jueves, 30 de abril de 2009

Feria


No tenía prevista ninguna entrada referente a la Feria de Abril de Sevilla. Una llamada a mi hermano, el recuerdo de Ferias pasadas, las típicas noticas en la TV y ese ánimo nostálgico de los jueves noche me han hecho pasar a la acción. Hará ya 10 años que no piso el Real de la Feria, y lo cierto es que tampoco lo echo demasiado de menos. Ferias he tenido de todo tipo. Desde esas con 14 años y 140 granos en las que uno bebe sus primeras manzanillas, hasta otras inolvidables por lo bueno (el traje de Miguelito) o por lo malo (pedazo de pota en el tablao). He agredido a bellas señoritas mientras bailaba sevillanas y he terminado, como casi todos, tomando churros con chocolate en el mejor amanecer que podamos imaginar.

Como con casi todo, lo mejor de la Feria es la expectativa que crea, la promesa de la Feria. Ese ir a los toros en una tarde soleada, asistir al triunfo de algún torero de la tierra, comentar la faena con los amigos mientras se tapea en algún bar cercano a la Maestranza, para terminar caminando hacia la portada, calle Asunción mediante, con la convicción de que los mejores momentos de la noche que comienza fueron esos mismos instantes en los que cruzábamos el río y nos sentíamos dichosos por pertenecer a todo lo que abarcaba la vista.

Para dejarlo más claro, ahí van unas sevillanas antológicas:

Yo Soy Del Sur
Francisco De Juan / Antonio Rodríguez


Andalucía, es mi tierra,
Yo soy del sur,
Yo soy del sur,
Andalucía, es mi tierra,
Soy del sur, soy andaluz,
Me gusta el mosto en Noviembre
Y mirar al cielo azul,
Y mirar al cielo azul,
De aquí fueron mis abuelos,
Se formaron mis mayores,
Aquí nacieron mis padres,
Y nacieron mis amores,

ESTRIBILLO:
Yo soy así, y tienes que comprender
Y tienes que comprender,
Que mis costumbres son esas
Y no las quiero perder.

Me gusta dormir la siesta,
Yo soy del sur,
Yo soy del sur,
Me gusta dormir la siesta,
El gazpacho y el buen vino,
Los caballos bien domaos
Y las charlas del casino
Y las charlas del casino
Me gusta el cante sentío,
El baile de cuerpo entero,
La guitarra bien templá,
Y los olivares nuevos,

(ESTRIBILLO)

Me gustan los toros serios,
Yo soy del sur
Yo soy del sur
Me gustan los toros serios,
Y los toreros con arte,
Los buenos banderilleros,
Y las mulillas de arrastre
Y las mulillas de arrastre,
Me gusta ver la vendimia
Y beber con los amigos,
Y las mujeres bonitas
Y la siembra de buen trigo,

(ESTRIBILLO)

Me gusta la romería,
Yo soy del sur,
Yo soy del sur,
Me gusta la romería,
Las ermitas de mi pueblo,
Las Vírgenes bajo palio
Y los Cristos Nazarenos,
Y los Cristos Nazarenos,
Los jardines con geranios,
Las casas blancas y con tejas,
Los miradores con arcos,
Y las ventanas con rejas.

(ESTRIBILLO)

miércoles, 29 de abril de 2009

Netherland


Hoy nos toca reseña de un libro: Netherland de Joseph O´Neill.

Hablaba en la última entrada de este Concarrobe de Netherland, novela recientemente publicada en España a cuenta de mi interés por el modo en que los deportes son trasladados al ámbito literario. Comentaba también que Rodrigo Fresán avalaba el libro, que lo acabaría comprando y que nunca lo terminaría. Me alegra deciros que mentí en lo último (mentira y error como equivalentes, buen tema para otra entrada).

