miércoles, 24 de noviembre de 2010

Delerue, Jaubert y yo mismo

Haciendo de notario en Les Deux Anglaises...
Mientras en España los directores del Nuevo Cine Español (aquel invento franquista que tan buenas pelis dio) nos maltrataban musicalmente al dar los trastos de componer a los más serios representantes de la música seria contemporánea (Monsalvatge, De Pablos...), en Francia, los directores de la Nouvelle Vague, huían de la cacharrería postmoderna y buscaban un sonido más armónico, de raices barrocas o clásicas, levemente impulsadas a cierta nostalgia parisina en algunos casos. Erán las músicas de Michel Legrand, Philippe Sarde, Antoine Duhamel, y sobre todo Georges Delerue.

De él poco puedo decir. Que sufría escoliosis (claramente visible en su chepudo perfil). Que estuvo a punto de no llegar a dedicarse a la música por culpa de un perverso e ignorante profesor de conservatorio. Lo habría suspendido y expulsado de no haberse producido un maravilloso suceso. La noche antes del examen el profesor murió, lo que hace que me reafirme en una de mis máximas menos aplaudidas: es bueno que los malos mueran. Que antes de escribir para el cine escribió música para el teatro. Que admiraba a Truffaut. Que fue capaz de trabajar y querer a directores tan dispares como el propio Truffaut, Ken Russell u Oliver Stone. Que quizá su trabajo más memorable sea la banda sonora de Le Mepris (JL Godard), una especie de bucle sonoro que llama a ese otro bucle inmemorial y eterno que es la Odisea de Homero. Que Scorsese le homenajeó en Casino. Que Wes Anderson (tan irritante y con tan buen gusto) usó dos de sus más grandes composiciones (Le Grand Choral de La Nuit Americaine y Une Petite Ile de Les Deux Anaglaises et Le Continent) para su última peli de muñequitos...

Delerue, como compositor de películas, tuvo un precursor durante la gran explosión (previa a la Nouvelle Vague) del cine francés, el periodo de entreguerras. Su nombre era Maurice Jaubert. Jaubert pasa por ser uno de esos talentos malogrados por la guerra (en este caso la 2ª Guerra Mundial) con solo 40 años murió en el frente. La precocidad parecía ser su sino. Fue el abogado más joven de Francia en su momento para poco después dejar el derecho y entrar en la historia del cine musicando las grandes películas de Vigo, Clair, Duvivier, Carne... Truffaut admiraba la música de Jaubert y encargó a Delerue que usara sus temas para algunos de sus filmes más representativos de los 70 (La Chambre Verte, Adele H, L´argent de poche, L´homme qui amait a les femmes). También en esto Delerue era generoso.

Son ya varios días tarareando Une Petite Ile. Más allá de la escena, el travelling sobre la barca, Leaud y Kika Markham solos y enamorados en aquella improbable isla, se trata de la música, de la emoción abstracta y a la vez sucia de la música. Por desgracia, no todo es tan abstracto y puro en mi vida. Aunque si mucho más sucio. Ayer leí que el Premio Nacional de Música era para una tal Elena Mendoza. Vi que era de Sevilla. Me sonaba el nombre. Vi su foto y la reconocí. Había sido compañera mía en el Instituto Velázquez. Y sólo pude sentir una cosa: envidia. Envidia. Una envidia ponzoñosa. Agriada por el sentimiento de fracaso y tristeza que me produce saberme un contable anónimo y maltratado en una ciudad ajena y estúpida. Ni siquiera una de esas envidias sanas de las que se jacta la gente.Una envidia poderosa y con un único destinatario: yo mismo. Porque no se trata de una envidia que pretenda el mal para los otros. Los otros no existen salvo como figuras abstractas (esta vez sí) que detonan el sentimiento y poco más. Pero el sentimiento está ahí y dice una y otra vez lo mismo: fracaso. Es una envidia de mis propias proyecciones y ensueños. Una envidia que empieza y acaba en uno mismo.

