miércoles, 4 de marzo de 2009

Desde Vian(a)


1.
Reviso mis tarjetas de visita. Ver el propio nombre impreso le hace sentir a uno extraño y curiosamente responsable, como cuando alguien en voz alta pronuncia nuestro apellido (mascullamos un "presente" apenas audible por el miedo). Tendría que ser una obligación pasearse por el pasado, algo así como Vian en La Hierba Roja (que para nosotros sería Laa Hierbaa Rojaa). Volveríamos con algunas ideas ya previstas y otras se irían improvisando sobre la marcha. Donde nos quedamos dormidos aparecería un despertador, y allí donde callamos se oiría una voz antigua y gangosa queriendo parecer segura. Yo volvería al Padre Manjón, a que de una vez por todas me pegasen los gamberros. Daría una vuelta por el IB Velazquez a comerme una de aquellas cuñas digitálmente servidas (y ya sabes a qué me refiero) en la cafetería del instituto. Por último visitaría la Facultad para lamentar todo el tiempo que perdí y ya nunca podré recuperar. Otra posibilidad sería la de volver a a ser un niño, y ser presa de confusiones habituales. Entonces fueron Gary Cooper, Gregory Peck y Cary Grant (pero quién es quién?). Hoy serían Hamilton y Obama (pero quién es negro?).

2.
Debiéramos ser capaces de reducir el campo de batalla. Luchar contra la vida moderna (modern life is rubbish) y movernos en círculos apenas poblados por 4 o 5 espectros. En este nuevo mundo sin esperanza estos fantasmas del pasado lo serían también de nuestro futuro. Una y otra vez sacaríamos los mismos temas a discusión, y ya no valdrían excusas precipitadas o argumentos pobres. Lo que pudo ser acabaría siendo a fuerza de razón, sentido común y maneras educadas. Algunos le llaman a esto secuestro o privación de la libertad, pero yo prefiero que conste como ajuste retrospectivo de la realidad.

3.
Sigo leyendo de manera desordenada sobre gente diversa. Tenemos por un lado a Rothko (no, no es el de Rothko y sus hermanos), que pretendió decorar un restaurante de lujo con sus cuadros buscando cortes de digestión (y no es broma) y tuvo que echar marcha atrás consciente de que el hambre puede con el arte contemporáneo (probablemente Damien Hirst lo hubiera conseguido). Luego tenemos el caso de TE Lawrence, más conocido como Lawrence de Arabia, cuya sexualidad bascula entre el serafismo inocente (pleonasmo claro si no fuera por el ángel caido) y el sadomaso cutre (le pedía a cualquier señor fornido o pescador de atunes que le diera unos garrotazos por eso de fortalecer el espíritu). Mi preferida es Edith Piaf, que tras años de tragedia músical y vital, grandes canciones, himnos al amor, no arrepentirse de nada... acaba su carrera con un absurdo y ridículo duo con un tipo absurdo y ridículo (con el que ademas se casa), grabando la actuación televisiva más ridícula y absurda posible. La canción se llama "De qué sirve el amor?" y la respuesta es simple.

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