhelantes de su entrecejo y su cicatriz
 
Las salchichas de pollo tienen el mismo color que las manos de la pollera
Impecable blanco en su bata redondeada
Es la mujer más guapa del mundo?
No piensa lo mismo un maricón viejo mientras sirve donuts a los niños
Directamente de sus uñas negras
En un diminuto cubículo dos señoras que parecen una hablan como tres
El sobrino de la TV que no se acuerda de ellas
Lo puta que es la pollera
Y lo maricón que es el maricón
 
Cuando ya nos marchamos me señalas una escena que no comprendes
Una señora vuelca una cesta llena de fruta en la propia frutería
Es mi madre, te digo sin entusiasmo
Cuando dijo buenos días sin respuesta
Y respondió a su vez y a su manera
 
Fuera de la plaza brilla el sol más allá de las moreras y las viviendas sindicales
Los sueños se hacen así: con mucha mentira y buen tiempo
En realidad siempre llovió
Siempre tuvimos frío
Y nunca dejamos de ser niños

lunes, 7 de marzo de 2011

Apuntando (a una primavera por venir)

Leo el ABC en la mañana del sábado. Poca cosa en el ABC Cultural y dos artículos reseñables: la siempre excelente columna de Rosa Belmonte y un artículo sobre las mejores patatas fritas del mercado. Ya en la noche del domingo me entero por casualidad que esta ha sido la noticia más visitada en ABC.es

No hay entrega de los diarios de Piglia en Babelia. Que yo sepa la última fue el 12 de Febrero. Siempre comentó que lo mejor que ha podido escribir está en esos diarios. Que son inmensos. Imposibles de mesurar. Echo un vistazo a lo publicado el 12 y, una vez más, tengo que darle la razón. Son mucho mejores que Blanco Nocturno. En una entrevista para Letras Libres, Piglia dice que en un principio Blanco Nocturno comenzaría con Renzi en su habitación, solo, releyendo sus diarios y entablando conversación con su vecina algo desequilibrada. La idea de traer la historia a la ciudad, de poner a Renzi en el centro de todo, de los diarios, de huir de la facilidad que supone oponer campo a ciudad. Todo lo que en un principio estaba previsto y luego, para mal, se desechó.

Vemos Todos eran mis Hijos de Arthur Miller en el Principal de Zaragoza. Pienso en actuar como rendir un examen cada noche. Manuela Velasco comienza llena de energía y gracia y versatilidad, pero en cierto momento se descentra, pierde su sitio en el escenario, comienza a dudar y se hunde progresivamente hasta llega ra soltar alguna lágrima en el momento de los aplausos y los saludos al público. Me hace pensar en mi mismo en mi época de estudiante. Cuando fui capaz de arruinar algún que otro examen por culpa de esa mezcla de relajación, confianza, miedo y estúpidez que solía entrarme justo cuando todo estaba más a mi favor. Quizá por eso hoy haya vuelto a soñar con esas extrañas asignaturas que aún mantengo pendientes y soy incapaz de aprobar.
Encuentro, gracias a la limpieza interminable de estos días, unas fotos que ya no recordaba. Ahí estoy yo, junto a Natalia, Iván, David. viendo la final de la champions (la del gol de Zidane) o la final de Copa (la que ganó el Depor en el Bernabeu), no recuerdo bien, vestido del Betis, con unas gafas de sol, extremadamente delgado. La gente me comenta que estoy mucho mejor ahora. Y es verdad. Mi cara, la forma de mi cara, ha cambiado. Soy más guapo y tengo una expresión más segura. Mi aspecto, en general, es más consolidado, y no genero dudas a mi alrededor acerca de un posible desmembramiento inmediato. Y, sin embargo, en otras cosas sigo siendo el mismo. Leo un email de la época y descubro la misma inconsistencia puntuando y los mismos temas de siempre. El mismo sujeto en un piso más amplio y mejor decorado.

Dedico el viernes noche a ver Origen (Inception). 20 minutos menos de tiros y peleas y 20 más dedicados a hablar, conversar o simplemente estar juntos en una habitación y hubiéramos pasado de un divertimento a una buena película.