Así, como comprendereis, es difícil dormir.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Nada que decir

El arte de Andrei Rubliov
Una sala de convenciones o conferencias o como quieran llamar a ese espacio enmoquetado lleno de sillas y con un escenario al fondo. Una gran pantalla y los inevitables slides que van pasando (los minutos no lo hacen). Me siento enfermo y contengo la tos. Un sueño invencible. Quizá fiebre. Los típicos chascarrillos de los jefes alemanes, siempre tan medidos y poco graciosos. Personajes que se mueven entre la arrogancia y el despotismo y que consiguen hacernos creer en el esencial absurdo de todo lo que nos rodea. Explicaciones técnicas, admoniciones y críticas, felicitaciones varias, más chistes, un agujero negro de aburrimiento e infracomunicación, preguntas y respuestas. Busco un modo de evadirme del convoy-conferencia, como un cuatrero hecho prisionero por un grupo de peregrinos mormones y sádicos (muchas veces son lo mismo). Recuerdo,  pues, mis obligaciones del día, las obligaciones de mañana. Comprar El Mundo (El Cultural de los viernes). Comprar Público (Sacrificio de Tarkovski de regalo). Sa-cri-fi-cio. Me demoro en la palabra, en mi sacrificio, en mi propia vida.

Todas las películas de Tarkovski que vimos siendo adolescentes. Aquellos rusos en actitud plañidera. Dios en la casa, siempre presente. Mi hermano Daniel como un pre-adolescente relleno y perplejo. La gravedad de aquellos años y aquellas películas. Ese afán serio por ser serios. No más risas infantiles. Stalker, Solaris, La Infancia de Iván, Andrei Rubliov.... La última escena de Andrei Rubliov, los iconos llenos de color. Esculpir en el Tiempo y la frase de Mijail Romm: mientras fui un fracasado... La redención que nunca llegó.

Hoy volveremos a cenar al bar de Rafaé, uno de esos señores que miran y escuchan con la boca semiabierta y las gafas semicaídas, como hacía mi abuelo, como a veces hago yo. A pesar del pelo largo, las gafas, el aire demadejado que quiero darme, me parezco a mi padre cada vez más. Y del mismo modo, acabaré pareciéndome a mi abuelo, con su  continuo despiste, su sonrisa desarmante y el esperar siempre la hora de la comida. Mi abuelo conminándome a leer Platero y Yo por el simple hecho de que la Caja San Fernando le había regalado el libro y alguien debía leerlo. Platero es suave...

Como si fueran fantasmas o espectros condenados a vagar por este edificio, las limpiadoras y las jardineras entran y salen de las oficinas mascullando inaudibles saludos. Las limpiadoras extranjeras y las jardineras catalanas. Los contables filipinos y los jefes españoles. Y entre todos ellos un silencio electrónico hecho a base de impresoras y ordenadores en constante alerta, comunicándose por escaleras interiores y ciegas, de una planta a otra, de un color a otro. Los trabajadores nocturnos dejan pasar su tiempo.

El día terminará, pues, entre invocaciones a la enfermedad y quejas de clientes. Un nuevo día. Otro día que nos acerca aún más a un fin indeterminado, confuso, sin brillo. El único gesto consiste entonces en jugar como si nos fuera la vida en ello. En hacer que el portero suba a rematar el corner. En bajarse los pantalones en medio del campo, a lo Luis Aragonés. En acumular delanteros. Consiste, en suma, en hacer todo esto aún sabiendo que el partido está perdido, que siempre estuvo perdido. Y luego, ya en casa, como Robinson Crusoe, buscaremos dormir y vivr entre los restos de este naufragio.

martes, 9 de noviembre de 2010

Universos Alternativos


Una cadena causal y las consecuencias que a su vez tiene en otras cadenas que determinan el curso seguido por nuevas cadenas que acaban mezclándose con las primeras cadenas para dar lugar a nuevas cadenas que retroalimentan y alimentan a toda cadena que tenga a su alrededor (y eso que no hablo de las cadenas de plata que llevaban mis primos más periféricos). La vida, pues, es algo así, un conglomerado de decisiones que propicia nuevas decisiones y genera diferentes consecuencias y actos. Un cambio en cualquiera de estas decisiones habría dado lugar a una nueva secuencia de actos, decisiones y secuencias subsiguientes. El resultado de esta amalgama es lo que ya vemos y sentimos y sufrimos cada día: el mundo tal y como lo conocemos. Un cambio en cualquiera de los actos y decisiones pasados habría dado lugar a otra realidad: el mundo tal y como no llegamos a conocerlo. El mundo que no fue. Y la pregunta es: Y si dicho mundo realmente existiera? Y si tuviéramos acceso al mismo? Entonces la respuesta es simple: ciencia-ficción.