Como toda nueva novela norteamericana en la que los protagonistas pertenencen a la burguesía acomodada y no por ello son criticados o demonizados, el nombre de Fitzgerald surge de su tranquilo retiro para dar cierto relumbrón al desconocido autor. Lo del éxito prematuro quizá no case con este escritor (O´Neill) ya entrado en la cuarentena y curtido como abogado durante bastantes años. Nada que ver con aquel otro Fitzgerald de los 80, Jay McInerney, que escribió un famoso libro de título chusco Big City Lights (adaptado al cine con un impagable Michael J. Fox esnifándose hasta el azucarero) y del que ya nadie se acuerda.

Por evitar la dispersión diremos que Netherland es una novela que empieza mejor que acaba, de poco vuelo narrativo, llena de lugares comunes (especialmente en lo referente a los problemas de pareja), pero con unas cuantas ideas, unos cuantos personajes y ciertas decisiones literarias muy acertadas.

Nos gusta la oposición que hace entre Europa y América. El libro defiende con firmeza y lucidez el llamado sueño americano. No solo como posibilidad para aquellos que llegan del exterior, sino como espacio donde las oportunidades no se cercenan al poco de comenzar. Según el autor, es momento de tirar por la borda la absurda costumbre europea que nos hace creer en una vida ya compartimentada y catalogada a eso de los 40. Debiéramos aprender de los USA y su capacidad de reinvención constante a cualquier edad. Resulta curioso que la sociedad más dinámica sea también calificada de gerontocracia, pero es en esa paradoja donde se encuentra el secreto de las vidas plenamente vividas. La oposición entre la vieja Europa y la joven América es en realidad la oposición entre jóvenes con mentalidad de viejos y abuelos inasequibles al conformismo y el aburrimiento. Otra idea interesante es la que habla de la indefensión con la que nos enfrentamos a la terrible crisis de los 35 (36 en mi caso). La certeza absoluta de que ya no somos jóvenes y la desdicha, algo que creíamos enterrado gracias al éxito profesional y sentimental, se apodera de todo lo bueno que creímos tener. Atracando a Conrad a la salida de su barco diríamos eso de que solo los muy treintañeros conocen momentos como este.

Por desgracia, la novela abunda en extravagancias y disparates que por muy verdaderos que sean (esto me pasó de verdad!) no son nada verídicos. Si unimos la falta de trascendencia y auténtica vida en las descripciones de la crisis matrimonial y un manejo torpe de los tiempos narrativos, solo nos quedan el cricket, Holanda, Trinidad y New York para compensar el desastre. Sí, porque los instantes dedicados a rememorar las infancias de los dos protagonistas en Holanda y Trinidad y Tobago son de lo mejor del libro, lo que hace pensar en un escritor más dotado para la mirada retrospectiva y la nostalgia que para el embarrado cotidiano. Es también reseñable la capacidad para recrear New York y darle la condición de universo dentro del propio universo, ajeno a las reglas que nos pueden regir en cualquier otro lugar y envidiable por la sensación de libertad que es capaz de generar en sus habitantes (aun cuando estos estén asustados: el 11-S es una sombra constante en la narración).

De Cricket no sé nada, solo que se juega vestido como si fuera uno a hacer la primera comunión. Aun así, las partes del libro dedicadas a este deporte son las mejores, y pienso que de haber atendido más a esta línea narrativa el libro hubiera sido mucho mejor. El argumento de que jugar al cricket nos hace mejores personas destaca por su absurda brillantez, y ciertamente uno lamenta no disponer de más tiempo para conocer la historia de todos aquellos empleados de gasolinera antillanos, dependientes en pizzerías provenientes de Pakistan o regentes de bazares indios que viven toda la semana pensando tan solo en el partido que jugarán el sábado.

Finalmente, como diría Brel, queda un libro de fácil lectura y aún más fácil olvido. Sirva esta entrada para evitar lo último

Coda: Una referencia a la horrenda traducción. Abuso de pronombres relativos para unir frases (en especial El Cual, La Cual), convertir New Hampshire en Nuevo Hampshire (me recuerda a aquel traductor de Lord Jim que se disculpaba por no traducirlo como Lord Jaimito), o lo que es peor, no seguir criterio alguno y hablar del Padre Abraham y los Smurfs (son los Pitufos, idiota!).

miércoles, 22 de abril de 2009

Fútbol


1. Un tal O´Neill escribe un libro llamado Netherland. El tema es New York, el 11-S, el cricket. O´Neill dice que realmente se trata de hacer un libro diferente sobre el deporte, fundar una nueva literatura deportiva. Dice que los libros que han tratado el deporte hasta ahora abundan irremisiblemente en la épica. Hablar de deporte sin apelar a la épica. También dice que el sueño americano sigue vivo, que es real. Acabaré comprando el libro. Rodrigo Fresán lo recomienda. Probablemente nunca lo llegue a terminar.