La política como el arte del agotamiento. Ahora y siempre. Resulta que Catón terminaba todos sus discursos con la misma frase: Delenda est Cartago. Imagino el cansancio de los opositores, y de sus propios compañeros, por la dichosa coletilla que en su momento pudo tener gracia pero al final era como una de esas frases que los cómicos usan para ser recordados y todos acabamos odiando con el paso del tiempo. Delenda est Cartago. Mi teoría es que los romanos decidieron finalmente arrasar Cartago (cuando ya no era ni necesario) solo para que Catón se callara de una vez. Podemos ver el típico desfile de la victoria atravesando el Foro, la muchedumbre exaltada, la fanfarria de turno, los esclavos caminando encadenados y cabizbajos, y entre el público retirándose con cara de pocos amigos, a Catón cabreado por no tener nada más qué decir. Delenda est Catón.

viernes, 18 de febrero de 2011

La Filosofía y Yo (que no el Yo)

1.
Entre los años 80 y 90 las clases de filosofía en un instituto público cualquiera se parecían bastante a esto: una profesora que basculaba entre el entusiasmo de la Obra o el escepticismo de los pensadores derrotados, un grupo de jovenzuelos bien educados, algunos interesados en la materia y un tipo que solía hacer el papel de bufón. Éste fue precisamente mi rol durante aquellas clases con aquella señora que leía ayudada de una lupa, se dormía a si misma con sus explicaciones sobre los presocráticos y nos daba la impresión de ser una bollera armariada y tristona (vivía con su hermana y no me la imagino viendo Médico de Familia). Si, por ejemplo, se hablaba del perro de Pavlov y los actos reflejos condicionados, yo preguntaba: qué paso con el perro? (eso de ponerle un tubillo en el estómago siempre me pareció terrible). Al final la señora optaba por mandarme a hacer recados mientras ella explicaba en su monocorde tono lo que tocara. Lo curioso es que de todos aquellos que estudiamos aquel curso es probable que ahora sea yo el único que recuerde algo y aplique aún alguno de los conocimientos adquiridos, como me ocurre cada vez que pasamos junto al Walden de Sant Joan Despí y hablo de Skinner, de su libro Walden Dos y del conductismo.
Un hombre alegre

Peor experiencia fue la que nos tocó vivir con aquella otra profesora numeraria de la Obra y su peculiar forma de entender la historia de la filosofía, donde Hegel, Marx, Feuerbach, Nietzche o alguno más aparecían pequeñitos, pequeñitos (cual pigmeos), mientras Platón, San Anselmo, San Agustín o Santo Tomás adquirían dimensiones gigantescas. Su obsesión (era de esperar) era el alma inmortal y ante este dogma (ejercicio de fe) no había peros posibles, de manera que cuando alguien ponía en duda la propia existencia del alma era exoulsado de clase (si bien a veces le poníamos las cosas fáciles como cuando Jose dijo aquello de que "eso del alma es una tontería" y a la pobre mujer le dio un ataque). De aquellos tiempos me quedo con el famoso argumento ontológico de San Anselmo, que se explica en un minuto y al que dedicamos medio mes (Dios existe porque podemos imaginarlo. Toma ya!).

2.

Siempre he pensado en escribir un libro llamado: "Mi Mundo como falta de Voluntad y Exceso de Representación". De ello se infiere que Schopenhauer es uno de mis filósofos preferidos, no tanto por su pensamiento (que es altamente atractivo, con todo ese pesimismo vital y ese gusto por la estética que le hace a uno entender por qué Nietzche se fue alejando del mismo conforme se volvía loco y se abrazaba a los caballos por la calle) como por su vida, llena de momentos reseñables (unos) y ridículos (los más).

