miércoles, 7 de septiembre de 2011

Conexiones

Conexiones fue un programa documental de la BBC cuya primera emisión tuvo lugar en 1978. Estaba creado y presentado por James Burke, un historiador de la ciencia que siempre sonreía. Como era de esperar el programa trataba precisamente de conectar diferentes sucesos y descubrimientos a lo largo de la humanidad, con la intención de demostrar cómo no había conocimiento aislado sino una clara interrelación entre todo el saber y sus manifestaciones. En España no tuvimos oportunidad de ver Conexiones hasta que llegaron las TV por cable y satélite y con ellas el Discovery Channel. De todos modos, si por algo destacó la serie en su periplo español fue por el doblaje mexicano del profesor Burke y su incomparable y muy amanerado conexxxxioonessss!!!!

Así pues, conectando, me dio por pensar en John Byrum. Cuando era joven decidí que quería ser un cinéfilo, y a ello me puse. Por desgracia, no eran muchos los medios de los que uno disponía en Sevilla y por entonces para ver las películas que me interesaban. Estaban los ciclos de madrugada en TVE (cintas y cintas VHS donde se apiñaba de todo, del nuevo cine alemán a olvidadas películas armenias) y poco más. Me convertí entonces en un cinéfilo que leía más cine que verlo. Uno de mis libros preferidos fue una historia del cine americano, en concreto el tercer volumen, escrito por Jose Luis Guarner que por aquella época hacía crítica en TVE con un aspecto enfermizo y una voz entre temblorosa e irónica. Murió no mucho después. Escribía de películas que yo ya conocía, de otras de las que siempre se hablaba, y también de una de la que nunca había oído ni una mención: Inserts. Y lo hacía de una manera más que laudatoria. Como venía a decir, Inserts abría un camino que se cerró con ella misma.

También en aquella época dejé de seguir a la Familia en sus actividades. Dejé de hacerlo porque todos los adolescentes lo hacen, en algún u otro momento. Y además porque la Familia se había convertido en algo irrespirable y dañino. La Familia se marchaba a pasar el fin de semana a la casa de campo y yo me quedaba en Sevilla, solo, para salir con los amigos o para quedarme en casa y hacer lo que me diera la gana. Ese instante, el de la Familia marchándose el viernes, era inigualable. Una de esas noches de viernes volví a tropezar con el nombre de Byrum.

Murray el trascendental


 A finales de los 70 principios de los 80, Byrum regaló un ejemplar de uno de sus libros preferidos a una amiga guionista tras dar a luz. El libro era El Filo de la Navaja, una antigua novela de perfeccionamiento espiritual escrita por Somerset Maugham. Sin embargo, no fue su amiga quien leyó la novela sino su marido, un actor y humorista llamado Bill Murray. Murray quedó fascinado con el libro, uno de esos libros en los que pasa de todo, y llamó a Byrum convencido de que debían hacer algo con ello. E hicieron una película. Y fue un fracaso. Nadie creyó en el proyecto desde el principio y Murray tuvo que comprometerse en otra película que le importaba un pimiento para encontrar financiación para El Filo de la Navaja. Y esa otra película fue un éxito mayúsculo y se llamó de manera descriptiva y apropiada Los Cazafantasmas. Podría decirse que en cierto modo el éxito de una propició el fracaso de la otra. La gente no se acostumbró al hecho de ver a su cazafantasmas favorito dando discursos sobre la necesidad de encontrar el camino en nuestro interior. Bill Murray, no acabó de encajar el asunto y se retirço durante 4 años a París, se matriculó en filosofía en la Sorbonne y se olvidó del cine (temporalmente gracias a Dios). De todos modos, a mi, aquella noche de viernes la película me pareció un sublime ejemplo de aquello que Truffaut (que moría poco después del estreno de la película) llamara un grand filme malade, una gran película malograda, un extraño artefacto difícil de valorar pero que me aportaba algo que precisaba en aquel momento: un objeto de culto personal. Fue tal el impacto que hasta se me olvidó ver la peli guarra del Canal Sur (otra de las delicias de quedarme solo el finde).

