martes, 27 de abril de 2010

A Clockwork Orange: 12 apuntes


1. Una novela de Anthony Burgess y una película de Stanley Kubrick.
2. Parece que Burgess tomó el nombre de una expresión cockney para hacer referencia a algo imposible o improbable.
3. En plena segunda guerra mundial Lynne, la mujer de Burgess, fue asaltada sexualmente por un grupo de soldados americanos. Como consecuencia del ataque perdió al hijo que esperaba, desarrolló problemas menstruales/vaginales durante toda su vida y se hizo (aún más si cabe) dependiente del alcohol que la acabaría por avejentar y matar prematuramente. He aquí un origen.
4. Teddy Boys: Dícese de los miembros de una de las primeras tribus urbanas. En un principio imitaban el vestir de la época Eduardiana. Más tarde fueron asociándose a la cultura del rock y a la violencia. En cierto modo dieron lugar a los Rockers y a los Mods. He aquí una clara influencia.
5. En los primeros 60 Burgess y Lynne hicieron un viaje a Leningrado (actual San Petersburgo) que financiaron gracias a las prendas que compraron en un mercadillo londinense y revendieron en el mercado negro ruso. Durante el viaje, a parte de beber todo el tiempo, dejar que Lynne tuviera una crisis hepática grave (por beber todo el tiempo) y tener la sensación de ser espiados continuamente, Burgess advirtió que la URSS no era ni mucho menos el perfecto mecanismo que pretendía ser, y que toda una capa social de pequeños mafiosos, jóvenes aún más airados que los angry young men, rusos desencantados de todo y de un nihilismo ultraviolento, campaban a sus anchas por el supuesto edén comunista. He aquí otra influencia. Influencia doble si tenemos en cuenta al Nadsat. La jerga juvenil inventada por Burgess con un único sentido: evitar que pasara de moda. Y no ha pasado.
6. Stanley Kubrick, director obsesionado por la violencia y las respuestas asociales y lúcidas de individuos inevitablemente sociales lee el libro en su edición americana. 20 capítulos que terminan con un Alex rehabilitado para la ultraviolencia.
7. La entrada de Burgess en el olimpo literario es ciertamente tardía. Solo cuando se le diagnostique un cancer terminal decidirá dejarlo todo y ponerse a escribir. Luego resultará que el pronóstico era erróneo, pero para entonces ya es considerado un autor extravagante, sorprendentemente prolífico (Larkin llego a confesar a Amis: todo lo que se escribe hoy día lo escribe este Burgess...), pero no demasiado popular ni rico. Quizá por ello, requerido por su editor americano acepta la sugerencia de éste de suprimir el capítulo 21. El capítulo de la mayoría de edad, como le gustaba decir a Burgess. Esta es la explicación de la diferencia entre libro y película y la principal excusa de la bronca posterior de Burgess a Kubrick.
8. En el capítulo 21 Alex se encuentra con uno de sus antiguos drugos. Alex, unos 5 años después sigue llevando la misma vida: tolchocar, el viejo unodós, el moloko, todo lo joroschó que uno pueda esperar de la vida. Sin embargo, su antiguo drugo presenta un aspecto muy diferente. Bien vestido, hablando como la gente mayor, con una mujer hermosa a su lado. Hablan un rato. Alex queda prendado de la acompañante de su amigo. Especialmente por su tono adulto, por el humor condescendiente con el que toma toda la jerga nadsat. No es una debochka al uso, al menos no de las que está acostumbrado a tocar los grudos y lubilubar. Su amigo le dice que trabaja en una oficina y que hace ya años que dejó todo aquello de la ultraviolencia. Ya es hora de hacer otras cosas. Y Alex, una vez que abandona a la pareja se sume en sus pensamientos. Quizá sea hora de buscar otros horizontes.
9. Libre Albedrío vs Agresividad Innata. Catolicismo vs Lorenz. Burgess vs Kubrick. A pesar de ser lo que llaman en UK un lapsed catholic, la influencia de la religión en Burgess es poderosa y más aún en este libro. Se trata, a grandes rasgos, de defender la capacidad de decisión del hombre, el libre albedrío, uno de los grandes atributos (si no el mayor) que Dios nos otorga. Por tanto, es preferible que alguien haga el mal a que sea conducido hacia el bien sin mediación de la propia voluntad. Teorías conductistas frente a opciones personales (y aquí metemos además a Skinner, el autor de Walden 2 y que inspiraría a Bofill el curioso cachivache que disfrutan los vecinos de Sant Just). Para Kubrick, la menguada novela de Burgess con su triunfo final de la violencia en Alex es una muestra de nuestra tendencia natural a la destrucción. No debemos sorprendernos de las matanzas, decía. sino de los logros de la humanidad. Lo raro es Beethoven, no Hitler.
10. La película dio fama mundial a Burgess y le convirtió en un efímero autor de best sellers (su obra se pierde en el olvido a pesar de su apabullante calidad, o quizá por eso mismo). Es por ello que Burgess, hombre tacaño y obsesionado con el dinero, no pudo evitar sentir un agradecimiento natural por Kubrick, y admirar una obra tan diferente a la suya. Donde Burgess es pícaro, rápido, irónico y brillante, Kubrick es frío, lento, elemental y brillante. Será solo más tarde, con una situación asegurada cuando Burgess critique a Kubrick, convencido en el fondo de que una de sus obras maestras haya sido arrumbada por una adaptación efectista pero fallida.
11. Aunque quizá no tanto como la primera adaptación de A Clockwork Orange, llamada Vinyl y hecha por Andy Warhol en plena Factory. 90 minutos de homoerotismo, antipsicologismo, estatismo y algún ismo más.
12. Y para terminar dos apuntes: la música de la película con las espectaculares adaptaciones de Walter Carlos (gran Purcell) que poco después de cambiaría de sexo para llamarse Wendy Carlos (cambiar de sexo y elegir Wendy...) y la venganza de Burgess contra Kubrick en Earthly Powers, uno de sus grandes éxitos, al llamar a un director algo inútil con el nombre de Sidney Labrick.