Resulta curioso, por ejemplo, que Schopenhauer se proclamara el campeón de la negación de todo deseo y viviera obsesionado por las jovencitas, como las encantadoras Caroline Richter, cantante de opera que le aguantó durante unos años, o Flora Weiss, que le rechazó cuando ella tenía 17 y él 43. Quizá la causa de tanto rechazo le viniera de su negativa tajante al matrimonio, del que decía que era conservar la mitad de los derechos y asumir el doble de obligaciones, o intentar encontrar una anguila a ciegas en un saco lleno de serpientes (aquí, sin duda, se le ha ido un poco la mano con la metáfora). Toda esta crítica al más discutido sacramento puede venir provocada por su ya proverbial misoginia que le llevó a decir que las mujeres estaban hechas para obedecer y que eran tontas. Parece, sin embargo, que su opinión cambió ya en la senectud cuando sirviendo de modelo para un busto modelado por la escultora Elisabet Ney dijo que las mujeres, fuera de la presión de la masa, podían llegar a mayores logros que los hombres (aunque con la Ney delante yo también habría dicho lo mismo, ya que ella se jactaba de dormir en un catre, comerse un huevo crudo, prepararse una limonada y haber hecho de este modo las tareas domesticas del día).

Dos mujeres, sin embargo, fueron las mayores compañeras de Schopenhauer durante su vida: Johanna, su madre (como no) y la señora Caroline Marquet. La relación de Schopenhauer con su madre no fue precisamente idílica. Quizá el extrañamiento entre ambos se inició a la muerte del padre, auténtico golpe para el joven Arthur, no tanto por el cariño que le profesaba sino porque una absurda promesa en el lecho de muerte le obligó a pasar dos aburridísimos años en la escuela de comercio (que me lo digan a mi que me pasé 7) mientras su madre se largaba a Weimar a ejercer de salonniere intelectual, escribir novelillas, conocer a Goethe y liarse con su joven casero. Al triste y pesimista Schopenhauer aquel arrebato de vitalidad y alegría no le hizo mucha gracia y menos viniendo de su madre recien enviudada. Los reproches fueron tales que cuando Arthur se mudó a Weimar finalmente su madre le buscó alojamiento lejos de su propia casa. El punto final de sus relaciones se produjo cuando Schopenhauer publicó su primer libro: De la Cuadruple Raiz del Principio de la Razón Suficiente. Con dicho título no era de extrañar que la ligera Johanna tras echarle un vistazo dijera que era ilegible, incomprensible y que no lo compraría ni el tato. A lo que Arthur respondió que de su libro se hablaría cuando ya nadie recordara la mierda que ella había escrito (y tenía razón... suficiente). Para acabar decir que Johanna, de derrochona que era, pasó sus ultimos días entre penurias y pidiendo una pensión al Duque de Weimar para poder morir en paz.

Y Caroline Marquet? Quién era ella? Un joven Schopenhauer sale una mañana muy temprano y  con cara de vinagre de su casa y encuentra en la entrada a una señora llamada Caroline Marquet. Por el tono de voz reconoce que es la misma señora que le ha despertado (su dormitorio está justo encima de la puerta queda a la calle) con su insufrible charleta a toda voz. Encima la señora parece no hacer caso a sus intentos de llamar su atención para que: 1) se calle de una vez 2) se retire y le deje pasar. El joven Arthur hace todo un alarde de voluntad desbocada y representación sin disimulo y sin mediar más palabra empuja a la señora al suelo y comienza a darle bastonazos en medio de la calle. Schopenhauer fue denunciado y condenado a pagar una compensación a Caroline Marquet durante 20 años. Seguramente la relación más larga de Schopenhauer con una mujer. Cuando murió, Arthur escribió en una copia de su certificado de defunción: la vieja se ha muerto, un problema menos.

3.