2. La épica, sí. La mejor película hecha sobre el deporte: El Mejor. La mejor y la más épica. Otro ejemplo: Evasión o Victoria. Todos sentimos un escalofrío con la chilena de Pelé. Y la lírica? Un ejemplo vivo no literario de lírica en el fútbol: Rafael Gordillo. Daniel lloró cuando se anunció su traspaso al Real Madrid. Él mismo lo hizo pocos meses después de ser traspasado contra su voluntad. Pidió volver al Betis, cobraría incluso menos de lo que le pagaban en el pasado. No pudo ser entonces. Volvería más tarde, con un Betis en segunda. La maledicente canalla se mofaba del genial Vendaval del Polígono y lo tachaban de simple brisa. A nosotros no nos importaba. De hecho, cuando Rafaé saltaba al campo era como si una brisa nos trajera el aroma de otros tiempos más felices y victoriosos, cuando el Rayo verde relampagueaba de manera destartalada y genial por la banda izquierda del Villamarín.

3. La literatura y el fútbol han tenido siempre una relación entre difícil y vergonzante. Albert Camus fue portero del equipo de la universidad, allá en Argelia, y simepre dijo aquello que el futbol fue la mejor escuela donde conocer el alma humana. Los porteros estaban de moda por entonces. Nabokov hablaba del portero como figura mítica en los paises mediterráneos, poniendo como ejemplo al divino Zamora, y Alberti entrenaba su futuro estilo estaliniano con la Oda a Platko, portero del Barça en los años 20, aunque algun verso tenga cierto tufillo gay (rubio Platko tronchado...). Prefiero las constantes referencias marginales de Bioy (muy buen extremo por lo que cuentan) que en muchos de sus libros situa a sufridos hinchas de Excursionistas, uno de esos adorables equipos porteños que siguen 4 gatos. Otra forma de acercarse al mundo del balón es la de Peter Handke y su Miedo del Portero ante el Penalty, libro que lei de mocito y del que no recuerdo nada (salvo los bostezos). De hecho Handke, como gran seguidor del balompié, entre loas a Milosevic y películas de 4 horas, montó una peña litetario-futbolera de apoyo al Numancia (ya, frikada absoluta). Atxaga, en El Hombre Solo, nos recordaba el genial equipo polaco de los Lato, Boniek, Mylnarzik... Una de las pocas aportaciones patrias (aunque esto de patrio al equidistante Atxaga le sabrá a cuerno quemado) al rubro libros-fútbol. Para terminar el recuento, el texto canónico de la literatura futbolera: El Cesped, de Benedetti. Salvada la inevitable tendencia al melodrama del autor, se trata de uno de los pocos relatos donde el fútbol es actor principal y no excusa. Los ya famosos Sueños de Fútbol, jugar junto a Obdulio "el Negro" Varela... Épica y lírica.

4. Dos historias. En la primera mi padre llega a Sevilla con 12 años de un pueblo perdido en Sierra Morena. Toda la familia sigue al padre recien liberado de una condena de 10 años de trabajos forzados por rojo. En uno de los primeros días en aquel barrio periférico de calles de tierra se caerca como siempre hacen los niños a un grupo que juega con una pelota. Es el primer contacto de mi padre con el fútbol, algo que no sabia ni siquiera que existía. Uno de los chavales le dice que entre a jugar y mi padre va hacia allá sin saber muy bien de qué va todo aquello. El niño le pregunta: tu qué eres? Bético o Sevillista? Mi padre, sin entender del todo elige por aproximación: Yo.., pues soviético. Desde ese día, los Viana somos Béticos.

