miércoles, 21 de abril de 2010

Tríptico: Pasado / Glengarry / Wat


1. Busco mi pasado en Facebook y no encuentro nada. Como el protagonista de Calle de las Tiendas Oscuras de Modiano parezco no venir de ningún sitio. Paso la tarde del domingo luchando contra mi debilitada memoria para intentar recordar algún nombre. Nada. Quizá fueron demasiados colegios. Quizá mi rastro se ha ido perdiendo como se perdió mi recuerdo en la memoria de mis condiscípulos y compañeros de clase. Me recordará alguien? Me recordarán quizá cuando se reunan a tomar unas copas y aburridos hagan un repaso de la clase de 6º de EGB? Aquel tipo que llegó ya empezado el curso y se fue al año siguiente. Si era tan anodino como me recuerdo probablemente ni se me llegue a nombrar. Ni una palabra más alta que la otra, ni un gesto fuera de lugar. Ya al final de la noche conseguí encontrar una foto. Una foto en la que yo no aparecía, de una clase en la que estuve un solo año algunos años después. Reconocí algún rostro y algún nombre, pero reconocí sobre todo que no existe memoria sobre mi más allá de la que voy ahora, e inevitablemente, perdiendo.

2. La obra de teatro perfecta. Una estructura solidamente construida, sin debilidades o arbitrariedades postmodernistas. Un grupo de actores igualmente sólido y equilibrado, con auténticas estrellas para dar el brillo preciso. Un texto vivo, unos diálogos veraces y poderosos que ahuyentan cualquier tentación de rigidez. Una intención moral sin ser moralista y una mirada comprensiva sin ser compasiva. Todo esto, hora y media disfrutando, muchos aplausos, la vuelta a casa comentando lo bueno que es ir al teatro a ver algo bueno, los problemas para dormir (igual que cuando voy al fútbol), las búsquedas en internet sobre el autor y la lectura del libro que sobre Mamet me regaló la Mona hace años. Todo esto y en realidad una sola cosa. La frase que pronuncia uno de los actores, desesperado, y que concluye la obra: Odio este trabajo. Odio este trabajo. Odio este trabajo.

3. Un libro de 1000 páginas que podría tener 3000. Las mejores acotaciones al propio discurso que uno recuerda. Una letanía de nombres polacos. La Intelligentsia (y no solo la polaca) como una clase definitivamente perdida. Un sutil triunfo del stalinismo-comunismo (son lo mismo, dice Wat) disfrazado de prosperidad post-capitalista. Tiempos heroicos frente a tiempos depravados frente a tiempos apaciguados. Leemos Mi Siglo de Aleksander Wat para dar un carpetazo definitivo a la pregunta: para qué sirven los libros? Absurdo, tierno, brutal, ridículo, divertido... Lo dijo Íñigo y le doy la razón.

PD. En la foto Aleksander Wat le explica a un niño que es más divertido ser escritor que comunista

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