Supongo, entiendo, que la filosofía no es esto. Pero también sé que la filosofía es precisamente esto. Si Mlodinov y Hawking se premiten escribir en la primera página de The Grand Design que la filosofía está (al fin) muerta, es porque en su visión de lo que la filosofía ha de ser no hay espacio para el punto 2 de mi disertación (ni para el 1 ni para el 3). Sin embargo, pienso que de algún modo relacionado con el principio de indeterminación de Heisenberg está el hecho de que las propias proyecciones de la imaginación, nuestro imaginario (por decirlo de algún modo) modifican el mundo en el que vivimos, y que por eso mismo tendría que haber espacio para 1 y 2 y 3 en eso que llamamos filosofía ahora y que como dijeron algunos está más cerca de la literatura fantástica que de otra cosa. Yo lo dejo en literatura y me parece bien que así sea.

martes, 15 de febrero de 2011

Fahrenheit 451 (dedicado a Natalia)

Hace unos meses se dedicó en este mismo blog una entrada a Ray Bradbury: http://www.concarrobe.com/2010/07/cult-of-ray.html En ella, curiosamente, no se hacía mención a uno de sus grandes libros: Fahrenheit 451. Quizá se deba a que siempre me he sentido mucho más vinculado a su espléndidamente malograda adaptación cinematográfica. De hecho, uno de mis primeros recuerdos fílmicos es haber visto la película en un programa ejemplar y por supuesto ahora desaparecido: Pista Libre. Allí, un grupo de chavales se dedicaba a ver una peli el sábado por la mañana antes de comentarla en algo parecido a un cinefórum con canciones de Radio Futura y algún que otro porro. Y sí, allí vi Fahrenheit 451, en un tiempo en el que mi hermano Javier y yo devorábamos cualquier cosa que se pareciera a ciencia-ficción. Años más tarde leí el libro, que me pareció ingenioso al principio, ingenuo más tarde y pesado al final.


Y bueno, es posible que ingenua y pesada sean dos adjetivos que peguen bien con lo que al final es esta película. Ingenua, pesada y hermosa. Malograda al intentar introducir elementos hitchcokianos en un entorno nada favorable, en jugar de manera inocente con la idea de las dos caras de una misma moneda (esa doble Julie Christie), en ser incapaz de levantar el ritmo de una historia que funciona a tirones y en base a escenas memorables sin la debida ilación. Pero finalmente, inevitablemente, esencialmente hermosa.


François Truffaut, y he aquí su primera mención, comentaba en uno de sus escritos la existencia de una serie de películas en la filmografía de sus directores que se caracterizaban por ser expresión de un fracaso cuando parecían aglutinar todos los elementos necesarios para el éxito. Eran los llamados "grands filmes malades". Curiosamente Truffaut llenó su carrera de unas cuantas de estas grandes películas malogradas. En el caso de Fahrenheit 451 se unía el hecho de ser su primera película en inglés, de rodar con un mayor presupuesto, de manejar una historia lejos de los bulevares exteriores o el barrio latino. En realidad fue el amor por los libros lo que llevó a Truffaut a atreverse con la ciencia-ficción y a veces el pretexto no resulta suficiente. Tampoco las cosas fueron fáciles. En primer lugar se optó por Oskar Werner para hacer de Montag (muy apropiado y muy germano para el papel) si bien pocos esperaban que después de su gran éxito y camaradería rodando Jules & Jim sus relaciones se agriaran tanto haciendo F-451 (ya por entonces Werner le daba demasiado a la botella y el hombre se empeñó en aumentar la carga erótica de su papel (?)). Curioso resulta también que años después Truffaut lo utilizará en forma de fotografía (de su pequeño papel en Lola Montes de Ophuls) para ser uno de los retratos que cubren la capilla de culto a los muertos de La Chambre Verte, una de las más extrañas y emocionantes películas de Truffaut. Para cerrar el círculo, comentar que Wener y Truffaut acabarían muriendo el mismo año (1984, otra distopía) con solo dos días de diferencia.


Por seguir con los elementos que hacen a esta película una obra maestra truncada me gustaría referirme a la fotografía del gran Nicolas Roeg, con sus colores metálicos y sus poderosos rojos en los bomberos que inician fuegos. Poco después saltaría a la dirección para convertir (si es que era necesario) a Bowie en un alienígena o a la gran actuación de Cyril Cusack, ese señor con tan mal genio que no era más que un trasunto del auténtico Cyril Cusack, consevador polemista en la ya de por si conservadora Irlanda de los 60, 70 y 80 y que resultó al final ser un adúltero escondido.