La segunda trata del padre de mi madre: Antonio. Siempre le gustó el fútbol, y ya de jovén jugó en los juveniles del Antequerano. Allá por los primeros 50 se trasladará con toda la familia a Sevilla. Es una buena oportunidad para ver fútbol de élite. El Betis anda por la segunda división despúes de unos infames años 40 (descenso a tercera incluido). La elección es lógica: si quiero ver al Real Madrid, al Athletic Club, al Barcelona, me tengo que hacer socio del Sevilla. Pocos días antes del primer partido de liga se hace socio. Le dan un resguardo en la oficinas que habrá de canjear por el carné definitivo días después. Mi abuelo se dirige al Pizjuan a ver el primer partido y en las taquillas enseña el resguardo que le acredita como socio. El portero se lo devuelve: esto no vale. Antonio explica: en las oficinas me dijeron que puedo entrar con el resguardo hasta que me den el carné. El portero se pone farruco e insiste: eso no vale. Mi abuelo se enfada: esto es una vergüenza. El portero, con modales chulescos y violentos, le indica la salida. Es entonces cuando mi abuelo coge el resguardo, lo rompe en la cara del portero, y le dice: pues ahora voy y me hago Bético! Desde ese día, los Jiménez somos Béticos.

jueves, 16 de abril de 2009

El 4º Mandamiento


1. La convención obliga a hablar de Ciudadano Kane cada vez que el nombre de Welles (Orson) surge en una conversación. Si los interlocutores, además, se tienen por conocedores del cine y su historia otras consideraciones se añaden de manera inevitable: cineasta maldito, incapaz de mantener un presupuesto, megalómano... Pocos serán, sin embargo, los que aprecien en Welles a un lírico, o aún menos aquellos que lo tomen como un nostálgico de epocas pasadas no shakesperianas. Casi nadie hablará de The Magnificent Ambersons.

Lirismo, evocación e indagación socio-histórica son algunas de las aportaciones de The Magnificent Ambersons, una de las menos conocidas películas de Orson Welles, y sin duda la mejor de todas las suyas. Rodada en 1942, justo después de Ciudadano Kane, The Magnificent Ambersons (conocida en España como El 4º Mandamiento) comenzó disfrutando de la arrebatadora aura de triunfo que llevó a un post-adolescente Welles a convertirse en la figura cultural de la época y terminó siendo el primer eslabón de la cadena de fracasos, torpezas, omisiones y humillaciones que hubo de sufrir hasta el fin de sus días cinematográficos. Resulta difícil hablar de la película sin tener en cuenta las condiciones de su rodaje y (sobre todo) su post-producción. Decir, tan solo, que se trata de una obra maestra, aún cuando al menos una hora del metraje inicial fue mutilada, y nuevas y bochornosas escenas (el final) fueron rodadas por el montador (un joven Robert Wise). Qué ocurrió para que esto sucediera? La estrella de Welles se apagó por primera vez con el fracaso de Ciudadano Kane, lo que llevó a la RKO a un cambio en su contrato: el final cut estaría en manos de la productora. Si a esto unimos cambios en la cúpula de la Major, y la absurda marcha de Welles a Brasil para rodar un documental que fomentara la ayuda de los brasileños a la causa aliada, no parece demasiado difícil comprender la tentación saturnina de los productores tras unos desastrosos preestrenos. Sin duda fueron incapaces de valorar la emoción intensa y la calidad absoluta en la narración del auge y decadencia de los Ambersons en aquella ciudad arquetipo del mid-west que tan bien conocía Welles. Clasicismo e innovación técnica y formal, sin lugar al cliché o los lugares comunes. El genio de Welles le lleva incluso a cambiar el absurdo final de la novela por uno que hubiera aunado tragedia, patetismo y grandeza y que aún podemos adivinar entre tanta paja ajena.

