viernes, 31 de diciembre de 2010

Los Largos Años

Se me olvidaba: Feliz Año
Una oficina vacía en la tarde del 31 de Diciembre no parece más que un decorado poco exigente. El silencio electrónico funciona como enmascarador de la desolación alrededor. No hay actores que puedan llenar esta escena y  uno vagabundea sin demasiado interés entre mesas y ordenadores y papeles que parecen llevar abandonados más de una tarde. Como si hubieran pasado siglos desde que el último teléfono sonó o la última tecla fue presionada.Una bella anticipación de lo que algún día quizá llegue: una tierra sin hombres al fin.

Encantado con estas visiones me vuelvo a sentar frente a la pantalla y echo vistazos a los ventanales del otro lado. Un cielo pizarroso y húmedo que parece llegado de mi infancia. Son todos los años pasados y todos los que me gustaría pasar, así, de una sola tacada, sin tener que vivirlos. Estoy tan vacío de cualquier contenido que la simple idea de mantenerme entero, como una unidad, se me antoja delirante e improbable.

Los largos años. Demasiado tiempo para no tener nada más que decir u ofrecer. Una serie de TV sin fin, con un mismo actor interpretando diferentes personajes siempre secundarios: un niño que pasa frío en una desvencijada clase del colegio Funcadia, ese otro que ensaya una obra de teatro de los Alvarez Quintero en la parroquia del barrio, un pre-adolescente que viste camisas rosas y lleva unas gafas propias del primer Elvis Costello, un joven alto y extremadamente delgado que se estira de manera ridícula para salir en las fotos, otro joven alto, extremadamente delgado y extremadamente triste que se niega a salir en una foto al grito de "estos no son mis amigos"...

Sí, son años demasiado largos. Son demasiados años.

1 comentario:

  1. Señor Mono,

    Eso de la parroquia del barrio no me lo habías contado, y encima con una obra de los Quinteros, ya se que era para ocultarlo, pero, a fin de cuentas soy tu mujer.

    Viejunos y fracasados, te quiero.
    Sra Mona

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