Ya para terminar, por supuesto, el final. The Road and The Finale es el título de la última pieza de la memorable banda sonora escrita por Bernard Herrmann para Fahrenheit 451. Decía Bradbury que fue él quien convenció a Truffaut para que usara la música de Herrmann. No tenemos porque dudar del viejo Ray, pero nos queda la impresión de que aún sin su concurso Herrmann habría sido el elegido. Ignominiósamente apartado de Torn Curtain por el propio Hitchcock (no se volverían a hablar) por no querer hacerle una cancioncilla a Julie Andrews (la simple idea de ver a Herrmann escribiendo supercalifragilisticospiralidoso es impactante), Fahrenheit 451 parece convertirse en una suerte de revancha para Bernard Herrmann que da lo mejor de si mismo en piezas como the Bedroom o Flowers of Fire, o en la ya comentada e inigualable The Road and The Finale. En algún lugar Truffaut dijo que la escena final fue el auténtico motor de su imaginación y su voluntad para hacer esta película. Donde Bradbury situó una farragosa discusión entre personajes demasiado arquetípicos, Truffaut optó por hacer un bello homenaje a los libros, al acto de leer, a la memoria compartida en las lecturas compartidas, a la palabra escrita y a la transmisión oral, que aquí, por culpa de la dictadura de la imagen invierten el normal proceso histórico. es la música de Herrmann, y Montag comenzando a ser un hombre libro gracias al ejemplar de Tales of Mistery and Imagination que consigue guardar consigo en su huida, y sobre todo, el abuelo que transmite a su nieto, ya en su lecho de muerte, los parráfos de Weir of Herminston donde habla de una infancia sin cariño (como la del propio Truffaut) en un libro que Stevenson no pudo acabar. Y todo mientras nieva silenciosamente sobre un bosque donde solo se escucha hablar a los libros.


Definitivamente, la película alcanza su grandeza en esta y otras escenas llenas de emoción, como ese Montag descubriendo el mundo a través de un tomo de una enciclopedia, como muchos hicimos hace ya demasiados años.

