miércoles, 28 de octubre de 2009

Tan Lejos


Aquí es donde somos tu y yo. En estas cartas, en las cartas que nos vieron hace ya un tiempo. Pero también aquí, más viejos y desgastados por eso que uno nunca comprende hasta pasar líneas de sombra y plazas llenas de sol y ruido. Pero seguimos siendo nosotros. Aunque necesite verte. Aunque sea para verte bailar un rap mientras lloras.

Far, far away
From those city lights
That might be shining on you tonight
Far, far away from you
On the dark side of the moon

I long to hold you in my arms and sway
Kiss and ride on the CTA
I need to see you tonight

And those bright lights
Oh, I know it's right
Deep in my heart
I'll know it's right

By the bed, by the light that you read by
By the time that I get home to say good night
I need to see you again
On the dark side my friend
On the dark side

martes, 27 de octubre de 2009

Vienna o Viana?


Todo el cansancio acumulado durante los últimos 4 días. Un viaje en avión. La jornada en la oficina y el trabajo atrasado (el trabajo retrasado, más bien). La llegada a la casa. Leer. Dormir.

Me levanto. 9 horas de sueño. No mucho más que hacer. Me siento a leer Lucky Jim con cierta resignación. Unos minutos después comienzo a emocionarme. De verdad. Lo que parecía ser una novelita humorística adquiere una rara condición trágica. Jim, el protagonista, intenta dar una conferencia sobre "La Vieja Inglaterra" absolutamente borracho y derrotado (sentimentalmente). La estructura de clases. La falta de ilusiones que precede necesariamente a la madurez. La imposibilidad de la perfección en el amor. La miseria moral de los otros y la mísera condición de uno. Intento encontrar una banda sonora para tanto despliegue. Percy de los Kinks parece perfecto. Encaja incluso demasiado bien. Ideo un entreacto mientras pienso en algo diferente. Gomez, 1000 Times. La escucho dos veces y al final de la segunda audición me decido. Vienna de Ultravox. Los absurdos mecanismos mentales que me llevan a asociar Lucky Jim con Vienna, Midge Ure con Kingsley Amis, quedan deshechos ante el sonido del timbre.

Nadie llama a esta casa salvo para quejarse de las fugas de agua. Me acerco a la puerta con sigilo. "Endesa!!", gritan al otro lado. Abro y veo a dos tipos vestidos con un extraño uniforme (Endesa se lee en el jersey). Uno pequeño y algo parecido a Larry Appleton. Otro negro, con varios pendientes y piercings, de cejas depiladas y expresión asustada. Comprendo que la expresión del primo Larry es también de pánico contenido. Si tuviera un espejo a mano vería a un tipo de pelo sucio y ratonil, camisa de cuadros sobre un pijama deshilachado, expresión ausente y fiera al mismo tiempo, palidez cavernosa y voz de ultratumba. Pero quizá lo peor sea el decorado que presido. Un fluorescente tirado, una maleta a medio abrir, varias sartenes metidas en una bolsa de Caprabo, un tendedero, montañas de libros apiladas, una música que premonitoriamente dice una y otra vez: "this means nothing to me". No necesito hablar. El pequeño suelta una retahila sin sentido aparente. Oigo hablar de liberalización, de rebaja en el gasto, de descuento, de mi última factura. Repite esto último: "deme su última factura". Como si estuviera siendo torturado pregunto: "pero.., cuál es su propósito?". Digo esto mirando primero al pequeño y luego al negro. El tono de desesperación, de estar-tan-lejos, ha sido tal que el negro hace un ademád de huida. El pequeño insiste: "una factura cualquiera nos valdría... la liberalización... recibirá un descuento". "De cuanto?", pregunto finalmente. "Un 2%... solo necesito una factura...". "No,. no", digo con tristeza, "pagaré ese 2%". El pequeño y el negro se miran. El pequeño reune unos cuantos jirones de espíritu comercial y sugiere: "podría venir otro día... dígame cuándo le viene bien". "This means nothing to me", suena tras de mi. "No, no quiero que vengan...nunca", digo como si hablara con un demonio del pasado. Derrotado, cerrando la puerta sin aliento, vuelvo a mi sillón. "This means nothing to me, Ooohhh Vianaaaaa!".

viernes, 23 de octubre de 2009

Él no es educado ni responsable


Utopía. Thomas More se revuelve descabezado en su tumba mientras oteo un improbable horizonte sevillano-lesbiano. Qué nos ha traído hasta aquí? Antonio y yo nos imponemos una disciplina propia y exigente: la conversación no puede decaer, y continuamos hablando con la diligencia que nos caracteriza. Virginia atusa la barba de mi hermano. Parece una niña pequeña de perfecta dicción. Sus ojos podrían atravesar las paredes de este dudoso lugar y llegar a la Alameda, San Lorenzo, los primeros juncos en el río, una portada de una primera edición de un libro ya leído. Fran se vuelve a hacer la misma foto de siempre con los mismos 4 de siempre (Fab Four). Me pregunto qué será de él con el paso de los años. Veo una imagen: un tipo de pelo corto y grisáceo, 50 años, sale a comprar el pan y el ABC mientras pasea a su perro. Nos da la espalda y se agacha a recoger lo que indudablemente es un mojón canino. Sonrío para mi y echo un vistazo al otro lado. María parece absorta en algún pensamiento lejano. Por un momento su eterna expresión de inocencia risueña se vuelve poderosamente grave. Si tuviera que describir una imagen del norte sería esta: la perfección moral de un peinado perfecto.

Pero, qué hemos venido a hacer aquí? Beber, dice Fran gesticulando. Nos acercamos a la barra. La prevención contra el garrafón nos hace dudar. Rives, Larios, Sapphyre? Reforzado por mis 50 euros pregunto con descaro a la camarera de cara triste: "teneis algo que no sea garrafón?" La expresión de caratriste se vuelve si cabe más triste aún, con ciertas notas de fastidio. No, no tienen garrafón aquí, responde sin convicción. Comienza a servir las copas en silencio mientras nosotros hablamos, hablamos, hablamos.

Poco después la camarera caratriste entra en la trastienda tras la barra. Otra chica de aspecto indefinido le pregunta qué le ocurre. Caratriste echa un vistazo por la puerta y señala en el fondo del bar a una figura alargada y con gafas que se toca continuamente el flequillo. Mind the Gap? Él no es educado, dice con ganas de llorar. Ni responsable, le contesta su amiga como si una paloma hubiera iluminado la habitación.

miércoles, 21 de octubre de 2009

Jordan Baker, Nick Carraway y la Honestidad


Entre las cosas curiosas que sobre El Gran Gatsby se pueden decir está el hecho de que la portada de la primera edicíón fue diseñada por el hermano de Xavier Cugat, o que el título que Fitzgerald había pensado originalmente era Trimalchio in West Egg (Trimalchio es un personaje del Satyricon de Petronio), o que el profesor de literatura de Fitzgerald en Princeton murió amargado y afirmando que el libro no podía ser suyo, que Fitzgerald, un payaso como alumno, no podía ser el autor de tamaña obra maestra.

Dejando el anecdotario a un lado y centrándonos en el libro en sí, o más bien en esas cuestiones tangenciales o no estrictamente protagónicas del libro (a la manera de los cervantistas o esos tipos que viviseccionan Hamlet), uno de los aspectos que más me llaman la atención es la relación entre la golfista (que no golfa) Jordan Baker y el protagonista-narrador Nick Carraway. Como recordareis, Nick conoce a Jordan en casa de los Buchanan. Jordan baker es una golfista profesional que destaca por su belleza, su falta de entusiasmo por todo y cierta displicencia a la hora de tratar los asuntos serios de este mundo. Varios serán los encuentros que Nick Carraway (soltero, bien posicionado aunque no adinerado, suceptible de encontrar mujer o ser encontrado) y Jordan Baker tengan a lo largo del libro, en los que aparte de compartir sus informaciones acerca de la trama principal (el affaire Gatsby-Daisy) comenzarán a dar cuerpo a cierta subtrama-flirteo que no acabará de cuajar. La razón de ello? Serán diversas las ocasiones en las que Carraway intente recordar cierto hecho relacionado con Jordan del que fue informado en un pasado. Un asunto turbio que es incapaz de poner en pie pero que le irá obsesionando a medida que en los diferentes encuentros Jordan incurra en pequeñas mentiras, omisiones o acciones de dudoso carácter moral. Es una de estas acciones, una temeraria conducción que está a punto de provocar un grave accidente y que Miss Baker resuelve con un y-a-mi-qué, enciende la luz de Carraway. Jordan Baker fue cogida haciendo trampas al golf. Ya hacia el final del libro, y tras el desenlace (que me ahorro contar), Jordan pregunta a Nick si se volverán a ver, y Nick contesta que no, que no tiene suficiente confianza en la honestidad de Jordan como para seguir siendo amigos y, menos aún, algo más.

