martes, 27 de octubre de 2009

Vienna o Viana?


Todo el cansancio acumulado durante los últimos 4 días. Un viaje en avión. La jornada en la oficina y el trabajo atrasado (el trabajo retrasado, más bien). La llegada a la casa. Leer. Dormir.

Me levanto. 9 horas de sueño. No mucho más que hacer. Me siento a leer Lucky Jim con cierta resignación. Unos minutos después comienzo a emocionarme. De verdad. Lo que parecía ser una novelita humorística adquiere una rara condición trágica. Jim, el protagonista, intenta dar una conferencia sobre "La Vieja Inglaterra" absolutamente borracho y derrotado (sentimentalmente). La estructura de clases. La falta de ilusiones que precede necesariamente a la madurez. La imposibilidad de la perfección en el amor. La miseria moral de los otros y la mísera condición de uno. Intento encontrar una banda sonora para tanto despliegue. Percy de los Kinks parece perfecto. Encaja incluso demasiado bien. Ideo un entreacto mientras pienso en algo diferente. Gomez, 1000 Times. La escucho dos veces y al final de la segunda audición me decido. Vienna de Ultravox. Los absurdos mecanismos mentales que me llevan a asociar Lucky Jim con Vienna, Midge Ure con Kingsley Amis, quedan deshechos ante el sonido del timbre.

Nadie llama a esta casa salvo para quejarse de las fugas de agua. Me acerco a la puerta con sigilo. "Endesa!!", gritan al otro lado. Abro y veo a dos tipos vestidos con un extraño uniforme (Endesa se lee en el jersey). Uno pequeño y algo parecido a Larry Appleton. Otro negro, con varios pendientes y piercings, de cejas depiladas y expresión asustada. Comprendo que la expresión del primo Larry es también de pánico contenido. Si tuviera un espejo a mano vería a un tipo de pelo sucio y ratonil, camisa de cuadros sobre un pijama deshilachado, expresión ausente y fiera al mismo tiempo, palidez cavernosa y voz de ultratumba. Pero quizá lo peor sea el decorado que presido. Un fluorescente tirado, una maleta a medio abrir, varias sartenes metidas en una bolsa de Caprabo, un tendedero, montañas de libros apiladas, una música que premonitoriamente dice una y otra vez: "this means nothing to me". No necesito hablar. El pequeño suelta una retahila sin sentido aparente. Oigo hablar de liberalización, de rebaja en el gasto, de descuento, de mi última factura. Repite esto último: "deme su última factura". Como si estuviera siendo torturado pregunto: "pero.., cuál es su propósito?". Digo esto mirando primero al pequeño y luego al negro. El tono de desesperación, de estar-tan-lejos, ha sido tal que el negro hace un ademád de huida. El pequeño insiste: "una factura cualquiera nos valdría... la liberalización... recibirá un descuento". "De cuanto?", pregunto finalmente. "Un 2%... solo necesito una factura...". "No,. no", digo con tristeza, "pagaré ese 2%". El pequeño y el negro se miran. El pequeño reune unos cuantos jirones de espíritu comercial y sugiere: "podría venir otro día... dígame cuándo le viene bien". "This means nothing to me", suena tras de mi. "No, no quiero que vengan...nunca", digo como si hablara con un demonio del pasado. Derrotado, cerrando la puerta sin aliento, vuelvo a mi sillón. "This means nothing to me, Ooohhh Vianaaaaa!".

No hay comentarios:

Publicar un comentario