viernes, 11 de febrero de 2011

Bellavista

Las calles son como las de un poblado medieval. O mejor, son las calles llenas de barro y suciedad y charcos y perros que cruzan ciegos de hambre en un asentamiento minero y nublado. En verano, sin embargo, parece que estamos en el oeste americano. Las mujeres salen (y no creo que en los westerns haya una escena como esta) con sus cubos a baldear la entrada a sus casa y a asentar la tierra polvorienta, por algo estamos en Sevilla. O no estamos en Sevilla. Quien puso el nombre de Bellavista probablemente fuera ciego.
Tenemos a esa chica que rondará los 16 años. Culona, buenas tetas, se contonea por las calles y hace que los hombres (esos que llevan camisas blancas y pantalones grises) se giren a verla, le lancen algún piropo o simplemente se miren entre ellos con sonrisas profundas. Lleva un cubo rojo que hace un extraño ruido, como de chapoteo. En estos años un cubo rojo es algo más que un cubo rojo. Estamos en un país grisáceo y todas las miradas parecen ir al cubo rojo chapoteante. La chica de las caderas y el cubo rojo lleno de mierda. Claro, pocas casas tienen baño y cañerías para desagüar, y los excrementos se trasladan al caño o al cerrado o como quieran llamarlo (cada pueblo tiene el suyo), no lejos del barrio. Mi madre mira con desprecio a la chica culona y sigue sus pasos con su aspecto desgarbado y algo infantil para su edad. Ella no lleva un cubo, sino un paquetito atado como para regalo. Una mierda de regalo, piensa para ella mientras se ríe.
Allá en el cerrado se reune la gente a cagar. Sí, ante cualquier necesidad biológica los vecinos (varones) de Bellavista marchan con la tranquilidad que el cuerpo les permite hacia ese lugar no demasiado escondido donde uno se alivia sin molestar a los demás. Un trozo de papel de periódico y unos minutos pensando en cualquier cosa.
Las casas de Bellavista no son más que chamizos, tabiques, muros, tejados que se superponen, se apoyan, se adintelan, pero no son realmente casas. Llegarán más tarde el dinero y la prosperidad en forma de engendros sin forma definida, torreones, mazmorras medievales, escayolas, muchas escayolas, y el efecto seguirá siendo el mismo. Los domingos la gente intentará vestirse mejor y recorrer el camino que les separa de Sevilla. Conocerán la ciudad (que se conoce y reconoce cada domingo, tal es el impacto repetido), se harán una foto en el Parque de Maria Luisa y volverán a Bellavista. Otras veces irán al fútbol, al final de La Palmera que para ellos es el principio. Y será este grupo de amigos el que le diga claramente a Rafaé: oye, no vengas más que eres gafe. Es el Betis del loco Otero, Del Sol, Yanko, Bosch, Eusebio Ríos... El loco Otero se aburre siendo portero y cuando el Betis ataca se va hacia la grada y se pone a charlar con el público. Entonces es el contrario el que comienza a atacar y la gente grita: Otero, Otero, que vienen! Y Otero vuelve a la portería. Y así cada domingo.
En La Paloma se reunían los comunistas del barrio. El Sastre, que era gallego, otro al que llamaban el Profidén (por su dentadura imposible), y unos cuantos más que fueron presos del canal. Buena parte del barrio habían sido presos condenados a trabajos forzados. Acabaron construyendo el Canal del Bajo Guadalquivir y acabaron quedándose en Bellavista. Se reunían en el bar de mi abuelo, donde mi padre estudiaba, atendía y se hacía el hombre alto (todos lo veían tras el mostrador, subido a una tarima). Mi madre no pudo ocultar su decepción cuando lo vio al natural, sin los cinco centímetros adicionales. En la Paloma se hablaba de Stalin (un Dios en la tierra), de Rusia (el paraiso), de los planes quincenales, de la Pasionaria... Se animó a la URSS en la final contra España, la del gol de Marcelino. Se puso en cuestión la llegada de los americanos a la luna pero se celebró el vuelo orbital de Gagarin. Y sobre todo se discutió, se analizó y se volvió a discutir el porqué perdimos la guerra.
Como en todos los bares había un profesor borracho que acabó malvendiendo su biblioteca a mi padre por unas cuantas copas más que le llevaron derechito al delirium tremens y a la muerte. Y otro que también era borracho y además lerdo que en una apuesta se comió una cucaracha.
Yo me conozco de memoria el noviazgo de mis padres. Me produce una mezcla de vergüenza, emoción, tristeza, risa y ganas de llorar. El traje de flamenca blanco, la peluquería denunciada, el vaso de leche y el barquillo, las absurdas lecciones de matemáticas, mi tío Paco como carabina, la chaqueta de alférez sin camisa debajo... Luego pienso que todos tendrán una sensación parecida y que todos los noviazgos se parecen. A mi, por ejemplo, me gusta pensar en una chica llamada Pepita que hace todos los días el camino desde la fábrica de Uralita envuelta en un novedoso e improbable chubasquero de plexiglás (?). Sí, era mi tía Pepita "la presihláh". Y pensar en Pepita "la presihláh" del brazo de mi apuesto tío Hernández (el Yul Brynner del barrio) me reconcilia con cualquier destino.

lunes, 31 de enero de 2011

9 años

Era domingo y tenía resaca. Como los asesinos con ganas de ser capturados volví al lugar de autos. Allí estaba Iván, fresco como una rosa de Colmenar Viejo, terminando de limpiar. Nos sentamos en la terraza. Una luminosa mañana ateniense. Sol y calor en la primavera sobrevenida de uno de los eneros más fríos que se recordaban. Hablamos, bebimos cerveza, yo bebí cerveza, unas cuantas, una forma conocida y peligrosa de superar la noche anterior. A nuestro alrededor todas aquellas plantas que Iván cuidaba de manera conmovedora. Parecía la azotea de mi abuela Elena. No sé si vino alguien más. Puede que fuéramos nosotros los que nos llegáramos a casa de Coto y Cris. Seguí bebiendo. Bebía como si nada me importara. Como si todo me importara tanto que no pudiera más que beber. No recuerdo qué comí. Sí me puedo ver en un bar, con Iván, puede que con Coto, Cris, Natalia... Encontramos, más tarde, aquel lugar que echaba el R.Madrid - Betis. Apenas me tenía en pie. Grité, canté, me tiré por el suelo. El dueño quiso echarme y los clientes me defendieron (aunque solo fuera por el espectáculo que les estaba dando). Meses después aún me saludaban por la calle.