Algunos han querido ver en esta decisión de Nick Carraway un punto insoportable de mojigatería. Recordemos que en uno de los primeros párrafos dice de si mismo ser una de las personas más honestas que conoce. Sin embargo, su comportamiento a lo largo del libro es ejemplar y hace honor a tan pomposa afirmación. Cuando miente lo hace apoyado en un bien ulterior mayor, es el único capaz de reconocer la altura moral de Gatsby por encima de prejuicios (solo ojos de buho le acompañará en el entierro) y, por otra parte, descubrir la debilidad en este sentido de todo el clan Buchanan (Jordan incluida). Será también el único en aceptar su propia cobardía cuando acabe estrechando la mano de Tom Buchanan (un acto reflejo casi), y su vuelta al midwest es una forma de redimir lo que pudo haber hecho mal durante toda la historia.

Así pues, de la rimbombancia y rigidez de pensamiento que Nick Carraway hace gala al inicio pasamos a la humildad y lucidez de sus últimas frases. El itinerario moral que sigue capítulo tras capítulo le hace comprender que la honestidad, la honradez no son consecuencia obligada de su invocación constante o la observación de rígidas normas de comportamiento (la paradoja de Kant sobre el asesino de niños), sino la capacidad para elegir la opción moral adecuada ante los sucesos que nos acontezcan y la humildad para reconocer los errores cuando sucedan. Añadiré uno más. La sinceridad con aquellos que están a nuestro lado y afrontan con nosotros las consecuencias de nuestros actos. Una sinceridad reflexiva y profunda (no la simple verdad sin alma), la sinceridad que merecen los amigos.

martes, 13 de octubre de 2009

Tiempos Difíciles - Para estos tiempos


Sábado por la mañana. Aloe Vera / Acidophilus 40+ / Eleuterococo (también conocido como ginseng siberiano) / Agua de Mar Quinton Hypertonic (del Canal de la Mancha). Nada impide sin embargo un nuevo arrebato diarreico.

No acabo de recordar qué compra Íñigo. Yo me hago con El Ruido Eterno (a recomendación suya) sobre la música clásica del S.XX, La Muerte de Bunny Munro (Nick Cave) con El Origen del Mundo (Courbet) en la portada - ese tipo de libro que no regalarías a la familia política, y Tiempos Muertos, una especie de catálogo de impresiones de Roger Wolfe, escritor total (así le llaman). Dos cervezas en la librería asientan mi estómago desmadejado. Hablamos de casi todo, y de casi todo hablamos muy bien (con soltura, con brillantez). Recupero en parte el ánimo y la confianza perdidos esta última semana.

Después de comer. Por error tomo un café solo. Estoy solo y tomo un café solo. Leeré los periódicos y luego leeré medio libro de Wolfe. Seré capaz de leer el libro de Wolfe, ver el futbol en TV y prepararme para la cena en casa de Laura. Comienzo a notar mi estómago y su pretensión de lanzar hacia arriba todo aquello que ha de ir hacia abajo.

Sábado por la noche. Bebemos vino y cenamos pasta con garbanzos y algas. Discutimos sobre economía. Al principio lo hacemos con alegría. Pronto comenzamos a agriarnos. Economía y política. Pablo y yo acabamos acaparando la conversación. No estoy de acuerdo con nada de lo que dice. Más bien, no quiero estar de acuerdo con nada de lo que piensa decir. Niego sus argumentos desde un principio. Pablo comete el mismo error una y otra vez. A cada comienzo suyo: "comprenderás que...". Le contesto: "no, no comprendo". Si dice: "a nadie se le ocurre pensar..". Yo respondo: "sí, a mi". Aburrimos a Martin y Laura que quieren irse a dormir. Yo también.