2. Si leemos una crítica (española) de El 4º Mandamiento será ineludible la referencia a la novela original y al autor de la misma en los siguientes términos: olvidado escritor, pequeña novela, autor oscuro y semidesconocido... También aquí la convención (esa institución tan española) prefiere hacer uso del lugar común frente al estudio y la propia verdad. Es cierto que hoy en dia nadie se acuerda de quien fue Booth Tarkington, pero no siempre fue así. De hecho, The Magnificent Ambersons ganó el Pulitzer, y eso a pesar de su ridículo final, como Scott Fitzgerald comentaba a uno de sus amigos (quizá Edmund Wilson) en una de aquellas cartas que Daniel y yo devorábamos cuando éramos jóvenes. Sí, porque Tarkington llegó a ser una especie de modelo a seguir para el joven Fitzgerald. Ambos provenían del Mid-West, los dos estudiaron en exclusivos colegios de la East Coast, y ambos acabaron en Princeton, de la cual salieron sin poder llegar a graduarse. La trayectoria en el propio Princeton fue también muy parecida, colaborando en The Triangle y The Nassau Litterary Magazine. La diferencia estriba en que mientras Tarkington se convirtió en toda una leyenda, el alumno más popular del campus, Fitzgerald no podía apartar de si mismo una aureola de fracaso que se acentuaría en sus últimos años universitarios y los previos a su eclosión literaria. Tarkington representaba para Fitzgerald la imagen propia del ideal Genteel, el mismo que llenaría sus libros una vez pasado por el tamiz crítico de un Mencken (su principal influencia pre-Gatsby), sin perder nunca, eso sí, el amor y la compasión por sus criaturas (algo de lo que Mencken era incapaz).

3. Al inicio de The Magnificent Ambersons Joseph Cotten protagoniza de manera indirecta, incidental, una escena que apenas es comentada pero que determinará los destinos de todos los implicados en la historia (aparezcan o no). Un modelo de narración que va más allá de los tipos tradicionales y que entronca con The Great Gatsby o Heart of Darkness o La Casa Verde decadas más tarde. En ese comienzo está todo lo que alguien necesita para saber cómo ha de contarse aquello que queramos contar.
Una última imagen. Ya avanzada la película, tio y sobrino se despiden en un andén de tren. Ambos no parecen tener mucho que decirse y el tio cuenta una historia de su juventud ocurrida en aquella misma estación. La historia (entre pícara y candorosa) le lleva unos pocos minutos. El sobrino escucha distraido. De repente suena el aviso de que el tren va a salir y el tio de manera atropellada le explica ciertos e importantes detalles financieros al tiempo que le confiesa que nunca le ha caido bien (todo en unos pocos segundos). El tio se sube al tren en marcha y se despide de todos nosotros.
Como decía Cesar Vallejo: cómo escribir después de algo así.

lunes, 6 de abril de 2009

Fracaso


1. En Una Novela Rusa el gran Emmanuel Carrére venía a decir lo que todos sabemos: aquellos que trabajan en lo que podríamos llamar actividades ordinarias viven una vida miserable comparada con la de los artistas, escritores, editores... Disponemos de un mes de vacaciones al año que no siempre podemos tomar cuando queremos, madrugamos para el morning commute (gracias MGMT), recibimos continuas humillaciones a lo largo del día y ganamos enclenques sueldos en comparación con los creadores y sus difusores. Lo mejor de todo es que Carrére nos cuenta como esos creadores no tienen la más mínima idea sobre la vida que lleva el vulgo y ni siquiera les importa. Esto explicaría, por un lado, la inevitable falta de contables y oficinistas en las obras liteario-fílmicas, y por otro la frase de Mijail Romm (aquel director de cine soviético maestro de Tarkovski) que siempre me repito esperando poder pronunciarla algún día: Mientras fui un fracasado acumulé todo tipo de experiencias y conocimentos. Un día comencé a hacer películas y descargué todo lo que había almacenado durante aquellos años. Nunca volví a acumular nada más.