Vomité y al día siguiente no pude ir a trabajar. La peor resaca de mi vida. No pude pensar demasiado. Solo me recuerdo temblando y con el estómago a la altura de mi nariz.

Pasó otro día. Tampoco pude ir a trabajar. Para qué. Sabía que nadie me quería en aquella empresa y que nadie me pagaría en el futuro por hacer lo que en ese momento hacía. Pensé mucho. En mi. En mi vida. En lo que hubiera querido hacer. En lo que me hacía sentir prisionero. En la capacidad para hacer que las cosas cambien. En lo que determina lo que somos, lo que fuimos y lo que seremos. Pensé que estaba enamorado y que no hacía más que darle vueltas a todo por no enfrentarme con esta verdad. Me fui a dormir.

Los sueños como una señal de nuestro poder sobre nosotros mismos. Al levantarme sabía que había tenido la ocasión de ver mi futuro y mi felicidad. No creo poder describir la sensación de confianza que me llenaba, que hacía de cada gesto rutinario un paso más en un destino glorioso y conocido. Llegué a la oficina, pálido y seguro de mi mismo. Escribí un email a la mujer con la que había soñado y me senté a esperar.

Cuando ella respondió (una vez leí su respuesta) me levanté y salí a la calle. Una fábrica aislada entre campos vacíos. Apenas algunas casas divisadas a lo lejos, la percepción de una ciudad enorme algo más allá, y las montañas que muchos habían visto hacía mucho tiempo. Párniza, Péndelis, los restos de nieve que aún quedaban en la cumbre. Recuerdo el sonido de la tierra al ser pisada. Y el frío como una bendición. Recuerdo el no poder respirar normalmente como la mayor expresión de mi felicidad.

Hubo una llamada telefónica llena de timidez y emoción aquella noche. Hubo también una serie de poemas escritos en una mesa y una habitación que olía a te y magdalenas. Fue una noche como esta, hace nueve años. Cuando era joven y delgado y triste, y sabía que la tristeza se había ido, como un día se marcharían la juventud y la delgadez. Nueve años recordando aquella voz arrastrada, apenas audible, cargada de emoción y novedad. La misma voz arrastrada, apenas audible, cargada de emoción y recuerdos que escucho cada noche. 


 

miércoles, 5 de enero de 2011

Los Reyes Magos

Qué buen corazón tenía Carpanta
Como todos, recuerdo noches de Reyes sin poder dormir, esperando la mañana, mirando mi reloj Casio cada 15 minutos, gastando la pila de tanto darle al botón de la luz.

Recuerdo unos Reyes en los que había pedido unos clicks de Playmobil (que antes era Famobil, uno que es viejo) y lo único que encontre fue una carta escrita con la inconfundible letra de mi padre (siguiendo sus enseñanzas de profesor de Dibujo Técnico en la Universidad) y un bolígrafo Bic de aquellos que tenían 4 colores que también sabíamos el favorito de mi padre. La carta decía algo así como: Rafa, los Reyes han decidido dejarte tu regalo en el campo. Uno era pequeño pero no tan tonto como para preguntarse: 1. Por qué los Reyes hablaban de si mismos en 3ª persona? 2. El campo? Por qué se referían con tanta familiaridad a nuestra casa en el campo? O quizá hablaban del campo en general? Cuando llegamos al "campo" encontramos una bicicleta, y, era de esperar, se acabaron mis suspicacias de niño gafotas.