Eldorado. Pablo quiere tomar una copa y yo no. Al final tomamos dos en Eldorado. La charla es sincera (por primera vez en muchos meses), demasiado quizá. A nuestro alrededor muchachas ya talluditas con ridículas expresiones de mujer fatal. Apuro la segunda copa rapidamente, como si fuera un jarabe. Nos vamos y algo dentro de mi comienza ya a marchar mal.

En la TV Peer Gynt. Una multitud de finlandeses tirados en la hierba de un auditorio al aire libre. Cinco minutos más tarde vomito la cena (las algas en primer plano). Me siento frente a la TV, aliviado. Lo que comenzó en Eldorado toma finalmente forma. Un cansancio único, concreto, definido. Una sensación irrevocable de fracaso que me impide mover un solo dedo. Paso dos horas paralizado (Peer Gynt mediante) hasta que un rescoldo de cordura me levanta y conduce lastimosamente a la cama.

Domingo mañana-mediodía-tarde. Ácido despertar. Lo peor, sin embargo, es descubrir la angustia otra vez ahí, otro domingo. No poder ver el baloncesto, no poder leer. Salgo a comprar los periódicos, algo de sopa, jamon de york. Simulo comer y me planteo dormir. No hay nada que hacer. Acabo leyendo los periódicos. Una foto de Lula me hace llorar. Una absurda foto de Lula me hace llorar sin consuelo, amargamente, sin ruido. No son ni las 4 cuando salgo a la calle. Decido caminar sin alejarme demasiado de casa, recorriendo círculos concentricos. Llego al parque de la Maternidad. La celebración de un cumpleaños me hace pensar en la Pax Catalana, y en lo innoble que mi presencia de inmigrante angustiado ha de parecer. "Toca al leproso", dan ganas de decir, pero no digo nada. Dos horas después me dejo caer en la cafetería de un hotel para tomar una coca-cola y leer El País.

la segunda parte del Betis es infame. Algunos borrachos no acaban de entender lo que están viendo, y no es culpa suya. Los tipos de la camiseta verdiblanca muestran la intensidad de un gran depresivo. El bar, sin embargo, vive de manera arrebatadora. Un amplio grupo de bajísimo nivel social celebra algo parecido a un cumpleaños. Ellas parecen putas y ellos chulos. Los niños visten de manera inenarrable. Sin embargo, cuando se reunen en parejas o grupos más pequeños a conversar uno descubre que no son delincuentes, tan solo son pobres e ignorantes. Se toman dramáticamente en serio y no creo que lleguen nunca a comprender el alcance de su tragedia. Qué pensaran de mi? Solo, con una botellita de agua y un paquete de patatas, mascullando por lo bajo juramentos a la pantalla. Ni siquiera me habrán visto. Para ellos seré invisible: por delgado, pálido, pensativo, silencioso. "Mira cómo vive la gente", decia L.G. Montero en un arrebato de poesía social y nueva sentimentalidad. Esa es la diferencia, ellos no nos ven.

Son las 3 de la mañana y una orquesta de pueblo retrasa mi llegada a un día necesariamente mejor. Juan Luis Guerra, La 5ª estación, Chenoa... Ante el final del concierto, un grupo de jóvenes juega a querer continuar la fiesta. Yo me agito debajo de la manta y repito para mi como una letanía sin final: hijosdeputa-hijosdeputa-hijosdeputa....

Hoy es lunes 12 de Octubre, Día Nacional de España. Sin aspavientos, mirando un suelo lleno de serpentinas y una calle vacía, me digo: Viva España.

jueves, 8 de octubre de 2009

Sevilla - Londres - Mikensa (I)


Te acuerdas Antonio? Mi hermano nos llevó a Málaga, al aeropuerto. Aquel vuelo que acabamos comprando en la agencia de viajes (ya desaparecida, como no) de la calle comercial con menos éxito de la historia: la calle del Instituto. Te acuerdas, verdad? La rubia que nos vendió el vuelo, que nos contó su experiencia en Londres y nos dio aquella recomendación absurda que guardamos como último recurso y acabó siendo el primero: hablen con el señor Mikensa. De mi casa a Mikensa, pasando por un vuelo Málaga-Londres, mientras esperábamos a despegar, comiendo una de esas agujas de atún que mi madre lleva años comprando en El Corte Inglés, y yo, incapaz de acciones originales, vuelvo a comprar en el Opencor.

