Como cada año (y a pesar de
mis reiteradas amenazas de abandono) vuelvo a perpetrar el ya conocido Poema de
Navidad. En un principio había pensado decantarme por usar la estructura
métrico-rítmica japonesa más conocida: el Haiku. Sin embargo, adaptar nuestras
largas palabras a los versos en 5-7-5 sílabas me resultaba además de difícil,
tremendamente aburrido. Dándole vueltas al asunto, y con problemas para dormir
debido a mi cada vez más lamentable glotonería, tuve la suerte de caer en la
segunda cadena de TVE y más concretamente en un nuevo visionado de El
Desencanto, la genial película sobre la familia Panero. Esos hermanos poetas,
decadentes, locos y dandies sirvieron para que echara un vistazo retrospectivo
a mis propios hermanos y a nuestra antigua tendencia a la pontificación, el
fracaso y la incomunicación. Recordé una breve anécdota navideña que nos
encumbro a lo más alto del ridículo y de allí, de dicha mamarrachada, surgieron
los versos que siguen. Admito el carácter oscuro del poema y las dificultades
para su comprensión. En aras de iluminar a los lectores y a riesgo de reventar
la sorpresa, comentaré que el hecho que se encuentra detrás del poema fue un
visionado en el día de Navidad de Qué Bello es Vivir!, la genial película de
Capra. Habíamos comido y bebido como solo los Viana saben hacerlo, y comenzamos
a ver la película de manera displicente y algo chulesca. A medida que las
imágenes iban pasando y la tarde se convertía en noche, un silencio
inexplicable se apoderaba del salón. Qué ocurría? Muy sencillo, la emoción
(como dicen los periodistas) nos había embargado. Al final de la película nadie
pudo hablar. En mi caso (y estoy seguro que en el de los hermanos) no podría
haber hecho otra cosa más que aullar (a lo Charlie Rivel: auuuuuu). De algún
modo, ver Qué Bello es Vivir! nos había devuelto la humanidad que tanto fracaso
y pose desapasionada nos había arrebatado. Dicho de otra forma, abandonábamos
al fin la adolescencia y nos hacíamos Hombrecitos.
Feliz Navidad a Todos!
[Qué Bello es Vivir!]
En la penumbra
En la sobremesa de hermanos
borrachos
En una casa que se hundió
junto a nosotros
En el olvidado final de los
inanes años 90
Apenas se les reconoce más
allá de sus pijamas – sillones que hablan
Sobre todo cuando la
oscuridad y las gargantas mudas (calcetín de España)
Dejan al silencio
electrónico como única señal de vida
Éramos más fuertes
entonces, reconozco plañidero
Cuando no llorábamos nunca
Nos reíamos del mal ajeno y
propio
Y actuábamos como maniquíes
exquisitamente delgados
Salvo aquella tarde de
Navidad
El padre roncando
avinagrado
La madre entre radios y
cocinas
Y los hermanos sevillanos
pretendiendo conversar a lo Durrell
Éramos muy jóvenes, dijo
Pavese antes de matarse
Sin dar tiempo a los
tiempos decrépitos por llegar
Los mismos que nos hacen
irreconocibles (quién eres hermano?)
Los mismos que nos han
terminado por separar
Y aquella tarde (quel beau
dimanche!)
Mientras el sorprendente
frío meridional nos enfundaba en batines a cuadros
La madurez hecha lágrima e
innovación narrativa nos asaltó
Jimmy el largo, que decía
la madre, murió para redimirnos
Y salvarnos de tanta queja
improductiva y comunista
Esto es el buen
liberalismo, quise decir
Pero solo un sollozo fue
escuchado
Esto es la Navidad, me
repitieron a coro los hermanos lagrimeantes
Esto es llorar, dijeron los
años por venir
Ante todos ellos me levanto
en mi inestable altura
Con un único y terrible
mensaje
Habla por mí el hombre que
finalmente soy
Qué Bello es Vivir!