miércoles, 21 de abril de 2010

Tríptico: Pasado / Glengarry / Wat


1. Busco mi pasado en Facebook y no encuentro nada. Como el protagonista de Calle de las Tiendas Oscuras de Modiano parezco no venir de ningún sitio. Paso la tarde del domingo luchando contra mi debilitada memoria para intentar recordar algún nombre. Nada. Quizá fueron demasiados colegios. Quizá mi rastro se ha ido perdiendo como se perdió mi recuerdo en la memoria de mis condiscípulos y compañeros de clase. Me recordará alguien? Me recordarán quizá cuando se reunan a tomar unas copas y aburridos hagan un repaso de la clase de 6º de EGB? Aquel tipo que llegó ya empezado el curso y se fue al año siguiente. Si era tan anodino como me recuerdo probablemente ni se me llegue a nombrar. Ni una palabra más alta que la otra, ni un gesto fuera de lugar. Ya al final de la noche conseguí encontrar una foto. Una foto en la que yo no aparecía, de una clase en la que estuve un solo año algunos años después. Reconocí algún rostro y algún nombre, pero reconocí sobre todo que no existe memoria sobre mi más allá de la que voy ahora, e inevitablemente, perdiendo.

2. La obra de teatro perfecta. Una estructura solidamente construida, sin debilidades o arbitrariedades postmodernistas. Un grupo de actores igualmente sólido y equilibrado, con auténticas estrellas para dar el brillo preciso. Un texto vivo, unos diálogos veraces y poderosos que ahuyentan cualquier tentación de rigidez. Una intención moral sin ser moralista y una mirada comprensiva sin ser compasiva. Todo esto, hora y media disfrutando, muchos aplausos, la vuelta a casa comentando lo bueno que es ir al teatro a ver algo bueno, los problemas para dormir (igual que cuando voy al fútbol), las búsquedas en internet sobre el autor y la lectura del libro que sobre Mamet me regaló la Mona hace años. Todo esto y en realidad una sola cosa. La frase que pronuncia uno de los actores, desesperado, y que concluye la obra: Odio este trabajo. Odio este trabajo. Odio este trabajo.