Llegamos a Gattwick a mediodía. Después Victoria Station y de allí a Earl´s Court. Nos quedaríamos en casa de Jose, en uno de los planes más absurdos y peor conformados de la historia. Le habíamos visto unos días antes de nuestra marcha, mientras estaba de vacaciones. Le parecía bien que nos quedáramos en su casa, pero desgraciadamente no podía avisar a su compañero de piso. De todos modos daba igual. Nos escribía una nota para que se la diésemos a él. No habría problema. Así pues, un papel garabateado con la ilegible letra de Jose era nuestro pasaporte (más bien nuestro salvoconducto) al Londres ciudadano y respetable. Fue la visión de la calle y sus casas de victoriano recibidor blanco lo que nos congració con la decisión que habíamos tomado. El sol salía y se iban las dudas que había visto en ti, Antonio, cuando parecías ponerte un impermeable a todo lo que veías alrededor, a todo lo que oías, como si quisieras negar el hecho de que estabas lejos de casa, en un lugar del que nunca habíamos oído hablar: la pobreza.

Subimos a la casa (un fuerte olor a pintura rancia) y por primera vez en el día pudimos sentarnos y descansar. Aquí viviríamos hasta que encontráramos una habitación propia. Era un apartamento, mejor dicho un estudio, con la zona de camas (dos gemelas) separada del salón por una cortina. Cocina integrada y baño similar a un armario. Posters de películas de terror (Texas chainsaw massacre) y grupos de heavy satánico decorando las paredes. Una play, una TV, y más CD´s satánicos. Mucho videojuego y una revista abierta tirada en el único sillón de la casa: el plano de Resident Evil II. Recuerdo que nos miramos y comenzamos a dudar del que iba a ser nuestro compañero de piso durante la siguiente semana.

Sin embargo, y junto a la posible desazón que tanto cabo suelto nos provocaba, una irrefrenable sensación de libertad parecía poder compensar cualquier imponderable. El Chino nos había dicho por teléfono el día anterior que vendría aquella tarde, y decidimos salir a recibirle. Ya instalados. Londinenses finalmente. Nos sentamos en el murito que delimitaba la propiedad, los pies colgando a ras de la acera, y vimos a la gente pasar y envidiar nuestras sonrisas y nuestra paz, mientras yo tarareaba Sittin´on a fence de los Rolling Stones y tu hacías comentarios mordaces sobre todo lo que veías.

Poco después llegó Javi con su habitual tono de sorpresa y sarcasmo: Quillo, que hasei´ahí? Tenía el aspecto de un oficinista recien salido del trabajo. El único problema es que no tenía trabajo y uno no podía saber muy de dónde había salido. Probablemente en el maletín llevara tan solo un sandwich de Peanut Butter que, según los rumores, era el unico ingrediente de su dieta en aquellos momentos. Aquel encuentro nos devolvió algo de las fuerzas que la caída del sol parecía querer llevarse. Miraste, o buscaste los últimos momentos de calor antes de que el invierno llegara aquella noche para todos nosotros.

jueves, 1 de octubre de 2009

JOBCENTRE


Os acordais? Apenas llevabamos un día en Londres y Antonio parecía venirse abajo por momentos. La tarde anterior, entre el viaje, el ajetreo de mapas y metros, la llegada al piso de Earl´s Court, la llegada del Chino y sus quejas de siempre (quiiillo, que hasei´ahí sentao?), el simulacro de fiesta flamenca, Manolo Escobar...la verdad, no hubo demasiado tiempo para arrepentimientos. Es cierto que cuando el italiano satánico nos quiso echar a la calle en plena noche las cosas comenzaron a torcerse. Más aún cuando el mierda aquel nos sacaba de la cama a la 7 de la mañana y nos hacía esperar a mi hermano en la estación de metro casi dos horas. El viaje desde las buenas zonas a los barrios de mala muerte fue definitivo. Antonio apenas hablaba, mi hermano Daniel usaba de nuevo su tono de veterano de Vietnam (no hay tiempo que perder / no hay dinero que gastar) y yo me movía entre ambos registros sabiendo que no tenía nada que perder (era un caso perdido).

