miércoles, 6 de octubre de 2010

Memoria y Ellada

Hoy he descubierto que hace poco más de 9 años jugué un partido de fútbol sala con mi jefe de entonces (Xavier Agustí), el jefe de Telepizza en Atenas y algunos compañeros de PanricoHellas. Sé que jugué ese partido porque existe un email en el que cuento algunos detalles del mismo (por ejemplo, que el subnormal de mi jefe intentó bajarme el pantalón del chandal o que el de Telepizza se dejaba maltratar por el inefable Agustí, cosas del Upper Diagonal). Sin embargo, no recuerdo nada. No recuerdo ni dónde jugué, ni cómo jugué, si me llevé a algún amigo (Coto o Iván), si ganamos o perdimos... Es un recuerdo borrado por completo de mi memoria.

Por desgracia, no es la primera vez que me ocurre. En la boda de unos amigos, hará dos años, pasé todo el tiempo saludando efusivamente a gente que no reconocía pero me trataba con la mayor de las confianzas y el mayor de los cariños. Gente que había conocido por intermediación de mi amigo, con los que me había ido de juerga, había hablado de mi vida, y a los que mi memoria no dedicaba ni un solo rincón perdido. Y no, no es cosa de la edad. Recuerdo que en mi primer día de instituto se me acercó una chica que me saludó por su nombre. Puse tal cara de pánico-friki-empollón-no-tengo-dinero-tu-quién-eres que la chica me explicó que nos habíamos conocido en la Feria, que era amiga de una compañera... Y sí, yo había estado allí, pero seguía sin recordarla. Años después me hice amigo de aquella chica y esta vez era ella la que decía no recordar todo aquello (seguro que lo hacía por orgullo).

Pero me he alejado mucho de lo que quería contar (si es que quería contar algo). Esta mañana, después de haber leído aquel mail perdido con aquel recuerdo perdidísimo, me senté a pensar en silencio. Pensé en todo lo que había vivido en Atenas y había olvidado. Pensé en esto porque azuzado por las lecturas de Íñigo sobre la historia contemporánea de Grecia me había pegado una panzada de wikipediar desde Kolokotronis a Lambraklis pasando por Venizelos. Una historia llena de estúpidas decisiones colectivas, de genialidades, de absurdos virajes, de frases memorables y frases ridículas (ese Oxi). Y pensé que mis lecturas del día anterior estaban contaminadas más que ilustradas por el recuerdo de unas calles, de cierta luz, de algún olor único y de la atmósfera de los lugares que viví. Así pues, la conspiración Aspida me llevaba a casas con balcón de 4 alturas a lo sumo en calles que ascendían y descendían de manera abrupta y caprichosa, y el golpe del 21 de abril trae consigo el  viaje de los militares por la carretera de Tatoiu, con sus perros en las cunetas y algún viejo taller destartalado en la lejanía.

Es, por tanto, una memoria que acaba apropiándose de recuerdos no vividos pero que se ve incapaz de reconstruir lo que realmente ocurrió. Quizá se deba a mi (ambivalente) relación con Grecia y el sentido de culpabilidad que me atenaza cada vez que me topo con la Ellada. Culpabilidad por haber traicionado todo lo conseguido y aprendido allí, por no haber sido capaz de reforzar unos lazos que se debilitaban a cada año de ausencia, por sentir como el olvido se apoderaba de todo, como una lluvia fina y persistente. Por eso no vuelvo allí y por eso uso mi memoria del lugar (absolutamente demolida) como escombros con los que cimentar algún otro tipo de relación menos personal, más distante y civilizada con Grecia.

Al igual que para Fitzgerald el midwest eran los viajes de vuelta del colegio en Navidad, para mi la Ellada son los sábados en Kolonaki, Tsakaloff arriba-abajo, viviendo con la sensación de ser un privilegiado, intocado por todo lo que me rodeaba y consciente a la vez de mi ligazón con aquello, aquellas gentes, aquella historia que ha sido capaz tan solo un día de cerrar los cafés. Y lo que debiera ser más que un inofensivo recuerdo para mi es como una lanzada que atraviesa años, costillas, pulmones y frustraciones.  Una voz que continuamente pide explicaciones por el tiempo perdido y lo perdido a través del tiempo.

4 comentarios:

  1. muy bueno, queremos más. sagapo poli

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  2. Muchas gracias (he pensado mil veces que sería genial que escribieses una entrada sobre Grecia, pero nunca he llegado a decírtelo, creo).
    Es curioso, porque soy yo quien de manera velada (o no tan velada) te invita siempre a volver a Grecia. Si lo hago, además de por ser un plasta, es precisamente porque nada ha cambiado... y no me refiero a que Atenas esté igual ahora que en 2001 (que también), sino a que la experiencia es siempre la misma. Y por eso es fantástico volver. Yo lo hago siempre con el temor de que algo vaya a ser distinto, pero nunca lo es: Kolonaki sigue dándome esa sensación de privilegio de la que hablas, sigo hablando griego igual de bien e igual de mal. Sigo teniendo la sensación, paseando por Pangrati, de que allí todo es posible y que a la vez no me pasará nunca nada interesante. Como ese documental que vi este verano sobre el Centro Griego de Alejandría, donde un bibliotecario octogenario decía que soñaba cada día con poder volver a Grecia, para confesar después que en realidad nunca había estado allí.

    Vamos, que Grecia fue nuestra isla de Lost: cada uno llegó con su propia historia y sacó de ella algo bien diferente... pero si alguien tuvo la capacidad de meterse en el paisaje y en el paisanaje, fuiste tú (aluciné cuando hablamos la primera vez, por el nivel advance de tus comentarios y preguntas, y eso que yo llevaba ya un año y tú acababas de llegar). Y en lo que respecta a Grecia, fille mou, quien tuvo, retuvo.
    I.

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  3. el perro de 3 patas
    la caricia en el mentón de la Tortajada
    cuando bajaste en pijama y despeinado un 7 de enero nevoso para acoger a una becaria extraviada
    cuando probaste diversos champús antes de irte a ZgZ a conocer a tu Gran Amor
    cuando Rosa cantó Europe is Living a celebration y nos fuimos a celebrarlo a Psiri
    cuando tuvimos que ahuyentar a un friki que hablaba con las palomas
    kai pio alo...
    Thimastai pedi mou? Bebeos!
    Hellada xoris esena, no habría sido lo mismo!

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