3. Un libro de 1000 páginas que podría tener 3000. Las mejores acotaciones al propio discurso que uno recuerda. Una letanía de nombres polacos. La Intelligentsia (y no solo la polaca) como una clase definitivamente perdida. Un sutil triunfo del stalinismo-comunismo (son lo mismo, dice Wat) disfrazado de prosperidad post-capitalista. Tiempos heroicos frente a tiempos depravados frente a tiempos apaciguados. Leemos Mi Siglo de Aleksander Wat para dar un carpetazo definitivo a la pregunta: para qué sirven los libros? Absurdo, tierno, brutal, ridículo, divertido... Lo dijo Íñigo y le doy la razón.

PD. En la foto Aleksander Wat le explica a un niño que es más divertido ser escritor que comunista

martes, 13 de abril de 2010

RAYUELA


1. El papel de Paco Porrúa, ese Gallego-Argentino que decidió publicar Las Armas Secretas tras recibir el manuscrito de Cortazar, en una editorial donde no le querían ver el pelo (Sudamericana) tras el fiasco de ventas de Bestiario. Y luego la apuesta por Rayuela, y todas aquellas cartas en las que Cortazar le pedía que leyera el libro y así saber si lo que el sentía como escritor, al haberlo escrito, era comparable a la experiencia del lector inocente. Y todas aquellas otras cartas en las que discuten sobre el mejor procedimiento de edición, sobre como orientar a los lectores, el tablero de dirección, los capítulos prescindibles, las correcciones interminables en un libro que está lleno de errores intencionados y trampas y falsas erratas. Las discusiones acerca de la portada. El bosquejo que Cortazar hace de la Rayuela y la preocupación por los colores, el tamaño de las letras, la colocación de los nombres. Y siempre Paco Porrúa

2. Cortazar entre la ambición y la sorna. Se compara con Cervantes al decir que el posible rechazo de los críticos emularía al que Cervantes sufrió con la publicación de El Quijote. Aquellos que esperaban otro Persiles se enfrentan a algo inesperado. Algo nuevo. Una reinvención de la novela. Otro modo de expresar lo inasible. Lo real y lo que no lo es aunque siga siéndolo. Por otro lado, la huida del libro importante. Un libro que no sea Sobre Héroes y Tumbas. Que sea lo contrario de lo que Sábato ha pretendido hacer. A Sábato le ha salido un folletín aburrido, dice de manera maliciosa. Rayuela como un ensayo-novela sin pompa y mucha circunstancia. Alguien lo lee y dice sentirse en un embudo negro. Leer y sentir lo que Oliveira siente.

3. El primer capítulo escrito. El capítulo del tablón. Cortazar escribiendo durante dos días consecutivos, sin parar a comer o dormir, sin hacer nada más. Aurora trayéndole un sandwich y una Coca-Cola cada cierto tiempo y el comiendo a la vez que escribe. Aurora que vivió los años que inspiraron Rayuela, en los años 50, en París, cuando para sobrevivir tradujeron la Obra Completa de E.A. Poe por encargo de la Universidad de Puerto Rico, que vivirá el proceso creativo de la mejor parte de su obra y la consolidación de Cortazar como escritor-figura, que se verá relegada por Ugné Karvelis, y que tras la muerte de Carol Dunlop (la tercera esposa) y la enfermedad de Cortazar, volverá a ser quien le acompañe, ya condenado, en sus últimos días. Aurora como Talita.

4. Morelliana. La obra de arte como arte y teoría del arte.

5. El capítulo en el que se habla de la serenidad goethiana con un estilo refinado para luego descubrir que Oliveira está pintando su rostro en el espejo con la crema de dientes. El capítulo en el que Traveler intenta soñar lo que Talita sueña sin conseguirlo y acaba afirmando: "Traveler siguió confiando y esperando cada vez menos. Los sueños volvieron, cada uno por su lado. Las cabezas dormían tocándose y en cada una se alzaba el telón sobre un escenario diferente. Traveler pensó irónicamente que parecían los cines contiguos de la calle Lavalle, y alejó del todo su esperanza. No tenía ninguna fe en que ocurriera lo que deseaba, y sabía que sin fe no ocurriría. Sabía que sin fe no ocurre nada de lo que debería ocurrir, y con fe casi siempre tampoco.”

