miércoles, 22 de abril de 2009

Fútbol


1. Un tal O´Neill escribe un libro llamado Netherland. El tema es New York, el 11-S, el cricket. O´Neill dice que realmente se trata de hacer un libro diferente sobre el deporte, fundar una nueva literatura deportiva. Dice que los libros que han tratado el deporte hasta ahora abundan irremisiblemente en la épica. Hablar de deporte sin apelar a la épica. También dice que el sueño americano sigue vivo, que es real. Acabaré comprando el libro. Rodrigo Fresán lo recomienda. Probablemente nunca lo llegue a terminar.

2. La épica, sí. La mejor película hecha sobre el deporte: El Mejor. La mejor y la más épica. Otro ejemplo: Evasión o Victoria. Todos sentimos un escalofrío con la chilena de Pelé. Y la lírica? Un ejemplo vivo no literario de lírica en el fútbol: Rafael Gordillo. Daniel lloró cuando se anunció su traspaso al Real Madrid. Él mismo lo hizo pocos meses después de ser traspasado contra su voluntad. Pidió volver al Betis, cobraría incluso menos de lo que le pagaban en el pasado. No pudo ser entonces. Volvería más tarde, con un Betis en segunda. La maledicente canalla se mofaba del genial Vendaval del Polígono y lo tachaban de simple brisa. A nosotros no nos importaba. De hecho, cuando Rafaé saltaba al campo era como si una brisa nos trajera el aroma de otros tiempos más felices y victoriosos, cuando el Rayo verde relampagueaba de manera destartalada y genial por la banda izquierda del Villamarín.

3. La literatura y el fútbol han tenido siempre una relación entre difícil y vergonzante. Albert Camus fue portero del equipo de la universidad, allá en Argelia, y simepre dijo aquello que el futbol fue la mejor escuela donde conocer el alma humana. Los porteros estaban de moda por entonces. Nabokov hablaba del portero como figura mítica en los paises mediterráneos, poniendo como ejemplo al divino Zamora, y Alberti entrenaba su futuro estilo estaliniano con la Oda a Platko, portero del Barça en los años 20, aunque algun verso tenga cierto tufillo gay (rubio Platko tronchado...). Prefiero las constantes referencias marginales de Bioy (muy buen extremo por lo que cuentan) que en muchos de sus libros situa a sufridos hinchas de Excursionistas, uno de esos adorables equipos porteños que siguen 4 gatos. Otra forma de acercarse al mundo del balón es la de Peter Handke y su Miedo del Portero ante el Penalty, libro que lei de mocito y del que no recuerdo nada (salvo los bostezos). De hecho Handke, como gran seguidor del balompié, entre loas a Milosevic y películas de 4 horas, montó una peña litetario-futbolera de apoyo al Numancia (ya, frikada absoluta). Atxaga, en El Hombre Solo, nos recordaba el genial equipo polaco de los Lato, Boniek, Mylnarzik... Una de las pocas aportaciones patrias (aunque esto de patrio al equidistante Atxaga le sabrá a cuerno quemado) al rubro libros-fútbol. Para terminar el recuento, el texto canónico de la literatura futbolera: El Cesped, de Benedetti. Salvada la inevitable tendencia al melodrama del autor, se trata de uno de los pocos relatos donde el fútbol es actor principal y no excusa. Los ya famosos Sueños de Fútbol, jugar junto a Obdulio "el Negro" Varela... Épica y lírica.

4. Dos historias. En la primera mi padre llega a Sevilla con 12 años de un pueblo perdido en Sierra Morena. Toda la familia sigue al padre recien liberado de una condena de 10 años de trabajos forzados por rojo. En uno de los primeros días en aquel barrio periférico de calles de tierra se caerca como siempre hacen los niños a un grupo que juega con una pelota. Es el primer contacto de mi padre con el fútbol, algo que no sabia ni siquiera que existía. Uno de los chavales le dice que entre a jugar y mi padre va hacia allá sin saber muy bien de qué va todo aquello. El niño le pregunta: tu qué eres? Bético o Sevillista? Mi padre, sin entender del todo elige por aproximación: Yo.., pues soviético. Desde ese día, los Viana somos Béticos.

La segunda trata del padre de mi madre: Antonio. Siempre le gustó el fútbol, y ya de jovén jugó en los juveniles del Antequerano. Allá por los primeros 50 se trasladará con toda la familia a Sevilla. Es una buena oportunidad para ver fútbol de élite. El Betis anda por la segunda división despúes de unos infames años 40 (descenso a tercera incluido). La elección es lógica: si quiero ver al Real Madrid, al Athletic Club, al Barcelona, me tengo que hacer socio del Sevilla. Pocos días antes del primer partido de liga se hace socio. Le dan un resguardo en la oficinas que habrá de canjear por el carné definitivo días después. Mi abuelo se dirige al Pizjuan a ver el primer partido y en las taquillas enseña el resguardo que le acredita como socio. El portero se lo devuelve: esto no vale. Antonio explica: en las oficinas me dijeron que puedo entrar con el resguardo hasta que me den el carné. El portero se pone farruco e insiste: eso no vale. Mi abuelo se enfada: esto es una vergüenza. El portero, con modales chulescos y violentos, le indica la salida. Es entonces cuando mi abuelo coge el resguardo, lo rompe en la cara del portero, y le dice: pues ahora voy y me hago Bético! Desde ese día, los Jiménez somos Béticos.

1 comentario: