jueves, 23 de julio de 2009

Momentos de Transición


De qué podemos escribir estos días de verano que no parecen querer alejarse? Los temas permanecen abiertos, esperando una conclusión y su debida entrada en Concarrobe. La última temporada de Lost, por ejemplo, se resiste a su término quizá asustada por el bufido en forma de artículo que le espera. Pero si te has tragado la serie entera en mes y medio y no hablas de otra cosa? (la audiencia clama). Sí, ya, pero no puedo más que revolverme contra todos aquellos que quieren ver en Lost algo más que un culebrón de acción sobrenatural. Su merito es el mismo del de aquellos que escribieron Falcon Crest (de hecho, el personaje de Richard Channing no desmerece a Charles Widmore, y Benjamin Linus es lo más parecido a Angela Channing desde que Alfonso Guerra se retiró a meditar). Hablar, pues, de personajes que cautivan al espectador forma parte del ya habitual complejo de inferioridad de los guionistas que una vez leyeron a Fitzgerald, oyeron algún día el nombre de Borges y guardan bajo su cama la colección completa de la Patrulla X.

Si alguien me hubiera preguntado hace dos semanas qué estaba leyendo la respuesta habría sido: Burgess, biografía de Roger Lewis. Si ese mismo alguien en un improbable viaje en el tiempo (ay!) me hubiera preguntado esta mañana qué estaba leyendo la respuesta habría sido la misma. Leer en inglés no es fácil, y menos aún cuando la base de lo escrito está en la adjetivación, el juego de palabras y la absurda idea de claves ocultas en las expresiones más anodinas. El interés del libro es claro, sobre todo cuando se limita a proporcionarnos (a nosotros, los incondicionales) toda esa información comprometida y oculta sobre la vida de Burgess, todo eso que no llegó a contar en su autobiografía. Sin embargo, dos rasgos ensucian el libro: 1. la construcción de blandas teorías psicoanalíticas para explicar Dios-sabe-qué al tiempo que perora contra Freud y sus patrañas, y 2. la abusiva animadversión del autor hacia Burgess. Cuesta trabajo creer que alguien dedique tanto tiempo a escribir sobre una persona a la que se odia de ese modo. Podemos saber gracias al libro que Burgess era mentiroso, vanidoso, tacaño y poco dado al afecto fácil (o al afecto a secas, seamos sinceros); pero nada de esto es nuevo para los Burgessianos. De hecho, los que nos consideramos seguidores de A.B. lo somos porque finalmente alguien en sus libros y en su vida (artefacto literario donde los haya) retrató al héroe vanidoso, tacaño, mentiroso y de egotismo exacerbado que llevamos dentro. Criticar a Burgess, y meter en el mismo saco (a través de agotadoras notas a pie de página) a David Lodge o Frederic Raphael (oui, c´est moi) hace pensar en algo más que odio personal: simple y puro mal gusto.

Un último apunte acerca de mi bulimia músical. Las compañías, incapaces de hacer frente a la crisis y las descargas, comienzan a devolvernos todo lo que nos robaron durante decadas: Discos a menos de 3€ (y no hablo de Los Troncos del 82 (las canciones más cachondas del mundial) o las Sevillas del Golpe (qué pasó realmente el 23-F?)). Así pues, acaban cruzándose en una mañana Weezer, Lou Reed, Sigur Ros, Crosby, Stills & Nash, Jarvis Cocker y Nada Surf. Y esta es mi aportación final: Nada Surf y su último disco: Lucky.

"...on whose authority
I have none over me..."

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