6. La superioridad Del lado de Acá sobre el Lado de Allá.

7. Recuerdas Mona? Nosotros pensábamos que algún día seríamos Talita y Traveler. Que tu hablarías con las vecinas mientras yo, detrás de la puerta, os escucharía y aguantaría la risa. Que aceptarías con resignación (y algo de orgullo) mis exhibiciones de erudición, mi falta de valor, el reconocimiento de dicha falta, mi inferioridad manifiesta, mi absoluta admiración por ti. Tu sigues siendo Talita, pero yo de Traveler tengo solo el nombre. Le daba rabia llamarse Traveler....

8. La superioridad de Talita sobre la Maga.

9. Cortazar entrevistado por Soler Serrano, la r característica, su extraña afabilidad, su manera lejana de ser accesible. En un momento del programa le pide a Soler Serrano que le de un poco de su whisky. "Si quieres te pido otro", le dice. "No Joaquín, ggracias. Con un poco me basta", responde Cortazar. Y sigue hablando. Hasta ahora.

lunes, 12 de abril de 2010

Saer (II)


1. Un poema largo y un relato breve. Higinio Gómez es el protagonista de El Fin de Higinio Gómez, un largo poema narrativo sobre el suicidio y entierro de Higinio Gómez, uno de los literatos que tangencialmente forma parte del mundo de Saer, y protagonista también del relato corto, muy corto, llamado Biografía de Higinio Gómez, donde se esbozan algunos rasgos de la vida de este escritor. Sabemos, pues, que Higinio nació en la ciudad, que su madre murió en el parto, que su padre se cayó borracho de un caballo cuando pretendía hacerle un hombre a base de enseñarle a montar, que era rico, que fue a Europa de joven y flirteó con los surrealistas, que conoció a Breton, que se enamoró de una inglesa a la que no pudo olvidar. Sabemos también que volvió, que entonces ya era pobre, que se hizo periodista, que se hizo escritor, que se amargó, se emborrachó, se drogó, se echó a perder, se suicidó.

"Abandónese a la piedad", le escribe Higinio a su maestro, Washington Noriega, poco antes de morir. Ya en el entierro, Washington, que se había enemistado con él, dice a Tomatis, Barco y los mellizos Garay, "No tengo ni esto (y aprieta su dedo índice contra la uña del pulgar) de piedad". Lo importante, sin embargo, es como el Gato y el Pichón Garay miran cada uno al cielo con la misma expresión de ausencia, "como dos cariátides", dice Saer. Será Tomatis el único que cuide el legado literario de Higinio (Barco lo odiaba también), y publique dos poemas inéditos (largos poemas narrativos, como todo lo que escribió Higinio Gómez) y descubra en los papeles que le ofrece una vieja actriz de Buenos Aires que convivió con Higinio una serie de aforismos, escritos a lápiz y de difícil intepretación:

"Resulta más fácil morir cayendo de un caballo que volver a sentir el primer amor, incluso en un país sin caballos"
"Las parturientas muertas lo son por remordimientos"
"La poesía nos es el río que fluye. La poesía es la piedra en el curso del rio que se alisa y pule cada día"

Higinio Gómez se suicida en un hotel, tomando dos botes de somniferos. Es descubierto por el servicio de habitaciones. Sabemos que antes había comido en el restaurante El Tropezón.

2. Ya hemos hablado de En la Costra Reseca, el cuento en el que Barco y Tomatis, adolescentes, deciden enterrar una botella con un mensaje dentro. El mensaje contendrá una sola palabra: MENSAJE. Pero leyendo sobre la vida posterior de Tomatis en Lo Imborrable, o sobre Barco y su renuncia a todo en La Vuelta Completa, lo que parece vivir en este cuento es la realidad de esa memoria y ese pasado, aún cuando trate sobre seres ficticios. O quizá por eso, por poder ser más cercano a la verdad en aquello que conformamos literariamente. La emoción de lo pasado no en el artificio literario sino en la falta absoluta de artificio. La diferencia entre una posición de partida y un punto de llegada. Crear la emoción de esa diferencia. Y crearla a base de mantener unos personajes que se niegan a toda exhibición neo-romántica, más allá de unas constantes referencias al clima. Los padres que ya no están, los diferentes afanes en diferentes épocas, la paradójica libertad de los adolescentes. La ruina que el tiempo trae y la final aceptación de lo que ya es solo un recuerdo de un recuerdo.

