jueves, 1 de octubre de 2009

JOBCENTRE


Os acordais? Apenas llevabamos un día en Londres y Antonio parecía venirse abajo por momentos. La tarde anterior, entre el viaje, el ajetreo de mapas y metros, la llegada al piso de Earl´s Court, la llegada del Chino y sus quejas de siempre (quiiillo, que hasei´ahí sentao?), el simulacro de fiesta flamenca, Manolo Escobar...la verdad, no hubo demasiado tiempo para arrepentimientos. Es cierto que cuando el italiano satánico nos quiso echar a la calle en plena noche las cosas comenzaron a torcerse. Más aún cuando el mierda aquel nos sacaba de la cama a la 7 de la mañana y nos hacía esperar a mi hermano en la estación de metro casi dos horas. El viaje desde las buenas zonas a los barrios de mala muerte fue definitivo. Antonio apenas hablaba, mi hermano Daniel usaba de nuevo su tono de veterano de Vietnam (no hay tiempo que perder / no hay dinero que gastar) y yo me movía entre ambos registros sabiendo que no tenía nada que perder (era un caso perdido).

Llegamos a Harlesden, a la casa de mi hermano (y 7 u 8 más) a eso de las 11 de la mañana. Era verano pero olía a invierno. A humanidad resguardada de amenazas externas. Yo, como siempre, me senté en un sofá y encendí la TV. Mi hermano corrió las cortinas con claros gestos de censura a alguien ausente: "no pagamos el impuesto, nos pueden multar!". Más tarde Daniel nos dió de comer beans, pan tostado, margarina y mermelada (hay que cosas que no cambian, pensé). Antonio apenas probó bocado. Otros miembros de la casa entraban y salían, nos saludaban y lanzaban mensajes del tipo: ya nos ha contado tu hermano de ti, con la entonación medio canalla que los catalanes intentan cuando hablan con andaluces. Una malagueña con pinta de hippy/okupa nos oía hablar con embeleso de Andalucía mientras repetía sin parar: "que guay tío".

Habíamos quedado con el Chino por la tarde. La idea era hacer algo de piña, supongo, pero mi hermano pensó que lo mejor era ir a un Jobcentre: "cuanto antes encontreis trabajo mejor". Para rematar el plan compró el Loot y nos puso a buscar habitación en el trayecto hasta nuestro meeting point. El Chino apareció con un aspecto muy atildado, de niño bueno, más bien de niño que quiere trabajar. Sus expectativas laborales estaban por encima de las nuestras. Oficina vs Cocina, se podría decir.

Entramos en el Jobcentre y comencé a explicar a Antonio como funcionaba el asunto. Una serie de fichas situadas en unos biombos informaban de las ofertas disponibles por sector. Bastaba con elegir unas cuantas, apuntar las referencias, rellenar un breve fichero y entregarlo en una ventanilla. Al poco tiempo (unos minutos) nos llamarían para entrevistarnos, paso previo e ineludible para la entrevista con el empleador.

Antonio y yo nos pusimos a ello: kitchen porter, kitchen assistant, buser... El Chino buscaba centros de servicios, y mi hermano echaba un vistazo a la fauna de jovenzuelos que intentaban hacerse hombres en una ciudad más adecuada para las ardillas o los galeses. Entregamos nuestras fichas y comenzamos la espera. Antonio era el más callado, el más desesperanzado y también, probablemente, el más asustado. Años de clases de inglés en el San Francisco de Paula y el IB Velázquez no le servían para contestar con garantías a preguntas del tipo: what´s your name? Fue el primero en ser llamado ("Anchóniou!") y el primero en regresar. "No sé quillo, no me entero qué me decía..". Mi entrevista fue simple. Kitchen Porter / Español / más de 1 año / sí, en España / esta es mi dirección. Se pondrían en contacto conmigo. Mientras, el Chino seguía esperando:
"Quilloo, que hase´hta hente?".
"No sé Javi, ve a preguntar o algo", le dije. Fue entonces cuando advertí que cierta letanía se repetía por megafonía: "Jabba, Jabba, Jabba". Jabba? Jabba the Hut? El implacable perseguidor de Han Solo?
"Quillo", le dije al Chino, "Jabba, eres tu!".
"Que dise quillo? Jabba yo?"
"Qué nombre les has puesto para que te avisen?"
"Po Javi, quillo"
"Javi..Jabba...quillo que te están llamando"

Pues sí, el Chino fue al mostrador, le echaron una bronca por no responder a su nombre, no consiguió el trabajo y se volvió a Maidenhead en un tren muy aburrido según propia confesión.

Antonio, mi hermano y yo volvimos bajo una fina llovizna a Harlesden. Las calles se habían vaciado y en los autobuses solo viajaban currantes, deshechos humanos, combinaciones de ambas cosas, unos portugueses muy tristes y unos españoles nostálgicos. Uno de ellos lloró aquella noche como hacía tiempo que no lo había hecho.

2 comentarios:

  1. ¡Es verdad. Era verano pero olía a invierno!

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  2. Y lo precioso del encuentro "Hola, yo soy Antonio" "Hola, yo Miguel" en la misma cama.

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