viernes, 25 de marzo de 2011

Mis Cioranes


Supongo que los tiempos que me tocó vivir en mi Sevilla juvenil y pre-adulta (contando que no comencé a ser adulto hasta los 27 años) fueron tiempos reveladores, llenos de circunstancias que, vista la juventud con la que alterno laboralmente a diario, podría considerar como excepcionales. Éramos un grupo de amigos, conocidos, asimilados y saludados, que nos interesábamos por los libros, la filosofia, la música, el fútbol, la cerveza, el ron, la poesía, las mujeres malas, las buenas, la amistad, los viajes al extranjero, las estadías en el extranjero, los malos estudiantes, las señoras que venían de otros países, los amaneceres, las noches junto al río, los filósofos asistémicos como Cioran y las películas francesas. Hubo de todo, claro, incluso momentos de desesperación adolescente teniéndolos ya vestidos. Pero hasta en esos momentos siempre encontraba uno algún madero de dudoda consistencia al que agarrarse, y uno de esos maderos fue Cioran.
Dos transeuntes de la calle del Amor (Pérez Galdós), Pepe y Pedro Paranoia, debatiendo cada noche sobre el sentido de la vida. Y una sola respuesta: Cioran.
vaya careto
Yo, afeitado y mucho más delgado. Tengo poco dinero y he de sopesar con cuidado los libros que compro. Vuelvo a casa con la dorada edición de Tusquets de En las Cimas de la Desesperación. En la portada la pavorosa imagen de alguien realmente desperado. Daniel y yo lo leemos y coincidimos en que es uno de los libros más divertidos que conocemos. Cioran ayuda a vivir. Lo escribió en Rumanía, en rumano, es su primer libro y le empuja a ello el no poder dormir, el insomnio incontrolado y agotador que le lleva a ese límite en el que todo parece derrumbarse. Y a pesar de todo, allí está Cioran, con su invencible buen humor entre tanto pensamiento depresivo.
Acumulando cioranes y razones varias para salir por la ventana, Cioran nos muestra que es precisamente la idea del suicidio la principal aliada del hombre y su supervivencia. Sabemos que en cualquier momento podemos acabar con todo, y la simple idea de la muerte en momentos atribulados y desazonantes le deja a uno con la sensación de haber triunfado incluso sobre la desesperación. El suicidio como nuestro mejor amigo.
Cioran es joven e insomne. No puede dormir y da paseos interminables por las calles de Sibiu (soy incapaz de imaginarme la pinta de Rumanía en los años 30). Una tarde, desesperado y en casa, hablando con su madre le dice: no puedo soportarlo más! Y su madre, harta, trsite, cansada de verle así le contesta: Si lo hubiera sabido habría abortado! Y entonces se obra el milagro. Cioran siente un alivio inmediato al comprender lo accidental de su presencia en este mundo. Se quita un peso de encima y ve la vida de un color diferente.
Del inconveniente de haber nacido, Silogismos de la Amargura, Breviario de Podredumbre... Nadie puede discutirle a Cioran su habilidad para los nombres. Ni su instinto de supervivencia. Durante 10 años vivirá de una beca para hacer una tesis que abandonó a los pocos meses (en su lugar se dedicó a viajar por Francia en bicicleta, lo que le ayudó a dormir mejor). Hasta los 40 años estuvo matriculado en la Sorbonne para poder comer en el comedor de estudiantes. Y a pesar de todo ello, rechazó todos los premios concedidos (dineros incluidos). Cioran en bicicleta hablando con los campesinos. También hizo cicloturismo por España, su país preferido.
Junto a Ionesco y Eliade forma la trinidad intelectual rumana del siglo XX. Puede que fuera mejor amigo de Ionesco, a quien veía con frecuencia en París, y también se le consideró amigo de Eliade, a quien ya conoció en sus tiempos rumanos. Sin embargo, oyendo a Cioran uno piensa que no fueron tan amigos, y que una corriente de rencores subterfugios les fue carcomiendo durante los años. A medida que morían salían a la luz cartas, artículos, declaraciones de alguno de ellos denunciando, criticando o simplemente menospreciando a alguno de los otros. Curioso que Ionesco y Cioran hablaran en francés entre ellos. Cioran, cercano a la cuarentena, abandona su lengua materna mientras traduce al rumano a Mallarmé. Se pregunta: pero para qué traduzco yo algo al rumano si el rumano lo hablan 4 gatos y a nadie en el mundo le importa? Decide entonces escribir en francés. Y descubre que es escribiendo en otra lengua el mejor modo de anteponer el estilo a la pasión, al arrebato. Ninguna literatura ha antepuesto tanto el estilo como la francesa. El francés le da claridez expositiva a Cioran y le permite o le empuja casi al aforismo a la forma breve y a cierto estilo entre desdeñoso e irónico. De En las cimas de la Desperación a Breviario de Podredumbre hay una gran distancia. Aunque yo me quedo con las cimas rumanas.
Durante más de 50 años Cioran vivió con la misma mujer. Simone Boue, una profesora de instituto. Vivieron en un minúsculo apartamento en el barrio Latino. De manera austera, haciendo turismo en bicicleta, aceptando las invitaciones a cócteles literarios para beber gratis. A veces juego a ser Cioran, pero me dura poco. Sobre todo cuando llego cada mañana a la oficina y entro en este mundo donde todo es importante, donde todo tiene un sentido y donde existen valores facilmente registrables en un folleto desplegable.

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