Esta foto tiene como único propósito que Pablo lea el blog
 (Dunham de Fringe)



El Obispo Berkeley

                                                                                                                                                                 El gusto por los universos paralelos no es algo nuevo ni inventado por el señor JJ Abrams. Lo que en Fringe ha salvado una serie que naufragaba (y no me refiero solo al look de Dunham) y en Lost nos dió la impresión de ser un truco de tres al cuarto ha ocupado la imaginación de literatos y filósofos a lo largo de la historia. Claro está, serían filósofos alejados de aquellos positivistas del Círculo de Viena que veían en la metáfísica una rama más de la literatura fantástica, aunque alguno de ellos vista nombre de primer nivel (estos juegos ayudan muchas veces a encontrar verdades menos disparatadas). Uno, por ejemplo, era el Obispo Berkeley, que allá por el siglo XVIII y en pleno arrebato de idealismo subjetivo se veía incapaz de afirmar que nuestro mundo realmente fuera el mundo que creemos es y ha sido. Así decía que nada impedía que el mundo (incluidos nosotros) hubiera sido creado un segundo antes y todo el conjunto de recuerdos, toda la historia,  fuera parte de esa repentina creación. Argumentos que Hume consideraba no refutables pero poco convincentes, y que abrían el camino a toda una tradición de universos superpuestos, solapados o alternativos con el único límite de nuestra imaginación. Uno de lo mejores en crear estas aventuras fue Borges (y Bioy!).

Son precisamente Borges y Bioy los que protagonizan Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, el cuento que escribió el primero y en el que siguiendo la pista de un artículo que solo parece existir en una única edición de la Enciclopedia Británica llegamos a la creación de un mundo paralelo imaginario por parte de una sociedad secreta. Un universo que aún sin existir, gracias a la atracción que produce en la población, acaba imponiéndose sobre la auténtica realidad, de una manera no solo psicológica sino también física, siguiendo (en un giro muy borgiano) las propias leyes naturales de Tlön: idealismo berkeleyano.

Más directamente relacionado con la introducción de esta entrada está el cuento de Bioy La Trama Celeste. Aquí, por azar, y como consecuencia de ciertos manejos realizados con un avión de pruebas, el protagonista aterriza en un Buenos Aires de un mundo en el que nunca existió gales o Cartago venció a Roma. Más allá del sustrato filosófico (como suele ocurrir con Borges) el interés del cuento reside en las implicaciones erótico-sentimentales que la nueva realidad tiene para aquellos que saben de su existencia (la mujer que se nos resiste en un mundo nos adora en el otro).

P.K. Dick dibujado por Robert Crumb. Un hombre que estaba
como una auténtica chota
Pero quizá, y más allá de la poderosa calidad literaria del tandem Borges-Bioy (que buscaron esta idea en otras narraciones) el autor que quizá más cerca se encontró del concepto de universo paralelo fue Philip K. Dick. Y lo fue precisamente porque el mismo creyó vivir en un universo paralelo e inoculado en función de oscuros designios.Philip K. Dick es un aspirante a escritor, no demasiado bueno, tímido, que vive con su mujer. Un día se levanta de noche para ir al baño. Entra en el cuarto de baño y hace el movimiento de encender la luz tirando de una cadenita que cuelga de la lampara. Perplejo se da cuenta de que en su baño hay un fluorescente que se enciende con un interruptor adherido a la pared. La impresión es definitiva. Piensa que su creencia no es accidental. Que de algún modo hay otro Philip K. Dick que enciende de ese modo la luz de su baño. Que quizá ese Philip K. Dick es el real y el mundo que él ha creido como real no es más que una ilusión creada por el... estado? una divinidad caprichosa? Escribe entonces El Hombre en el Castillo, donde de manera difusa y confusa juega con la opción de que la población de los USA sea convencida de vivir en un mundo donde los nazis y los japoneses son los vencedores (la novela se recrea en la fantasía metahistórica y toca de refilón el tema de los universos alternativos). Más clara será la referencia en Ubik, donde llegado cierto momento, un grupo de cosmonautas pierde a uno de sus miembros. Cuando todos se han resignado a la muerte del amigo, encuentran un extraño mensaje que les dice: Yo estoy vivo y vosotros estais muertos, lo que reduce vida y muerte a dos universos paralelos de cuya preminencia nunca podemos estar suficientemente seguros.

