jueves, 29 de enero de 2009

Conspiracy

Interesante noticia en el periódico: "Comes bocadillos mucho menos salados y no lo sabes > Desde 2005 la cantidad de sal por kilo de pan cae un 26%, según datos de Sanidad" Resulta que por culpa de un acuerdo del Ministerio de Sanidad y la Confederación Española de Panaderos y otros Churreros desde 2005 se ha reducido drasticamente la sal utilizada en la confección de barras, bollos y vienas. Se jacta el Ministro Soria (el mismo que no corona rollos con bombo) de que nadie se ha dado cuenta. Comenta también que gracias a ello se reducen los riesgos de afecciones coronarias (sin bombo, supongo) y ocho nabos fritos. Impresentable. Me escamotean la sal del pan y encima he de dar las gracias. Yo sufro de Hipotensión, y la sal significa vida para este debil cuerpo. Por otro lado, vengo observando una caida de la satisfacción que un simple cuscurro de pan me proporcionaba desde hace un tiempo. Este pan sin sal parece explicarlo todo.

Una lectura diferente puede derivarse de esta noticia-chorra. Qué otras alteraciones del normal desarrollo de nuestro mundo puede estar realizando este gobierno? Y si la sal es solo el principio? Qué ocurre si de repente notamos que tras beber 10 cubatas de Ginebra Nelson o (peor) Ron Coventry aún somos capaces de sentir vergüenza de bailar la de Melody y los gorilas? Y si el gobierno más preocupado por nuestra salud (y menos por nuestro bolsillo) de la historia está reduciendo el alcohol de las bebidas, incluidos garrafones?

La Teoría de la Conspiración es una vieja obsesión en los USA, donde ha dado lugar a películas tan malas como Conspiracy (gracias por el título) y a una bien alimentada bibliografía sobre el tema que dejaré haciendo la digestión en la wikipedia. En España, como era de esperar, también disfrutamos de teorías conspiratorias legendarias, como la que atribuye la autoría del 11-M a ZP, o esa otra que juega con la idea de un Juan Carlos I instigador del 23-F. Sí, es cierto, el Cuchara organizó el Golpe de Estado con el único objeto de acabar con él, y de paso con la opinión generalizada de que: 1. era tonto / 2. no valía para nada / 3. había que echarlo. Para aquellos que deseen saber más sobre esta probable teoría, les recomiendo lean lo escrito al respecto por Pedro González Trevijano.

Como colofón a esta plúmbea entrada recordaré el que hasta ahora ha sido mi mayor acto anti-monárquico. Camino de una barrilada en Económicas, el amigo Rivas repartió entre Antonio y el que suscribe unos pequeños cuadros de cartón con algo escrito. El mío decía VIVO. Antonio leyó en el suyo: BORBÓN. Jose, cual power ranger, esgrimió su cartoncillo: NINGÚN. Unimos nuestras fuerzas al grito escrito y mudo de: NINGÚN BORBÓN VIVO. De ese modo, podíamos expresar nuestro odio a ese grupo de vividores sin pasar los malos ratos que el tal Tardá (vaya penco) tuvo que sufrir hace unas semanas. Además, en caso de redada, nadie sería capaz de acusarme por llevar un cartoncillo que dijera VIVO.

Ya, ya sé. Es que es muy tarde y no se me ocurría nada.

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