2. Durante estos días he estado leyendo un libro sobre el Boom de la literatura hispanoamericana, en concreto sobre García Márquez y Vargas Llosa. El libro es de una candorosa endeblez pero el tema es muy interesante. Pensemos en un grupo de aspirantes a escritor, de diferentes paises, que comienzan a tejer una red de relaciones y amistades basadas en su gusto por los libros, la escritura como búsqueda de la obra total, el cambio social y la revolución cubana. Digo la obra total o totalizadora (algunos saltaron a tiempo antes de que pasara a totalitaria). Serían libros como La Casa Verde de Vargas Llosa o La Muerte de Artemio Cruz de Carlos Fuentes o Rayuela de Cortazar (estaría también 100 Años de Soledad que nunca me ha provocado más que 100 páginas de aburrimiento). Sin embargo, mi interés no está hoy tanto en los libros como la vida que hizo posible aquellos libros. Ese saltar de un país a otro, de una beca en París a una corresponsalía en Caracas, a una colaboración periodística, a una traducción mal pagada, a un guión de cine, a un trabajito en una editorial, a un curso en una universidad gringa, a una estadía entre barbados revolucionarios, a un periodo de penurias en un pueblo de Teruel, a la paz de haber ganado un premio bien dotado, a la ciudad donde parecen caer todos en una mezcla de utilitarismo y camaradería. Llegan a Barcelona en algún momento de sus vidas errantes, siempre respaldados por sus mujeres, habituales consortes de la burguesía ilustrada sudamericana, bebedoras de Gin&Tonic, no desmerecedoras en la conversación intelectual pero volcadas en su labor doméstica y maternal. Detras de cada gran escritor, podríamos decir, hay una señora que cuida de los niños y la casa. Llegan, pues, a Barcelona, donde conformarán una especie de grupo siempre en formación, visitado por los habituales compañeros de viaje, en un itinerario que les lleva a París pasando por España y de nuevo a América tras comprobar que unos triunfan y otros mendigan una colaboración en cualquier revista cultural. Se reunirán todos juntos para Navidad o Fin de Año, beberán demasiado por unos días antes de volver a su propia rutina, las horas frente a hojas o máquinas de escribir, en casas donde los niños saben desde pequeños que el ruido es el gran enemigo de la inspiración. Un proceso que durará unos pocos años antes de que decidan volver a sus países, y la comunidad se vuelva a disgregar, obligada por los años, los rencores, el aburrimiento, la nostalgia por la tierra, la edad y la muerte.

3. No hay vida más triste que la nuestra. O la mía. Leer las vidas de los otros con la frustración de una cajera de supermercado ante las revistas del corazón. Hazañas literarias. Esta es la verdad para aquellos que pensamos que no existe mejor oficio ni otra vocación. No hay resignación que valga para estos momentos. Ser contable y trabajar de noche es el único consuelo que nos puede quedar.

viernes, 3 de abril de 2009

El Otro Borges


I can give you my loneliness, my darkness, the hunger of my heart; I am trying to bribe you with uncertainty, with danger, with defeat. Así terminaba Borges su poema más desatado y romántico. Lo escribió además para una mujer casada, Beatriz Bibiloni Webster de Bullrich (vaya nombre). Es el Borges de los 30, algo gordo, a veces barbado, vidente aún y siempre enamorado. Enamorado sí, pero cómo? Según su mucama durante 40 años, el señorito Borges no conoció bíblicamente mujer alguna, y se casó dos veces lo que tiene un merito altísimo. Conocemos la primera experiencia sexual truncada del apenas adolescente Georgie. Su padre le da una moneda y le indica una dirección a la que debe ir. El pequeño Borges llega a una extraña casa, llama a la puerta y le recibe una señora de horrible aspecto sicalíptico. No pasa ni un minuto cuando sale huyendo de aquel lupanar.

