martes, 14 de julio de 2009

London, can you wait?


1.
Fue Ezra Pound el que comenzó uno de sus poemas así:

Tu y tu mente sois mi Mar de los Sargazos
Londres ha cambiado a tu alrededor en los últimos años

Claro, esto fue antes de que se le fuera la pinza, se hiciera fan de Mussolini y acabara, tras la liberación, siendo trasladado por toda Italia en una jaula sobre un carro mientras los niños le tiraban piedras. Pero me sirven estos versos para reflexionar o (mejor dicho) divagar sobre cómo ha cambiado Londres en estos últimos años, desde mis tiempos de Kitchen Porter a este triunfal regreso como turista de pantalón corto y Lonely Planet. Y lo cierto es que Londres no ha cambiado nada. Si, porque obviando algún que otro centro comercial, una noria absurda y varios edificios prescindibles, la sensación que deja la ciudad es de una concienzuda decadencia desde el mayor de los liderazgos que una urbe haya jamás conocido. Lo mejor de Londres sigue siendo aquello que intuimos en las historias de Sherlock Holmes: la absoluta densidad de su tejido ciudadano (si por ello entendemos calles, casas, gentes, organizaciones, animales, ratas, cervezas, unos cuantos griegos, parques, enfermedades, cultos prohibidos y demás variedad). Lo compacto del entramado londinense nos incita a ver una oportunidad en cada portal, en cada anuncio, detrás de cada ventana. He usado el presente, pero debiera haber dicho "incitaba". Aún así, y a pesar de las guerras mundiales, la pérdida del imperio y los laboristas, todavía es posible sentir la grandeza de la ciudad que vivió Ezra Pound, esa que se reinventaba y realimentaba y revolucionaba a base de te, scones y ginger nuts. Mi visita, pues, tuvo ese objeto: recuperar el Londres perdido, el que nunca viví, el que nunca podría haber vivido. Lo conseguí? Solo comentaros que acabé montado en un barquito por el Thames rodeado de rusos con pinta de mafiosos, sus mujeres pintadas como putas y un grupo de colegialas hebreas pre-adolescentes. Lonely Planet rules!

2.
Hace 10 años salí de mi casa en Harlesden y cogí el autobús que no me llevaría a Trafalgar Square / Charing Cross Station donde trabajaba en algo parecido a un restaurante chino de lujo. Sí, no me llevó allá. A los pocos metros el conductor nos dijo que teníamos que bajar, que el carnaval no nos dejaba seguir. Yo, por supuesto, como no entendía nada fui el último en apearme. Con cara de rábano me vi justo en medio una batería de negros disfrazados con trajes que harían avergonzar a cualquier carnaval de pueblo en España. Así que esto es el Carnaval de Notting Hill, me dije intentando simular una expresión de inteligencia. Lo que veía era desolador: ausencia de ritmo (para que luego digan), inexistente glamour, desorganización, pobreza en cada uno de los detalles. No quedando otro remedio y con tiempo de sobra, me uní al grupo festivo, como único blanco, vistiendo mi segunda piel (la camiseta del Betis) y acompasando mi marcha a ese simulacro de banda sonora que nos acompañaba. Nuevas comparsas se iban añadiendo a la corriente carnavalesca conforme avanzábamos, peor caracterizados si cabe y con la misma falta de aptitud para el baile. Hasta los portugueses del Little Rossio (denominación propia) nos miraban con expresión de lástima pareciendo decir: por fin hay alguien más desgraciado que yo.

La broma duró hasta que el gran rio de la fiesta marchó hacia Notting Hill y ese pequeño afluente con gafas se desvió hacia el centro, suficiente tiempo para sacar provechosas conclusiones:

1. No nos engañemos, cuando se trata de fiestas la primera potencia mundial es España
2. No, los negros no bailan mejor
3. Resulta emocionante comprobar como los poderes públicos en Albion pasan absolutamente de las necesidades lúdicas del personal. La única actuación decidida de la administración durante los carnavales fue la violencia (y eficiencia) con la que Scotland Yard despejó Notting Hill exactamente un minuto después del cierre oficial de la fiesta.

En próximas entregas se hablará del miedo, el riesgo y las rémoras pequeño-burguesas heredadas del franquismo, así como recordaremos la excursión a Muswell Hill o cómo alguien puede pasar 8 horas caminando por ahorrarse el dinero del metro (gracias Daniel).

2 comentarios:

  1. Bueno, era mi día libre y no tenía nada bueno que hacer. Esa manifestación individual de ocho horas inspiraría años después mi trocito...(redoble)..."INERCIA".

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  2. Espero impaciente. Cualquier escrito sobre remoras pequeño burguesas forzosamente va a ser interesante.

    PD: Con tres días que te ahorres el precio del metro en Londres, tienes para la entrada de un "segundamano"

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