jueves, 16 de abril de 2009

El 4º Mandamiento


1. La convención obliga a hablar de Ciudadano Kane cada vez que el nombre de Welles (Orson) surge en una conversación. Si los interlocutores, además, se tienen por conocedores del cine y su historia otras consideraciones se añaden de manera inevitable: cineasta maldito, incapaz de mantener un presupuesto, megalómano... Pocos serán, sin embargo, los que aprecien en Welles a un lírico, o aún menos aquellos que lo tomen como un nostálgico de epocas pasadas no shakesperianas. Casi nadie hablará de The Magnificent Ambersons.

Lirismo, evocación e indagación socio-histórica son algunas de las aportaciones de The Magnificent Ambersons, una de las menos conocidas películas de Orson Welles, y sin duda la mejor de todas las suyas. Rodada en 1942, justo después de Ciudadano Kane, The Magnificent Ambersons (conocida en España como El 4º Mandamiento) comenzó disfrutando de la arrebatadora aura de triunfo que llevó a un post-adolescente Welles a convertirse en la figura cultural de la época y terminó siendo el primer eslabón de la cadena de fracasos, torpezas, omisiones y humillaciones que hubo de sufrir hasta el fin de sus días cinematográficos. Resulta difícil hablar de la película sin tener en cuenta las condiciones de su rodaje y (sobre todo) su post-producción. Decir, tan solo, que se trata de una obra maestra, aún cuando al menos una hora del metraje inicial fue mutilada, y nuevas y bochornosas escenas (el final) fueron rodadas por el montador (un joven Robert Wise). Qué ocurrió para que esto sucediera? La estrella de Welles se apagó por primera vez con el fracaso de Ciudadano Kane, lo que llevó a la RKO a un cambio en su contrato: el final cut estaría en manos de la productora. Si a esto unimos cambios en la cúpula de la Major, y la absurda marcha de Welles a Brasil para rodar un documental que fomentara la ayuda de los brasileños a la causa aliada, no parece demasiado difícil comprender la tentación saturnina de los productores tras unos desastrosos preestrenos. Sin duda fueron incapaces de valorar la emoción intensa y la calidad absoluta en la narración del auge y decadencia de los Ambersons en aquella ciudad arquetipo del mid-west que tan bien conocía Welles. Clasicismo e innovación técnica y formal, sin lugar al cliché o los lugares comunes. El genio de Welles le lleva incluso a cambiar el absurdo final de la novela por uno que hubiera aunado tragedia, patetismo y grandeza y que aún podemos adivinar entre tanta paja ajena.

2. Si leemos una crítica (española) de El 4º Mandamiento será ineludible la referencia a la novela original y al autor de la misma en los siguientes términos: olvidado escritor, pequeña novela, autor oscuro y semidesconocido... También aquí la convención (esa institución tan española) prefiere hacer uso del lugar común frente al estudio y la propia verdad. Es cierto que hoy en dia nadie se acuerda de quien fue Booth Tarkington, pero no siempre fue así. De hecho, The Magnificent Ambersons ganó el Pulitzer, y eso a pesar de su ridículo final, como Scott Fitzgerald comentaba a uno de sus amigos (quizá Edmund Wilson) en una de aquellas cartas que Daniel y yo devorábamos cuando éramos jóvenes. Sí, porque Tarkington llegó a ser una especie de modelo a seguir para el joven Fitzgerald. Ambos provenían del Mid-West, los dos estudiaron en exclusivos colegios de la East Coast, y ambos acabaron en Princeton, de la cual salieron sin poder llegar a graduarse. La trayectoria en el propio Princeton fue también muy parecida, colaborando en The Triangle y The Nassau Litterary Magazine. La diferencia estriba en que mientras Tarkington se convirtió en toda una leyenda, el alumno más popular del campus, Fitzgerald no podía apartar de si mismo una aureola de fracaso que se acentuaría en sus últimos años universitarios y los previos a su eclosión literaria. Tarkington representaba para Fitzgerald la imagen propia del ideal Genteel, el mismo que llenaría sus libros una vez pasado por el tamiz crítico de un Mencken (su principal influencia pre-Gatsby), sin perder nunca, eso sí, el amor y la compasión por sus criaturas (algo de lo que Mencken era incapaz).

3. Al inicio de The Magnificent Ambersons Joseph Cotten protagoniza de manera indirecta, incidental, una escena que apenas es comentada pero que determinará los destinos de todos los implicados en la historia (aparezcan o no). Un modelo de narración que va más allá de los tipos tradicionales y que entronca con The Great Gatsby o Heart of Darkness o La Casa Verde decadas más tarde. En ese comienzo está todo lo que alguien necesita para saber cómo ha de contarse aquello que queramos contar.
Una última imagen. Ya avanzada la película, tio y sobrino se despiden en un andén de tren. Ambos no parecen tener mucho que decirse y el tio cuenta una historia de su juventud ocurrida en aquella misma estación. La historia (entre pícara y candorosa) le lleva unos pocos minutos. El sobrino escucha distraido. De repente suena el aviso de que el tren va a salir y el tio de manera atropellada le explica ciertos e importantes detalles financieros al tiempo que le confiesa que nunca le ha caido bien (todo en unos pocos segundos). El tio se sube al tren en marcha y se despide de todos nosotros.
Como decía Cesar Vallejo: cómo escribir después de algo así.

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