jueves, 22 de julio de 2010

Homenaje a las Vacaciones


Las vacaciones son un claro síntoma de la imperfección de este mundo. Existen porque algo no funciona. Porque nuestras vidas no han acabado de llegar a la tan ansiada Edad de Oro. Porque no somos felices con lo que tenemos. Porque es imposible que seamos felices. Por eso existen las vacaciones. Para serlo.

Cuando era joven y delgado pasaba los tres meses de vacaciones en Sevilla, a 40 grados a la sombra, estudiando o haciendo como que estudiaba. Mis padres se habían ido a la playa, al campo o a algún sitio parecido y yo aprovechaba para despertar con el sol imperial del estío en gloriosas mañanas sevillanas de cielos quemados. Se sudaba desde el principio, se desayunaba cualquier cosa, se veía la TV sentado (mejor dicho, tirado) en el sofá y se dejaban pasar las horas con un legajo de apuntes que pretendíamos estudiar de manera cutánea. Veíamos todo: desde las Gemelas de Sweet Valley a Al Salir de Clase, documentales sobre Gainsbourg y Vian, películas inglesas de los 60, series inglesas de los 70, vídeos musícales continuos, las desconexiones regionales y baratas de los programas de verano, los anuncios, partidos de pretemporada repetidos... Todo.

También oíamos música. Mi hermano decidía que canciones eran de verano y cuáles de invierno. Todo un mes de Agosto estuvimos escuchando Stoned & Dethroned de The Jesus&Mary Chain. Fue un Agosto memorable.

Después de comer, a la hora de la siesta, escuchábamos los programas deportivos locales para saber si había nuevos fichajes, nuevos rumores de fichajes. Como castigo debíamos tragarnos las insufribles entrevistas a los jugadores en la concentración de pretemporada ("este año me encuentro mejor que nunca", "con este entrenador tocamos más balón"...). Los fichajes son lo mejor del fútbol.

Una tarde eterna. Comienza a oscurecer. Salir por hacer algo. Aunque no se hiciera nada. Sentarnos en unos bordillos ardientes aún (son ya las 2 de la mañana) con los hielos medio fundidos y las conversaciones de siempre. Aunque siempre haya algo nuevo que decir. Aunque no sea nada. Basta con mirar el río.

Cuando llegaba a casa me tiraba sobre la cama y echaba un vistazo al recorte de cielo que el patio y la ventana me dejaban (antebrazo sobre la frente, como los buenos Viana), y me dejaba ir sin prisa hacia el dia siguiente. Sin prisa, sin miedo ni esperanza.

PD. Hoy mis vacaciones son algo muy distinto, más feliz. Lo acredita esta foto hecha justo al principio de nuestras últimas vacaciones.

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