Llegamos a Harlesden, a la casa de mi hermano (y 7 u 8 más) a eso de las 11 de la mañana. Era verano pero olía a invierno. A humanidad resguardada de amenazas externas. Yo, como siempre, me senté en un sofá y encendí la TV. Mi hermano corrió las cortinas con claros gestos de censura a alguien ausente: "no pagamos el impuesto, nos pueden multar!". Más tarde Daniel nos dió de comer beans, pan tostado, margarina y mermelada (hay que cosas que no cambian, pensé). Antonio apenas probó bocado. Otros miembros de la casa entraban y salían, nos saludaban y lanzaban mensajes del tipo: ya nos ha contado tu hermano de ti, con la entonación medio canalla que los catalanes intentan cuando hablan con andaluces. Una malagueña con pinta de hippy/okupa nos oía hablar con embeleso de Andalucía mientras repetía sin parar: "que guay tío".

Habíamos quedado con el Chino por la tarde. La idea era hacer algo de piña, supongo, pero mi hermano pensó que lo mejor era ir a un Jobcentre: "cuanto antes encontreis trabajo mejor". Para rematar el plan compró el Loot y nos puso a buscar habitación en el trayecto hasta nuestro meeting point. El Chino apareció con un aspecto muy atildado, de niño bueno, más bien de niño que quiere trabajar. Sus expectativas laborales estaban por encima de las nuestras. Oficina vs Cocina, se podría decir.

Entramos en el Jobcentre y comencé a explicar a Antonio como funcionaba el asunto. Una serie de fichas situadas en unos biombos informaban de las ofertas disponibles por sector. Bastaba con elegir unas cuantas, apuntar las referencias, rellenar un breve fichero y entregarlo en una ventanilla. Al poco tiempo (unos minutos) nos llamarían para entrevistarnos, paso previo e ineludible para la entrevista con el empleador.

Antonio y yo nos pusimos a ello: kitchen porter, kitchen assistant, buser... El Chino buscaba centros de servicios, y mi hermano echaba un vistazo a la fauna de jovenzuelos que intentaban hacerse hombres en una ciudad más adecuada para las ardillas o los galeses. Entregamos nuestras fichas y comenzamos la espera. Antonio era el más callado, el más desesperanzado y también, probablemente, el más asustado. Años de clases de inglés en el San Francisco de Paula y el IB Velázquez no le servían para contestar con garantías a preguntas del tipo: what´s your name? Fue el primero en ser llamado ("Anchóniou!") y el primero en regresar. "No sé quillo, no me entero qué me decía..". Mi entrevista fue simple. Kitchen Porter / Español / más de 1 año / sí, en España / esta es mi dirección. Se pondrían en contacto conmigo. Mientras, el Chino seguía esperando:
"Quilloo, que hase´hta hente?".
"No sé Javi, ve a preguntar o algo", le dije. Fue entonces cuando advertí que cierta letanía se repetía por megafonía: "Jabba, Jabba, Jabba". Jabba? Jabba the Hut? El implacable perseguidor de Han Solo?
"Quillo", le dije al Chino, "Jabba, eres tu!".
"Que dise quillo? Jabba yo?"
"Qué nombre les has puesto para que te avisen?"
"Po Javi, quillo"
"Javi..Jabba...quillo que te están llamando"

Pues sí, el Chino fue al mostrador, le echaron una bronca por no responder a su nombre, no consiguió el trabajo y se volvió a Maidenhead en un tren muy aburrido según propia confesión.

Antonio, mi hermano y yo volvimos bajo una fina llovizna a Harlesden. Las calles se habían vaciado y en los autobuses solo viajaban currantes, deshechos humanos, combinaciones de ambas cosas, unos portugueses muy tristes y unos españoles nostálgicos. Uno de ellos lloró aquella noche como hacía tiempo que no lo había hecho.