jueves, 8 de octubre de 2009

Sevilla - Londres - Mikensa (I)


Te acuerdas Antonio? Mi hermano nos llevó a Málaga, al aeropuerto. Aquel vuelo que acabamos comprando en la agencia de viajes (ya desaparecida, como no) de la calle comercial con menos éxito de la historia: la calle del Instituto. Te acuerdas, verdad? La rubia que nos vendió el vuelo, que nos contó su experiencia en Londres y nos dio aquella recomendación absurda que guardamos como último recurso y acabó siendo el primero: hablen con el señor Mikensa. De mi casa a Mikensa, pasando por un vuelo Málaga-Londres, mientras esperábamos a despegar, comiendo una de esas agujas de atún que mi madre lleva años comprando en El Corte Inglés, y yo, incapaz de acciones originales, vuelvo a comprar en el Opencor.

Llegamos a Gattwick a mediodía. Después Victoria Station y de allí a Earl´s Court. Nos quedaríamos en casa de Jose, en uno de los planes más absurdos y peor conformados de la historia. Le habíamos visto unos días antes de nuestra marcha, mientras estaba de vacaciones. Le parecía bien que nos quedáramos en su casa, pero desgraciadamente no podía avisar a su compañero de piso. De todos modos daba igual. Nos escribía una nota para que se la diésemos a él. No habría problema. Así pues, un papel garabateado con la ilegible letra de Jose era nuestro pasaporte (más bien nuestro salvoconducto) al Londres ciudadano y respetable. Fue la visión de la calle y sus casas de victoriano recibidor blanco lo que nos congració con la decisión que habíamos tomado. El sol salía y se iban las dudas que había visto en ti, Antonio, cuando parecías ponerte un impermeable a todo lo que veías alrededor, a todo lo que oías, como si quisieras negar el hecho de que estabas lejos de casa, en un lugar del que nunca habíamos oído hablar: la pobreza.

Subimos a la casa (un fuerte olor a pintura rancia) y por primera vez en el día pudimos sentarnos y descansar. Aquí viviríamos hasta que encontráramos una habitación propia. Era un apartamento, mejor dicho un estudio, con la zona de camas (dos gemelas) separada del salón por una cortina. Cocina integrada y baño similar a un armario. Posters de películas de terror (Texas chainsaw massacre) y grupos de heavy satánico decorando las paredes. Una play, una TV, y más CD´s satánicos. Mucho videojuego y una revista abierta tirada en el único sillón de la casa: el plano de Resident Evil II. Recuerdo que nos miramos y comenzamos a dudar del que iba a ser nuestro compañero de piso durante la siguiente semana.

Sin embargo, y junto a la posible desazón que tanto cabo suelto nos provocaba, una irrefrenable sensación de libertad parecía poder compensar cualquier imponderable. El Chino nos había dicho por teléfono el día anterior que vendría aquella tarde, y decidimos salir a recibirle. Ya instalados. Londinenses finalmente. Nos sentamos en el murito que delimitaba la propiedad, los pies colgando a ras de la acera, y vimos a la gente pasar y envidiar nuestras sonrisas y nuestra paz, mientras yo tarareaba Sittin´on a fence de los Rolling Stones y tu hacías comentarios mordaces sobre todo lo que veías.

Poco después llegó Javi con su habitual tono de sorpresa y sarcasmo: Quillo, que hasei´ahí? Tenía el aspecto de un oficinista recien salido del trabajo. El único problema es que no tenía trabajo y uno no podía saber muy de dónde había salido. Probablemente en el maletín llevara tan solo un sandwich de Peanut Butter que, según los rumores, era el unico ingrediente de su dieta en aquellos momentos. Aquel encuentro nos devolvió algo de las fuerzas que la caída del sol parecía querer llevarse. Miraste, o buscaste los últimos momentos de calor antes de que el invierno llegara aquella noche para todos nosotros.

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