lunes, 18 de enero de 2010

MENSAJE


Domingo por la mañana. Un proceso gradual. Poco a poco ,por oleadas, nos vamos recomponiendo, asumiendo una identidad, unos recuerdos, unas obligaciones, nuestros pocos derechos, los activos y pasivos de la vida de cada uno. Borrachera. Es la primera realidad que me llega desde más allá de estas sábanas, desde más acá de este flequillo sin fuerza. Me recuerdo tomando unos tacos de queso con Montosa en un bar de Gracia. Blackout. Un primer fogonazo: yo vomitando en una calle. Una imagen terrible: balbuceando al móvil incongruencias, ya en casa, ella escucha. Mientras dejo que lo real aparte las mantas, las sábanas, los abrigos que me empujan hacia la cama, agarro la botella de agua y echo un trago largo. Dolor de cabeza y dolor de estómago. Náusea no disimulada. Intento levantarme y surge un dolor inesperado. Mi rodilla izquierda. Apenas si la puedo doblar. Está hinchada. No recuerdo haberme golpeado. No recuerdo nada. Cojeando llego al baño y a mis primeras abluciones del día.

Conocemos la resaca. Yo conozco la resaca. También sé de mis domingos. Los domingos que paso solo y entregado a los pensamientos más oscuros. Sé, por tanto, que no se tratará tan solo de acidez, incomodidad, dolor de cabeza y articulaciones. Será sobre todo el remordimiento, los remordimientos, las estatuas propias que se derrumban, las súplicas, el repaso despiadado a todo lo hecho y a todo lo no hecho. Será un día interminable.

No puedo leer. No podré leer hasta bien entrada la noche, cuando practicamente acabe un libro de cuentos de Piglia ("Nombre Falso"), cuando hablar con ella me proporcione el sosiego y el perdon que necesito. Será un día interminable. Es un día interminable. Aconsejado por alguna absurda lectura decido tomar algo picante y fuerte. Es un error. La sensación de náusea no desparecerá hasta la noche. No quiero dormir. Quiero evitar el insomnio en la noche que seguirá. Para conseguirlo comienzo a escuchar música y a dar interminables paseos desde la habitación al salón y otra vez a la habitación. Escucho a Grandaddy. Escucho esta canción:

She's in the kitchen,
Crying by the oven
It seems she really loved him

He's so drunk he's
Passed out in a Datsun
That's parked out in the hot sun
In the saddest vacant lot in all the world

Boldly going
Where he rarely knows
But he'll miss her when he goes

What a shame
As she drifts out of reach
While he's still drunk asleep
In the saddest vacant lot in all the world

De vez en cuando suelto un sollozo o me pongo a llorar. Se mezclan todas las emociones: rabia, frustración, tristeza, ira, vergüenza, ridículo, aburrimiento, compasión... Todo esto va mucho más allá. Todo parece tener un significado a mi alrededor. Todo lo que sucede o pienso o creo pensar o recuerdo parece investido de una trascendencia única. La idea me sobrecoge y decido salir a la calle. Compro te Twinnings descafeinado, me dejo mojar por la lluvia, camino sin dirección, no entro en la iglesia (aunque permanezco 5 minutos en el exterior, indeciso), vuelvo a la casa. Cambio de música. Algo que no entienda: Sigur Ros. Islandeses cantando en su arcaico idioma. Pero continua. Está ahí. Como si se tratará de un mensaje cifrado y llegado hasta mi por medio de una resaca descomunal. Pienso en Pessoa, en su único libro publicado mientras vivió: Mensagem (Mensaje). Pienso en el cuento de Saer que lei el viernes, ya de madrugada. Tomatis y Barco, adolescentes, enterrando una botella con un mensaje dentro compuesto por una única palabra: MENSAJE. Pero de qué mensaje hablamos?

La noche. Las conversaciones con ella. Leer y ver la TV como una forma de dominar el mundo circundante. Dormir, y despertar.

Sé lo que dice el mensaje.

3 comentarios:

  1. yo podría darte la respuesta a tu dolor de rodilla: 18.30, 48kg
    Nat

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  2. Rafa, yo podría darte la respuesta al aroma teleológico que desprende un sábado que se entierra bajo un domingo y con una sola palabra compuesta en el interior: tute-vianesco.
    Sí, yo también.

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  3. Rafa, eres una nenaza. Pero si no bebimos nada!! Aprende de Iñigo hombre, que se mantuvo despierto hasta el minuto 170 de Avatar. O de mí mismo, que, modestia aparte, ni parpadeé para no perderme ni un solo plano de mi musa azul.

    Y a la primera que comenta, la tal Natalia, 48kg? más bien 52 ó 53 no? ;)

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