martes, 9 de noviembre de 2010

Universos Alternativos


Una cadena causal y las consecuencias que a su vez tiene en otras cadenas que determinan el curso seguido por nuevas cadenas que acaban mezclándose con las primeras cadenas para dar lugar a nuevas cadenas que retroalimentan y alimentan a toda cadena que tenga a su alrededor (y eso que no hablo de las cadenas de plata que llevaban mis primos más periféricos). La vida, pues, es algo así, un conglomerado de decisiones que propicia nuevas decisiones y genera diferentes consecuencias y actos. Un cambio en cualquiera de estas decisiones habría dado lugar a una nueva secuencia de actos, decisiones y secuencias subsiguientes. El resultado de esta amalgama es lo que ya vemos y sentimos y sufrimos cada día: el mundo tal y como lo conocemos. Un cambio en cualquiera de los actos y decisiones pasados habría dado lugar a otra realidad: el mundo tal y como no llegamos a conocerlo. El mundo que no fue. Y la pregunta es: Y si dicho mundo realmente existiera? Y si tuviéramos acceso al mismo? Entonces la respuesta es simple: ciencia-ficción.

Esta foto tiene como único propósito que Pablo lea el blog
 (Dunham de Fringe)



El Obispo Berkeley

                                                                                                                                                                 El gusto por los universos paralelos no es algo nuevo ni inventado por el señor JJ Abrams. Lo que en Fringe ha salvado una serie que naufragaba (y no me refiero solo al look de Dunham) y en Lost nos dió la impresión de ser un truco de tres al cuarto ha ocupado la imaginación de literatos y filósofos a lo largo de la historia. Claro está, serían filósofos alejados de aquellos positivistas del Círculo de Viena que veían en la metáfísica una rama más de la literatura fantástica, aunque alguno de ellos vista nombre de primer nivel (estos juegos ayudan muchas veces a encontrar verdades menos disparatadas). Uno, por ejemplo, era el Obispo Berkeley, que allá por el siglo XVIII y en pleno arrebato de idealismo subjetivo se veía incapaz de afirmar que nuestro mundo realmente fuera el mundo que creemos es y ha sido. Así decía que nada impedía que el mundo (incluidos nosotros) hubiera sido creado un segundo antes y todo el conjunto de recuerdos, toda la historia,  fuera parte de esa repentina creación. Argumentos que Hume consideraba no refutables pero poco convincentes, y que abrían el camino a toda una tradición de universos superpuestos, solapados o alternativos con el único límite de nuestra imaginación. Uno de lo mejores en crear estas aventuras fue Borges (y Bioy!).

Son precisamente Borges y Bioy los que protagonizan Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, el cuento que escribió el primero y en el que siguiendo la pista de un artículo que solo parece existir en una única edición de la Enciclopedia Británica llegamos a la creación de un mundo paralelo imaginario por parte de una sociedad secreta. Un universo que aún sin existir, gracias a la atracción que produce en la población, acaba imponiéndose sobre la auténtica realidad, de una manera no solo psicológica sino también física, siguiendo (en un giro muy borgiano) las propias leyes naturales de Tlön: idealismo berkeleyano.

Más directamente relacionado con la introducción de esta entrada está el cuento de Bioy La Trama Celeste. Aquí, por azar, y como consecuencia de ciertos manejos realizados con un avión de pruebas, el protagonista aterriza en un Buenos Aires de un mundo en el que nunca existió gales o Cartago venció a Roma. Más allá del sustrato filosófico (como suele ocurrir con Borges) el interés del cuento reside en las implicaciones erótico-sentimentales que la nueva realidad tiene para aquellos que saben de su existencia (la mujer que se nos resiste en un mundo nos adora en el otro).

P.K. Dick dibujado por Robert Crumb. Un hombre que estaba
como una auténtica chota
Pero quizá, y más allá de la poderosa calidad literaria del tandem Borges-Bioy (que buscaron esta idea en otras narraciones) el autor que quizá más cerca se encontró del concepto de universo paralelo fue Philip K. Dick. Y lo fue precisamente porque el mismo creyó vivir en un universo paralelo e inoculado en función de oscuros designios.Philip K. Dick es un aspirante a escritor, no demasiado bueno, tímido, que vive con su mujer. Un día se levanta de noche para ir al baño. Entra en el cuarto de baño y hace el movimiento de encender la luz tirando de una cadenita que cuelga de la lampara. Perplejo se da cuenta de que en su baño hay un fluorescente que se enciende con un interruptor adherido a la pared. La impresión es definitiva. Piensa que su creencia no es accidental. Que de algún modo hay otro Philip K. Dick que enciende de ese modo la luz de su baño. Que quizá ese Philip K. Dick es el real y el mundo que él ha creido como real no es más que una ilusión creada por el... estado? una divinidad caprichosa? Escribe entonces El Hombre en el Castillo, donde de manera difusa y confusa juega con la opción de que la población de los USA sea convencida de vivir en un mundo donde los nazis y los japoneses son los vencedores (la novela se recrea en la fantasía metahistórica y toca de refilón el tema de los universos alternativos). Más clara será la referencia en Ubik, donde llegado cierto momento, un grupo de cosmonautas pierde a uno de sus miembros. Cuando todos se han resignado a la muerte del amigo, encuentran un extraño mensaje que les dice: Yo estoy vivo y vosotros estais muertos, lo que reduce vida y muerte a dos universos paralelos de cuya preminencia nunca podemos estar suficientemente seguros.

Y de este modo decido terminar una entrada sobre universos paralelos sin hablar de Regreso al Futuro o Mátrix, lo que me llena de tristeza en el primer caso y de alegría en el segundo.


1 comentario:

  1. Sin intención de desmerecer, la chica de las fotos (porque es la misma en las dos, no?) no enseña ni un centímetro de piel por debajo del cuello de la camisa. Y en la entrada no se habla de sexo explícito:
    Apostaría a que ese tal Pablo no ha leído más de dos líneas.

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