viernes, 6 de noviembre de 2009

Vómito de Viernes


Tolstoi decía algo parecido sobre las familias. Lo mío son los lugares: Todos los sitios hermosos son más o menos iguales. Ya estoy harto de tanta belleza. En esta tierra enferma que se llama Cataluña no encuentro otro motivo de felicidad que acumular fealdad a mi alrededor. El pasado jueves (ayer, no?) fue Molins de Rei. Llego a una calle que parece la calle principal del pueblo, enlazando desde un polígono industrial de segunda y avanzando hacia el centro de la villa entre casas semiderruidas. En mi bolsillo una muestra de orina mañanera y aún caliente. Asepeyo. Me siento en una minúscula sala de espera. Un proletario con chandal del Barça, colección de piercings, y expresión de estudiado asco. Otro señor algo mayor, bigote de los años 80, que lee el Autopista. Me llaman y comienzo la revisión. Una doctora caribeña y fea. Las mismas preguntas de siempre: "Bebe a menudo?". "No, alguna vez los fines de semana con la comida", miento con alegría. No puede ni imaginar que se encuentra con lo más parecido a un borracho de derechas. Llegado cierto momento me hace bajarme los pantalones y me toca los muslos. Mis calzoncillos deliberadamente arcaicos le han debido conmover. Al menos a mi sí. "No, no hay signos de lipoatrofia", dice. Ya, ya lo sé, la atrofia está en otra parte. Está en sentarse cada día a pedir continuas disculpas a señores feos y señoras gordas de los USA. Me hacen pasar a la sala de extracciones. Me miden y obtengo un portentoso 1m93cm. 7 más que cuando me tallaron para esa mili que nunca hice. Esta medición me recuerda otra mucho más trascendental hecha en los tiempos de los recreos, las palmeras de chocolate y los bigotillos delatores. 15cm. La regla Safta desde la base del pene erecto hasta la cabezona cúspide. 15, Dios! parece poco... Momentos de desazón. Y si mido desde más abajo? La posibilidad de ir moviendo la regla hacia abajo y atrás ("a este ritmo me acabo metiendo la regla por el culo"). La fortuna en forma de encuesta mundial unas semanas después. La media mundial es... 13cm. Entre el jolgorio de las calles un suspiro de alivio. Me demoro en recuerdos tan hermosos hasta que la enfermera decide medirme la vista. Interminables secuencias de letras. "Las ves? Y ahora?" Me mide un ojo primero y no acierto ni una. Pasa al otro ojo usando las mismas secuencias. Acierto casi todas. No he podido evitar memorizarlas. "Humm", me dice, "ves mucho más con un ojo que con el otro". Mi prodigiosa memoria vuelve a arruinar otra prueba. Me callo y prometo ir al oculista. "Ahora te sacaremos sangre. No te marearás?". Nunca me he mareado. Tengo miedo de decir no y marearme justo a continuación. Decido optar por el término medio. "Soy un poco aprensivo". La medida de la tensión (10-7) convence a la enfermera de mi tendencia al eufemismo. Me hace mirar al otro lado, me da una gasa empapada en alcohol ("póntela en la nariz"), controla mi respiración ("toma aire por la nariz y expúlsalo por la boca.. así ,muy bien"), y refuerza mis reservas de glucosa depositando un sobrecito entero de azucar en mi lengua extendida ("deja que se vaya diluyendo"). En ese momento entra la clásica enfermera guapa y exclama: "ay que ver qué hombres tenemos hoy en día". Con el azucar inundando mis caries solo acierto a sonreir a la manera de los siervos de la gleba. Unos minutos después, y descaratada cualquier vomitona, salgo a las calles tambaleándome como siempre he hecho. Y con todo esto Larkin era capaz de hacer todo aquello, pienso hasta llegar a la parada de taxis. Al menos he visto la pinta que tienen las Siete de la Mañana en estos tiempos.

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