Y de este modo decido terminar una entrada sobre universos paralelos sin hablar de Regreso al Futuro o Mátrix, lo que me llena de tristeza en el primer caso y de alegría en el segundo.


jueves, 4 de noviembre de 2010

Pre-Raphaelites

Pero quiénes son estos Prerrafaelitas?


Isabella - un gran Millais. Atención a la patada que le da al perro

 Sabemos que unos jóvenes en Inglaterra, mediado el siglo XIX, formaron una hermandad pictórico-literaria (más pictórica que literaria en un principio y más literaria que pictórica al final) para reclamar un cambio en la pintura que se llevaba en la Inglaterra del momento. Le llamaron la Pre-Raphaelite Brotherhood y tenía carácter secreto. En un principio fueron tres: Dante Gabriel Rosetti, John Everett Millais y William Holman Hunt, pero pronto se les unieron muchos más. Abogaban por el regreso a la pintura del primer renacimiento, adoraban todo lo medieval, odiaban el barroco, odiaban a Rafael y la pintura que le siguió, odiaban los fondos indeterminados y las esquinas sin definir, odiaban la falta de naturalismo, creían en la precisión extrema, en la precisión a la hora de pintar cada elemento del cuadro, buscaban colores poderosos y vivos, como los de un códice medieval, eran partidarios de las perspectivas rudimentarias y de la exactitud en los detalles. Eran, por decirlo de algún modo, una primera vanguardia basada en lo deliberadamente arcaico.


Ophelia o como matar a la modelo de una pulmonía

Firmaron sus primeros cuadros con las iniciales P.R.B (Pre Raphaelite Brotherhood), cuyo significado se convirtió en un enigma (Dante Gabriel Rosetti decía que era un acrónimo de "Pennis Rather Better") y los inicios no fueron fáciles. Pocos apoyos tuvieron, pero alguno tan poderoso como el de John Ruskin, aquel crítico de arte, arquetipo victoriano, precursor (como los prerrafaelitas) del esteticismo de fin de siglo (Wilde, Pater) y creador del llamado estilo mandarín (el arte por el arte). Un señor que adoraba las rocas y los torrentes y se empeñaba en medir la grandeza de los pintores por su capacidad para pintarlas. Fue él el primero en acoger en su seno a los prerrafaelitas, y en concreto a Millais, el más dotado del grupo, por desgracia la jugada le salió mal y no solo Millais acabó cambiando de patrón estético sino que le robó la mujer, la bella Effie Ruskin. Para mayor escarnio, y ante la ausencia de divorcio en la época, Effie acusó a Ruskin de no haber consumado el matrimonio (6 años desde la boda), lo que quedó demostrado ante el tribunal a pesar de los intentos de Ruskin de mostrar en vivo y en directo que no era impotente. Quizá fue aquel arrebato romántico de Millais el que acabó por frustrar una carrera prometedora. 10 o 12 hijos después acabó pintando esos niños con mofletillos que las madres compraban para adornar los cuartos de sus criaturas, algo bastante alejado de los magníficos Isabella (sobre un poema de Keats) o el famoso Ophelia (sobre Shakespeare) y donde estuvo a punto de matar a la bella Elizabeth Siddall, musa del grupo y pasión de Rosetti, al hacerla posar metida en una bañera en pleno invierno. Las estufas que calentaban el agua se estropearon y Lizzie, obediente, no dijo nada. La neumonía que cogió acabó por lastrar su salud por el resto de sus cortos y drogados días (volveremos sobre ella más tarde).

Apate de Millais, el otro pintor-pintor del grupo era Holman Hunt, un self made man con querencia por pintar ovejas (veanse The Hireling Shepherd o Our English Coasts, precursor del cartel turístico). Obsesionado por las trascendencia moral de la pintura y con un extraño sentido de la religiosidad, decidió que no podía pintar sobre la palabra y obra de Jesucristo sin conocer de primera mano los escenarios por los que se movió (esa manía con el detalle naturalista), lo que acabó llevándole a Palestina y a perpetrar (en su estilo ovino-caprino) uno de los más horrorosos cuadros que se recuerdan (parece que la experiencia en tierra santa no le valió de mucho): The Scapegoat. Señalar que la pintada fue la segunda cabra ya que la primera se murió y (según testigos) se la comió.