Tiempo después vi la versión que de El Filo de la Navaja hizo Edmund Goulding con Tyrone Power y Gene Tierney. Una película esplendida. Propia del talento subestimado de Goulding (ved si no Nightmare Alley, por ejemplo). Que convertía a la pelicula de Byrum en algo aún más grotesco (y atractivo). Uno de los momentos espectaculares en esta antigua versión es la aparición del propio Somerset Maugham (como personaje) interpretado por el siempre genial Herbert Marshall. Aparece en un barco, un trasatlántico, y el hecho resulta curioso e inquietante.

En uno de sus cuentos más celebrados (Los Milagros no se recuperan) el gran escritor argentino Bioy Casares cuenta una anécdota que realmente le sucedió. Estando de viaje en un trasatlantico (el Queen Mary, si no me equivoco) reconoció entre el pasaje a Somerset Maugham del que admiraba y mucho sus libros de viajes. Superando su natural timidez se fue a su encuentro para decirle lo habitual en estos casos (verá, es que yo le admiro mucho y...) cuando se dio cuenta de algo excepcional. Había dos Somerset Maugham. Dos personas iguales uno a cada lado de la cubierta. Este hecho le confundió tanto que perdió la ocasión de hablar con su ídolo (nos preguntamos si uno de los Maughma sería Herbert Marshall). Lo que es menos conocido es que en el mismo barco y unas horas antes Jack Kerouac (el autor de On the road) y algunos amigos suyos beatniks se dedicaron a jugar con el ascensor del barco cabreando de este modo a Somerset Maugham que esperaba para cogerlo. Un barco muy literario, y más aún si añadimos que en ese mismo viaje estaba Truman Capote borracho o mareado (aún no se sabe). Lo que me llama más la atención ahora es sin embargo la presencia de Kerouac.

Kerouac el marinero
Entre su debut Inserts y su primer fracaso El Filo de la Navaja, Byrum rodó otra muy interesante película llamada Heart Beat y que va, precisamente, sobre la Beat Generation (curioso que en España la titularan Generación Perdida dando lugar a una absurda confusión de generaciones literarias americanas). Tenemos a un improbable Kerouac interpretado por John Heard (ahora muy gordo) y un delirante Neal Cassady por un aún más delirante y borracho Nick Nolte (la escena final con Nolte en plena época hippy es mítica). Fue uno de los pocos éxitos de Byrum y aún así no es lo que se dice conocida.

 Quizá uno de los problemas en la carrera errática de Byrum fue la mala salud que le acompañó durante años. Cansancio, mareos, depresión, fatiga crónica... cuyo origen nadie parecía capaz de diagnosticar. Hasta que se descubrió que sufría la enfermedad de Lyme, o lo que es lo mismo, una infección causada por la picadura de una garrapata. Lo mismo que le sucedió a mi madre.

Estábamos en Huelva entonces. Todavía recuerdo las extrañas quejas de mi madre durante aquellos días. Le dolía la cabeza, tenía fiebre, sentía una extraña picazón en la coronilla de la que hacía culpable a la peluquera y el moldeador (muy de los 80). Cuando los dolores de cabeza se hicieron más intensos fue mi padre quien dio con la tecla gracias a su intuición de hombre de campo. Eso es un Rezno, dijo. Cómo??? Una garrapata como la llaman en mi pueblo! (después buscamos rezno en el diccionario y realmente existe). Esa misma noche mi padre arrancó la garrapata hecha una bolita llena de sangre de la cabeza moldeada de mi madre. La teoría ganadora fue que la vecina había aireado la manta del perro ventana abajo justo cuando mi madre se asomaba a fumar como hacía todas las tardes. Una pena para Byrum no haber conocido a mi padre.

Sí, este es Burke. Conexxxxiooonesssss!!!!


Byrum, Murray, Maugham, Goulding, Marshall, Bioy, Kerouac, Papá... El  profesor Burke vuelve a escena y con sonrisa beatífica dice: CONEXXXXXIOOONESSSSSS!!!