Borges crece rodeado de libros que devora con su corta vista y libros que le devoran la vista que parece quedarle (cada vez menos). También el joven Borges, el de los años 20 es aficionado a la vida nocturna, a la juerga y al coqueteo con el wild side, el barrio Sur. Su breve pero intensa afición al alcohol termina aquel día que llegando demorado a una reunión oye desde la entrada a la mujer a la que por entonces pretende: Borges, sí, un genio.. pero también un borracho. No volverá, pues, a emborracharse y será extremadamente duro con aquellos que lo hagan. Interesante Borges el de los años 20. Recorría con Mastronardi, gran aficionado a la noche y protagonista de la anécdota Mastronardi-Gombrowicz (cálmese Mastronardi, por favor), recorría, digo, las calles, los almacenes, las cafeterías. Mastronardi, que pasó media vida en cafés, solo, porque el suyo fue un destino solitario que envidió Borges en público (no hay más que leer el obituario que compuso para El País) pero que lamentó en privado: murió solo en una residencia de ancianos. También hizo algo de vida galante con Nestor Ibarra, uno de sus amigos de su juventud, del que fue cuñado o concuñado o como se diga, y es que las hermanas Astete fueron pretendidas por el duo Ibarra-Borges, o quizá fue al revés, ya dijo Borges aquello que Ibarra comentaba: creo que nos quieren llevar a l´oscuro... La cuestión es que Nestor se casó con una de las hermanas y acabó yendo a París (su sueño de juventud, tanto que su padre le prometió costearle el viaje una vez se licenciara en Derecho, y fue el hombre y sacó la carrera en un año. El padre no cumplió la promesa, ya lo dice el refrán). Borges esperaría 40 años para casarse con una señora Astete arrugada y con cara de loro (por suerte Borges es ciego, dijeron los amigos).

Aunque para pasiones Borgianas la que sintió por Haydee Lange, la hermana de Norah, que acabó dejandole por Oliverio Girondo (Antonio, uno de tus ídolos) al que Borges odiaría de por vida, y que en un arrebato de generosidad cedío a Neruda el derecho de pernada sobre su mujer mientras Lorca se reía por lo bajini (es una historia muy extraña).

Realmente la lista de amores de Borges es interminable. Estela Canto fue una de las más duraderas y más odiadas. El Aleph fue escrito para ella y fue ella la que recibió el manuscrito original que se encargó de subastar en Sotheby´s. Borges le pidió matrimonio, y ella, posterior borracha y comunista según palabras de Borges le pidió consumar sexualmente su unión antes del sí quiero. Dos años y medio fueron precisos para que ella desistiera del intento, si bien Borges le reconoció querer superar sus inhibiciones y según Estela la virilidad de Borges era más que perceptible.

La retranca de Borges es un mito confirmado. En esos primeros 60, la cursi de Maria Esther Vazquez (Silvina Ocampo dixit) afirma haberle visto la huevada en Mar del Plata mientras Borges sin pudor alguno se quitaba el pantalón y se ponía el bañador en medio de la playa (este Borges ha hecho de la ceguera una máscara, dijo Bioy entonces). Maria Esther aceptó la propuesta de matrimonio y luego se lo pensó para decir no, o bien fue la madre de Borges la que con miradas de suegra celosa se lo dijo. Sí, porque finalmente el guardian del castillo Borgeano acabaría siendo la madre, Doña Leonor Fanny Acevedo de Borges. Los amigos decían: a Borges lo castró la madre. Y así fue en cierto modo. Tanto que cuando la ceguera de Borges lo atrajo de nuevo a sus brazos se encargó de alejar a las anteriores pretendientes, siempre guapas y jóvenes, para aceptar tan solo al callo de Elsa Astete. No hicieron falta más que unas horas para advertir que aquel matrimonio sería un fracaso. Sobre todo cuando tras la frugal celebración, copita de champagne incluida, Doña leonor le dijo a Borges: bueno Georgie, ahora tenés que ir a tu casa con tu mujer. Y Georgie dijo que no, que su casa era aquella y él se iba a dormir (a los 60ytantos no es fácil cambiar de rutinas). De nada sirvieron las artes de ornitomujer de Elsa, aquella noche Borges durmió en su cama.