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Our English Coasts - Delirio Inglés de Holman Hunt
The Scapegoat - Delirio Palestino de Holman Hunt
La trinidad de hermanos fundadores prerrafaelitas se completa con el más famoso de todos ellos, el ideólogo, más poeta que pintor y absoluto animal freak de la época: Dante Gabriel Rosetti. Su atrayente nombre le viene de su padre, un refugiado italiano que acabó dando clases de italiano en Oxford, y de su padre también parece venirle el gusto por la Cosa Nostra, por el carácter de hermandad, sociedad secreta y familiar (sus hermanos fueron admitidos como miembros poco después). No destacaba Rosetti por su excelencia pictórica, pero quizá sea él quien con más determinación defendió el ideal prerrafaelita (aunque solo fuera, como dicen algunos, para buscar soluciones medievales a su falta de pericia). Lo que es seguro es que sus cuadros, con su deriva tardomedieval/prerrenacentista, su perspectiva hecha a base de bloques de imágenes superpuestos y sus exquisitos temas de amor y muerte (con Dante y Beatriz como mejores intérpretes) nos dicen casi todo lo que queremos saber sobre el prerrafaelitismo. Incluso un cuadro como Beata Beatrix, tan difuso en los fondos, respira la espiritualidad única de lo prerrafelita.



Atención al fuego en los pies de San Gabriel
nunca se dibujo algo peor. Por lo demás el cuadro
es excelente. Puro prerrafaelitismo
 
La historia de Rosetti, sus cuadros y sus poemas, está conectada sin duda a la de Elizabeth Siddall (la ya mencionada Lizzie), una tendera joven, bella, autodidacta (leyó su primer poema, algo de Tennyson o Keats, en un papel que envolvía un trozo de mantequilla y desde entonces no pudo dejar de pensar en algo llamado poesía) y descubierta por Deverell (otro de la Hermandad), quien comprando con su madre la vio en el mostrador y quedó impresionado por la belleza espiritual de Lizzie. Poco después paso a ser modelo de los principales pintores de la Hermandad, aunque pronto, Rosetti, imponiendo sus galones la hizo su única musa, amante y permanente prometida. Se convirtió también en su maestro, y le enseñó pintura, literatura, y todo lo que nunca había podido saber envolviendo manteca y vendiendo bacon. Sin embargo, pronto las cosas se fueron torciendo. Ella abortó, el no se casó, ella se volvió adicta al laúdano el ya lo era al cloral, ella cayó gravemente enferma, el veía que su familia no la aceptaba (ni siquiera la hermana poeta Christina Rosetti, cruce entre Emily Dickinson y Emily Bronte y autora de poemas navideños tan conocidos en UK como In the Bleak Midwinter), ella cayó en una depresión, el se desenamoró.

Finalmente, Elizabeth Siddall acabaría sucidándose con una sobredosis de laúdano. Poco antes se habían casado al fin Rosetti y ella (estaba tan enferma que tuvo que ser llevada en volandas al altar). Quizá cargado con la culpa o realmente devastado, Rosetti enterró junto a Lizzie la única copia de todos sus poemas (los cubrió con los largos cabellos de su amada). Sin embargo, 9 años después, tras un bloqueo pictórico, y consciente de que su carrera era la poesía, consiguió permiso para exhumar el cuerpo de Elizabeth Siddall y recuperar el cartapacio con sus poemas. Lo hizo un amigo (para eso está los amigos, claro) que comentó el sorprendente buen estado de Lizzie (Beata Beatrix!) y como su pelo había crecido tanto que no había modo de encontrar los poemas. Así pues llegaron a manos de Rosetti, llenos de pelos de su amada.

La Bella Siddell - Beata Beatrix

El absuso del alcohol y del cloral acabó con la vida de Dante Gabriel Rosetti, años después, decepcionado por el poco éxito de sus poemas y el lento olvido al que parecían ir destinados los prerrafaelitas. Y será, no obstante, este movimiento pictórico el que a través de seguidores o interpretes de las ideas originales preanunciará nuevas aventuras estéticas como el Art Nouveau, o a través de la confrontación de los principios básicos del mismo permitirá la afirmación de las vanguardias más abstractas y más alejadas del esteticismo victoriano. De todos modos, y al igual que algunos pensamos que en el fútbol lo más interesante no pasa en el terreno de juego, la pintura, los libros, el arte en suma, no son nada sin la gente y las vidas de la gente que los hacen posible.