martes, 12 de octubre de 2010

Geeks (parte 1) Andante

Allí estábamos, pues, Antonio, Alberto y yo mismo caminando por una de las calles de aquel polígono industrial que llamaban Navisa. Al fondo, al final de las calles y los almacenes, y tras un descampado inmenso se podían distinguir las primeras torres de lo que se conoce como las 3000 viviendas (columnas de humo sobre un cielo falsamente anochecido). Caminábamos rápido, esperando llegar a aquel almacen que hacía de sala de conciertos. Todo cerrado alrededor, algún perro perdido y un grupo al fondo que suponíamos eran los nuestros. Y eran realmente los nuestros? Habríamos deseado que fueran los suyos, los vuestros, cualquiera antes que parte de nosotros. En realidad eran amigos de aquel que fregaba platos a aquella hora en Inglaterra. Gente de la facultad a la que se había unido por aburrimiento y la falta de interés social. Arenas, el Morón, alguno más. Una mezcla de empollones, freaks, auténticos asnos, catetos, feos... Quizá el polo de atracción fue la sensación de superioridad. Pero ni eso funcionaba ya a esas alturas. El contacto con ellos nos había ensuciado y degradado y hecho reconocer que no estábamos lejos de aquello que despreciábamos.

Contaba Jose en una de sus cartas desde Inglaterra que el día que decidió que se marchaba estaba en el piso del Morón (un tipo de Morón de la frontera que ceceaba de manera brutal, ocultaba su rostro lleno de cráteres con una barba desaliñada y salía de casa sin lavarse la cara)  junto a Arenas (la falsa brillantez de los empollones) y su primo (una especie de mueble con camiseta). Hacía calor, era Julio, y pensaban comer algo. El Morón "zolo tenía atún, mayoneza y kerchu". Había pan también, claro, y decidieron hacer unos bocadillos. El primo-mueble procedió a prepararlos. Abría el pan (una viena) lo untaba de mayonesa, volcaba el contenido de una lata pequeña de atún, lo extendía un poco y añadía un chorreón de ketchup para terminar. Jose fue claro: al mío no le pongas ketchup. Cuando llego el turno de preparar el bocata de Jose, el primo repitió el mismo ritual, ketchup incluido. Pero qué haces capullo? No te he dicho que no quería ketchup? Ya, dijo el primo, quizá las primeras palabras que le oía pronunciar, pero es que con ketchup está más bueno. Jose echó un vistazo alrededor y solo pudo ver al Morón masticando satisfecho con la boca abierta mientras un hilillo combinado de ketchup y mayonesa comparecía por sus carnosos labios. Si he llegado a esto, se dijo y me dijo después, es que he hecho algo mal en esta vida. Y así fue que decidió marcharse.

Y así fue que nos dejó con aquel incalificable legado. Entre aquellos almacenes. Los veíamos al fondo, y ni siquiera las cervezas previas nos daban el ánimo suficiente para continuar. Sin embargo, un hecho sucedió que intepretamos como buen presagio. A nuestra izquierda vimos un conjunto de cartones tirados en el suelo. Entre ellos una caja de cartón, grande, se mantenía en pie. Nos fijamos que de la caja de cartón parecía recortarse una ventanilla. Escuchamos un chisteo "ssshhhh" y miramos con atención-prevención. Eh, aquí... Sí, había alguien dentro de la caja, la cara asomando por el hueco recortado, como si fuera la ventanilla de una oficina. Nos acercamos. El hombre que había sentado dentro (juraría que llevaba corbata) nos preguntó: quereih shocolate? Le dijimos que no, gracias, y el nos respondió que de nada. Continuamos caminando sin saber qué decir. Eché un vistazo hacia atrás y allí seguía, sentado esperando en su oficina de cartón, un ejemplar funcionario de la droga.

Y sí, llegamos a nuestro destino, al estreno mundial (así lo decía el pasquín que nos entregaron en la puerta) de Inma Felisa: Amor Quelónido....

(continuará)

5 comentarios:

  1. Casualmente, Antonio volvió la semana pasada al polígono Navisa, subido en la cabina del camión que remolcaba nuestro viejo Opel Corsa averiado. Compartíamos espacio vital con el gruista, un joven desencantado de la vida: "estoy harto de trabajar. Daría lo que fuera por volver a tener siete años". Probablemente, mentalmente aún los tenía, sobre todo si esperaba algo de propina por nuestra parte, con la crisis que tenemos. Nos dejó en la calle "Nana de Espinas", tributo a Salvador Távora de un ayuntamiento de izquierdas, junto a una nave en la que rezaba Talleres Godino. Es bueno poder recurrir a la familia cuando se la necesita.
    besos
    Merce

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  2. Vaya, hace poco me encontró casualmente el Morón por la calle y me preguntó por uhtedeh. Resumí en un par de frases entrecortadas vuestros cinco últimos años y le dí tu dirección de concarrobe,para saber algo más de ti. Ahora no sé si realmente hice bien.Bueno, si aparece por aquí, quizás quiera reafirmarse en las bondades del emparedado con atún y ketchup años después.Me pregunto hasta que punto incidió ese "capricho de Dioses" para abrir (y por lo leído, no cerrar) boca en la decisión de Jose de marcharse a Londres:"después de una aberración gastronómica como la sufrida en Julio, me voy a Londres, en ese país donde se come tan refinadamente bién, a ponerme hasta el culo de baker beans de lata del Sanways desde Septiembre". No creo que tenga arrojo para poder leer lo que viene después de Inma Felisa y que promete ser continuado. Escalofrío en la noche!!

    Antonio (víctima propiciatoria de todo aquello)

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  3. Bueno, en caso de que lea el post y no esté de acuerdo con alguna de las apreciaciones sobre su persona y su atún está en su derecho de expresar queja vía comentario. El próximo movimiento de esta sinfonía Geeks será el Allegro, aunque no precisamente un alegrón fuera lo que nos deparó aquella noche.

    Rafa (otro de los afectados)

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  4. Juas, me ha encantado la entrada, aunque conocía sobradamente la historia, creo que no voy a volver a poder ver juntos el ketchup y la mayonesa. También me han hecho mucha gracia los comentarios, hello Merce and Antonio. Mona

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  5. Me encanta. Esto es, sin duda, un paso más en la literatura actual, ya no se dice moderna ¿no?. No sólo los personajes intervienen libremente en el texto, si no que también las parejas sentimentales, ya no se dice novias ¿no?, de los protagonistas aportan su granito de arena. Ayer volví a Navisa, y recuperé mi coche a cambio de 50 pavos y una botella de vino. Arranqué el motor y mientras me alejaba observé a través del espejo retrovisor como la leyenda "Nana de Espinas" se hacía cada vez más pequeña. Me sentía bien, aunque algo miope.
    Besos
    Merce+Corsa.

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