Por eso se recomienda no leer cuentos como En la Costra Reseca los domingos o fiestas de guardar, cuando la tentación de echar la vista atrás es demasiado grande y evidente, y la luz de la primavera recien estrenada puede llevar a todo tipo de pensamientos morbosamente depresivos. Haber bebido en abundancia el día anterior tampoco ayuda, y conduce con una facilidad bochornosa a la conmoción y el llanto, como si no fuéramos conscientes cada día de lo que se ha ido perdiendo por el camino. Lo normal en este tipo de situaciones es que llueva al día siguiente. Y hoy llueve.

miércoles, 7 de abril de 2010

7 días sin TV


No, yo no tengo TV, me digo mirando el espejo con incredulidad. La TV es mi maestra dice alguien desde mi recuerdo: era yo, en los primeros 90, intentando epatar a una inexistente audiencia femenina. No, no tengo TV, repito frente a mi imagen que de reojo busca el viejo aparato cedido por Íñigo y finalmente arrumbado por obra y gracia de la TDT, uno de los grandes timos de nuestro tiempo (pixelado y corte por tormenta incluidos). Me querrá más la gente ahora que no tengo TV? O se confirmará el rumor creciente que habla de una caída definitiva en el frikismo?

En realidad, este es un adios a las películas del oeste en horario de madrugada, a todos aquellos bodrios de terror adolescente, a Johny Raton, programada de manera convulsa por algún prejubilado de TVE con ganas de choteo, a los partidos de la Euroleague repetidos (vaya tela con el Kimkhi), a los mensajes sin sentido en las TV locales: yo pasivo-activo solohombres no gay hombres abstenerse primera vez con mucha experiencia, al muchacho Vallés y sus críticas veladas al gobierno que le paga, a los documentales del canal 33, a Simon Schama absolutamente loca inventándose de qué va el Guernica, a Ramon Colom entrevistando a Eugenio Trías sin entender qué dice y pasando a Jaime Camino para entender aún menos (en otra vida me hago logopeda), a la cara de me-quiero-reir-pero-esto-no-tiene-ni-puta-gracia que se le queda a uno cuando ve el trozo de mario Caballero en DxT, la terrible propuesta deportiva del canal 24 horas, a los nuevos documentales que imitando a Callejeros y Comando Actualidad no hacen más que enseñar despedidas de soltera o travestís en la casa de campo, a GH y todas sus derivaciones y excrecencias, a los telefilmes que TVE proyecta en La 2, que no echaría ni siquiera Teletaxi TV y que debieran ser razón suficiente para echar al programador de turno (en estos telefilmes aparece de manera inexorable Rosanna Arquette preguntándose porqué era la hermana famosa y ahora es un mojón al lado de Patricia), y todos aquellos minutos musicales en los Jardines del Palacio Real con señores que flamenquean ya sea al piano, al violín o a la flauta travesera visitiendo unas imposibles camisas con chorreras. Adios a todo eso, que dijo Graves.

P.D. Si alguien me quiere regalar una TV con TDT, o el aparatito simplemente, que no se corte...

jueves, 1 de abril de 2010

La Conquista de lo Inútil


En la exageradamente minimalista Tokyo-Ga, Wim Wenders se encuentra a Werner Herzog en lo alto de la Tokyo Tower y entre chanzas y arrebatos filosóficos, Herzog se lanza sin pudor a decir que está harto de un mundo tan lleno de cosas, tan fértil, tan construido, y que quisiera que todo allá abajo (señala con la mano) desapareciera de una vez y tuviéramos una tierra baldía al fin.