Mi hermano mayor siempre fue un niño obsesionado con los esfuerzos comunales y los regalos caros. Más de una vez nos convenció para unir nuestros poderes y solicitar un superregalo. Recuerdo que uno de los más esperados fue una maquinita de marcianos que hacía un ruido infernal cada vez que se iniciaba una partida. Imaginad un 6 de Enero a las 8 de la mañana, en la triste y gris Huelva de los primeros 80, que de repente un grupo de niños repelentes encienden un cacharro que hace TITITITIRRIIRORIIIIIIIIIII...TIRIRITIRITIRIROOOOORIIIIIIII!!!!!! a todo volumen. Y encima se repite el soniquete cada 5 minutos. Fue una forma de que mi hermano Javier iniciara una de sus habituales rutinas irritantes (especialmente para mi padre): hacer un ruido insufrible la mañana del 6 de Enero. Otra memorable en este sentido ocurrió muchos años después, ya con los huevos vestidos (que diría mi madre) cuando nos regalamos una espectacular cadena con potencia suficiente para montar una discoteca y mi hermano la montó y probó (serían las 7 de la mañana) sin éxito. Subía el volumen más y más y no oía nada, hasta que se percató de que había olvidado pulsar no sé qué botón. El bufido se escuchó hasta en Utrera.

Otras historias de Reyes son fiel reflejo del agotamiento al que llegan las familias con el paso de los años. Es el caso de mi padre y sus regalos a mi hermano Daniel en esa difícil época de los primeros picorcillos y las voces cambiantes. Por alguna extraña razón nuestro Pater pensaba que a Daniel le apasionaban los libros de viajes y paisajes (en realidad es a mi padre al que le gustan). Y eso fue lo que le regaló. El problema, sin embargo, no fue el género libresco sino el propio libro en sí: Capri, La Isla más LINDA del Mundo. Mi hermano no daba crédito a semejante mariconada. Daniel compuso su mejor sonrisa falsa y el libro quedó arrumbado junto al libro de esquelas (sí, esquelas) que yo recibi. Pero la historia no quedó ahí. Como se suele decir, la realidad supera  a la ficción y un año después llegaron los Reyes de nuevo. Nadie hubiera esperado un desenlace así, y menos mi hermano, acostumbrado a lo peor cuando de regalos paternos se trataba. Era un libro, eso parecía claro, pero qué libro? Conforme los trozos de papel de regalo caían al suelo caían también junto a ellos años de fe en la humanidad. Daniel elevó el libro y nos los mostró. Era Capri, La Isla más LINDA del Mundo. Sí, mi padre lo había conseguido.

Siempre preferí a Ibañez frente a Escobar, Mortadelo a Zipi y Zape. Sin embargo, he de reconocer que Escobar me hizo pasar algunos de los mejores ratos que pueda recordar. Me encantaba Carpanta. Me producía una doble sensación de angustia y placer verlo pasar hambre, suplicar a Protasio, y nunca conseguir nada. De todas las historias de Carpanta mi preferida es aquella en la que fiel a su condición de paria se ve obligado a dormir en la calle un 5 de Enero. Un chaval pasa a su lado por la tarde llorando. Se queja de que sus padres no le dejan pedir un tren eléctrico. El niño tiene un bocata al que no hace ni caso de triste que está y Carpanta, famélico, le pregunta si se lo va a comer. El niño dice que no tiene hambre y se lo da. Llega la noche y Carpanta se refugia en una tubería, aterido de frío. Apenas puede dar una cabezada cuando oye ruidos. Se asoma al exterior y ve a...los Reyes Magos. Hombre Carpanta, qué tal, le dicen, por qué no nos echas una mano? Carpanta es tan buen tipo que pasa toda la noche entregando regalos en las casa. Le suceden todo tipo de historias en sus repartos, hasta que llega la mañana. Los Reyes entonces le preguntan qué quiere él. Les ha ayudado mucho y quieren darle un buen regalo. Una fabada? Un jamón? Una paella? Carpanta entonces, y para sorpresa de los Reyes Magos, dice: quiero un tren eléctrico. Los Reyes se quedan algo extrañados. Como quieras, dicen, aquí tienes tu tren. La úlima entrega de Carpanta esa noche sera un tren eléctrico en la casa del niño que le dió su bocadillo.

Feliz Noche de Reyes a todos.