Y así hasta acabar emulando a John Lennon, casarse con una japonesa y conseguir que todo el mundo odie a la viuda. María kodama usó con Borges la mejor arma que contra un ciego puede usarse: el silencio. Administró el silencio para crear una dependencia tal que anuló lo poco que de voluntad quedaba en él. Eso y la falta de la madre que pese a los pronósticos de algún amigo-enémigo no consiguió vivir 120 años. En el tiempo de los primeros reproches a María Kodama por aislar a Borges de sus amigos de siempre, Bioy, en su habitual magnanimidad dijo algo muy cierto: yo lo envidio a Borges, con su edad viajando y con mal de amores.

to bribe you with uncertainty, with danger, with defeat En realidad, lo único que pudo ofrecer fue literatura, y ya fue mucho.

miércoles, 1 de abril de 2009

Toros


Lo dijeron ellos: Ya están aquí los Toreros Muertos.

Lo dice Belmonte con su perfil serio de mentón prominente: Se torea como se es. Belmonte que humildemente achacaba aquello del "Pasmo de Triana" al cansancio nocturno que una señora ya casada le provocaba. Claro, está también el tema de los terrenos (no hay terrenos del toro y terrenos del torero, hay un solo terreno), y el saberse valiente a pesar de hablar mucho y en primera persona del miedo. A usted solo le falta morir en la plaza, le dice Valle-Inclán y Belmonte le contesta: se hará lo que se pueda Don Ramón. Reconoce Juan Belmonte que su peor momento taurino lo provocan las lecturas de D´Annunzio (se torea como se es y se torea como se lee). El cansancio, el agotamiento tan sevillano que apenas le tiene en pie durante una corrida en la que es volteado una y otra vez por el astado (Zabala influence) hasta que las heridas obligan a llevarle a la enfermería. Belmonte en la camilla y las voces que preguntan: es grave? qué tiene? se salvará? Y el médico que tras un ligero análisis dice: este hombre lo que tiene es sueño. Belmonte como aquel que viaja por toda España y toda América con la compañía de su cuadrilla y una maleta llena de libros: se lee como se es.

Al otro lado, outsider del toreo mayor sevillano, hermano del llorado Joselito (gracias otra vez Zabala), el gran Rafael el Gallo. La lengua, el lenguaje que utilizamos cada día, las expresiones que nos permiten acotar de manera inteligible para el otro aquello que hemos podido vivir o pensar tienen necesariamente un origen y, por tanto, un creador. Más allá de sus famosas espantás, Rafael el Gallo se nos antoja como uno de esos creadores, uno de los principales: Lo que no pué ser, no pué ser, y ademáh éh imposible. O la ya mítica: Hay gente pa tó. Estaba el Gallo en una tertulia de café de las de antes, junto a Cossio (el estudioso de la tauromaquia) y algún que otro intelectual cuando entró Ortega y Gasset. Se sentó junto a Cossio, que le presento a Rafael el Gallo. Rafaé, este es Ortega y Gasset, el gran filósofo. Rafaé se quedo pensativo y le pregunto directamente a Ortega: y un filósofo a que se dedica? Ortega y Gasset le respondió: un filósofo es una persona que se dedica a pensar. Rafael el Gallo se quedo pensando, se volvió a Cossio y le dijo: Hay gente pa tó.

Era otro tiempo y eran otros toreros. Ignacio Sanchez Mejías, que murió lejos de su tierra por un toro llamado "Granadino" (la última que tomo de Don Vicente), porque siempre lo lejos está en otro sitio, pero Sevilla está donde tiene que estar (lo dijo Rafaé, sí); y al que Lorca dedicó su elegía Llanto por Ignacio Sanchez Mejías. Fue él quien los reunió a todos en 1927: Lorca, Alberti, Gerardo Diego, Luis cernuda... en el Ateneo de Sevilla por el 300 aniversario de Góngora. Fue también Ignacio Sanchez Mejías como Presidente del Real Betis Balompié durante los años 30 el que formaría el equipo campeón del 35 (Viva er Beti manque gane!)

Béticos, intelectuales, toreros, sevillanos... Ellos fueron los mejores de todos nosotros.

P.S. las constantes referencias a Vicente Zabala (R.I.P.) son un muy oscuro homenaje al gran Joaquín Vidal