jueves, 24 de junio de 2010

Caracoles y Cabrillas


Mis recientes lecturas de Baroja me han hecho pensar en lo contemporáneo de su literatura más allá de su ya de por sí contemporáneo estilo (mucho menos recargado y casticista que la mayoría de los escritores españoles actuales). Es el interés en los jóvenes que compaginan apatía y rebeldía lo que parece hacerlo tan cercano a nuestro tiempo. Eso y la sensación que transmite de vivir en una sociedad dirigida por mediocres (el concepto de selección negativa) preocupados tan solo por evitar que los mejores (las élites ocultas) ocupen el lugar que les corresponde. Una literatura la de Baroja que comprende con visionaria valentía la pobreza de la democracia (una claudicación a falta de algo mejor) y el miedo que nos han de infundir aquellos que la entronizan como algo intocable. En definitiva, desconfianza sobre el pueblo y confianza en el individuo.

Caracoles y Cabrillas, el título de esta entrada, no es un intento por ocupar ámbitos reservados a mi hermano. Es solo un posible título para un posible libro a lo Baroja. Una novela de aventuras ciudadanas protagonizada por jóvenes (y no tan jóvenes) sin impulso alguno y fallas en la voluntad que a falta de cualidades volitivas se aferran al talento, la noche, los bares, los amigos, los caracoles y las cabrillas, como modo de mostrar al mundo que ellos son los mejores.

Claro, tendremos imágenes de arrabales o calles céntricas desiertas, y parlamentos de personajes que sustituyen la bohemia por el trabajo temporal y el ajenjo por la cervecita. Y el protagonista no será médico sino economista o abogado sin ejercer, como casi todos los abogados. Y tendremos mujeres fuerte y mujeres débiles y las confundiremos al poco de comenzar el libro. Y la ciudad será la ciudad que pensais, pero también esas otras ciudades, porque en las novelas de Baroja y en Caracoles y Cabrillas se viaja, se conocen ventas de carretera, hostales, gente en estaciones y gente que mira los atardeceres junto al río por no tener nada mejor que hacer.

Así siempre habrá un personaje que se vea obligado a trabajar en día feriado y compruebe con tristeza que los años lo vuelven gordo y lento, cuando en un pasado menos lejano de lo esperado era flaco y lento. Entonces decide cenar uvas con queso (que saben a beso) y vuelve de comprar (las uvas y el queso) por calles llenas de almacenes cerrados, cartones en las calles, fábricas abandonadas y coches mal aparcados. Como si fuera el polígono Navisa, se dice bolsa de Opencor en mano. Como si fuera un libro de Baroja.

1 comentario:

  1. Otro libro al que le auguro máyor número de ventas podría ser "Caraculos y cabronas". El contexto temático sería exactamente el mismo.

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