Quizá parte de ese hartazgo por la profusión de nuestro mundo le venga de sus diferentes aventuras fílmicas en la selva: "Aguirre, la Cólera de Dios", "Fitzcarraldo", "Cobra Verde", en las que tuvo la fortuna de trabajar con Klaus Kinski (volveremos sobre él más tarde). Herzog, obsesionado por la aventura, los límites que la naturaleza pone al hombre, la idea de huida, y la idea de un superhombre que haga frente a la sociedad por un lado y a la naturaleza por otro (algo muy alemán) se embarcó desde jovenzuelo en extraños proyectos que le llevaron desde filmar la erupción de un volcán a recomponer la odisea de un hombre comido por un oso. Uno de sus proyectos más ambiciosos y más logrados fue "Fitzcarraldo", la historia de un emprendedor en la selva peruana de principios de siglo (siempre será el XX). Para conseguir rodar esta película trasladó toda la intendencia, todo su equipo de fieles y alucinados (una especie de secta fílmico-filosófica) a la amazonia peruana que Vargas Llosa desmenuzara de manera impecable en La Casa Verde. Y los más de 3 años de rodaje no son más que una confirmación de todo lo leído en aquel libro fundacional. Cómo lo sabemos? Acaban de ser publicados los diarios de rodaje de Herzog, con el sugerente título: Conquista de lo Inutil.

Con una excelente prosa, Herzog consigue colocarnos en el centro de toda aquella aventura-rodaje sin preocuparse en explicarnos quién es quién y por qué se hace lo que se hace (un breve índice onomástico nos da algunas pistas). Compartimos los agobios financieros constantes en una producción de esas características, los problemas con los actores (Jason Robards dejó el rodaje por enfermedad, Mario Adorf es llamado directamente idiota, Mick Jagger y Claudia Cardinales son continuamente alabados, Klaus Kinski...), las dificultades organizativas. Pero es uno el principal protagonista de todo el libro: la selva. Ya sea en Iquitos o en algun poblado perdido, la selva tropical y su necesaria claque, los indios, aparecen como un constante referente, decorado, actor, banda sonora.

Son los indios (los mismos de La Casa verde), borrachos a base de Masato (yuca y saliva fermentadas), incapaces de cualquier horario, proclives a la mayor hospitalidad, susceptibles de matar a cualquiera por cualquier tontería, capaces de los más altos sentimientos y las más absurdas aberraciones, son ellos los que propician un contrapunto entre cómico y patético a todo el relato, como cuando deciden (ante el ataque de una tribu enemiga) proteger a Herzog y crean una guardia de 4 guerreros. Cuando Herzog llega a su choza los encuentra tumbados en su camastro. Herzog llega y les saluda, ellos le saludan y no se mueven. Herzog les pregunta si no sería más útil, en términos de protección, que alguno al menos vigilara la puerta, o los alrededores, pero ellos permanecen en la cama. Solo unos minutos después de que Herzog coja su almohada y se tumbe en el suelo se darán cuenta de que hay que dejarle la cama al protegido. Otro de los grandes momentos es cuando los representantes de todas las tribus que trabajan en la película se ofrecen a Herzog para matar a Kinski. Porque resulta casi increible que Klaus Kinski muriera de viejo, y lo digo no solo por su paso en el libro sino por lo que llevo leído de su autobiografía: "Yo necesito Amor" y que se podría definir tal como Herzog define el guión que Kinski escribió sobre Paganini y le entregó para que lo rodara: un tocho de 600 páginas en el que se pasan la mitad tocando el violín y la otra mitad follando, pero aquí, claro, sin violín.

Kinski llegará a la selva con su pose de indómito aventurero, como cuando se viste de comando, se hace con una canoa y decide perderse una tarde en la selva. Avanzará 100 metros bajo el escrutinio en la lejanía de Herzog, oirá un sonido raro y se volverá inmediatamente con cara de terror.

Finalmente la película se rodará, será un éxito, recibirá todas las críticas imaginables de los grupos conservacionistas (se cargaron una montaña, es cierto), consagrará a Kinski como uno de los grandes histriones de nuestro tiempo y poco más. 20 años después, Herzog volverá al lugar de los hechos y comprobará que la selva habrá borrado cualquier rastro del rodaje, de la supuesta e irreversible destrucción. Solo permanecen los indios. Borrachos, siempre cansados, siempre ajenos.

P.D. La foto es de Cobra verde