jueves, 6 de agosto de 2009

Subir a por Aire


Subir a por Aire es el nombre de una de las novelas que George Orwell escribió antes de la guerra (la 2ª, claro). Trata sobre un oficinista (un agente de seguros, si no recuerdo mal) de mediana edad, casado y con niños vocingleros, que una tarde decide volver al pueblo de su infancia con el único deseo de recordar tiempos mejores, más llenos de ilusión, esperanza y futuro. El tema del libro es la alienación del individuo medio en la sociedad urbana-capitalista (un tema muy cercano al primer Orwell). Lo que hace grande al libro (y a Orwell) es el hecho de que huye desde el principio del panfleto político para situarse en un plano más atemporal: el de la crisis existencial. El comprobar que los años pasan, nos deterioramos fisicamente, nos acercamos a la vejez, nos damos cuenta finalmente de que somos mortales, la conciencia nunca demasiado clara y lúcida de que nuestro momento ya pasó (si es que en algún momento existió).
Quiero creer que todos pasamos por situaciones así, como la que he descrito arriba, pero quizá me equivoqué. Quizá la gente celebre sus rutinas como regalos venidos de un dudoso cielo conformista. En España, al menos, años de franquismo crearon una escuela de pensamiento que podríamos llamar "virgencita, virgencita, que me quede como estoy". Era el tiempo en el que Lazaga dirigía una película llamada Los Tramposos, donde un grupo de desgraciados son capaces de montar una empresa turística que desestabiliza a uno de esos grandes emporios nacientes (Meliá, Marsans...). La solución es simple: la gran empresa contrata a los desgraciados, les da un puesto y un biscuter, la posibilidad de firmar las letras de una lavadora y adios competencia. Y adios aspiraciones.
Otros días, no obstante, me levanto de un humor diferente. Mi oficina me parece un lugar encantador, el ficus de la esquina parece querer decirme algo (probablemente sea: agua, agua..), la visión de una futura jubilación con placa y discursos a la sobremesa me llena de lagrimas los ojos, el paseo de vuelta a casa es un camino hacia ese Shangrilá que nos mantiene vivos. Son los días en los que uno acaba por asumir la triste verdad: que no somos un Messi, un CR9 o un Kaká. Que la nuestra es otra liga muy diferente: el Plantío, el Salto del Caballo, los Pajaritos... Y que a lo sumo podemos aspirar a ser un Fernando Vega, o lo que es peor, un Xisco.

Subir a por aire. Desde que leí el libro es una expresión que me repito a menudo, y que escenifico ya sea en la calle, en mi casa, sentado frente al ordenador. Huir de toda esta mediocridad, de esta falta de valentía, de este final ya comenzado. Huir de mi mismo, en definitiva. Y eso es algo que no puedo hacer.

2 comentarios:

  1. Bajar a por 3 redonditos y 1 barra.

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  2. Por cierto, ya tengo aquí el carnet para ver a Fernando Vega y a Xisco un nuevo temporadón.

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